El blog no me quiere… dos horas llevo intentando colgar el capítulo ¡DOS!... menos mal que aquí una es persistente que si no:-S.
Airam, Nuri, Karla, May, Marianna, Erin, Maria, Lau, Miluska, Dana, Muñ3, Al, Virgy, Adry, Ayyys y anónima.... Gracias, gracias y más gracias…
Dudas…
Alice, Alice, Alice… ¿Qué esconderá Alice?... todo a su debido momento, yo mientras, os voy soltando perlitas en cada capítulo, pues nada de lo que ocurre en este fic es al azar. Jessica, un castigo de dios que apenas esta asomando la patita, pues todos los personajes son claves en la historia, no hay ninguno de relleno, ¿y su relación con Rose?... Bella ya lo ha mencionado en varios capítulos, su hermana formaba parte de otra elite de amistades, elite, que daño mucho la relación entre hermanas, sino, recordar lo que Bella piensa de Rose… Por cierto, Dana, Jasper fue quien presento a Emmett a Rose…, de ahí que este sea el padrino de bodas.
El resto de dudas contestables por el momento, son resueltas durante el capítulo ;-).
Otra cosilla, este capítulo es más largo de lo que yo quería en principio, pero como mañana parto hacía tierras catalanas, es más que seguro que este fin de no estaré por aquí, por tanto, compenso el capítulo hasta el de la semana próxima.
Disfrutadlo, quizás no os guste pero una… pues ha hecho lo que puede…
Capítulo 18 – La más pura de las tentaciones
“Aún seis días antes de la boda…”
Pero justo cuando uno de mis pies subió el primer escalón, la pequeña luz filtrada tras la rendija de la puerta de la cocina, me alerto de que estaba tomando el camino equivocado…
La magnética risa de Edward, me alerto de su presencia tras la puerta justo antes de abrir ésta.
¡Oh dios mío! No estaría con la loca de Renee ¿verdad? Mi madre y Edward, juntos en la cocina, riéndose… esto no podía ser sano.
Bella, aparta de tus pensamientos todo lo que tenga que ver con cosas extrañas y cocinas…
Si… mejor, además, era imposible que mi madre estuviera en casa, esta mañana me había comentado que se iba con Charlie a Forks, para dar las indicaciones oportunas en los arreglos del jardín, por lo tanto, estaría libre de ella y sus locuras como mínimo hasta mañana…
Suspire aliviada, ya bastante tenía con la pequeña imagen que se había formado en mi mente, para que esta se convirtiera en realidad.
Pero entonces… ¿Con quién está Edward? Y aún más importante ¿cómo reacciono ante él?, porque sería una grosería por mi parte subirme a mi habitación, sin ni siquiera saludarlo ¿verdad?... además, apenas son las ocho de la tarde, no puedo encerrarme hasta mañana ¿no?
Entonces… ¿entro?... Si… voy a entrar. Ay no… ¿y si se siente incomodo con mi presencia?... Y si…
¿Porque no dejas de conspirar contra el mundo, y abres la puerta?
Si creo… creo que va a ser lo mejor…
Indecisa y algo temerosa por lo que pudiera encontrarme tras la puerta…, lleve mi mano hasta el pomo de ésta y lo gire sin pensar, encontrándome con la amplia sonrisa de Carmen y la penetrante mirada de Edward como saludo.
Y yo que ya estaba preparada para cerrar los ojos…
-Hola cariño – hablo Carmen dulcemente, mientras me acercaba a la mesa donde estaba sentada junto a Edward, él cual mantenía su fija mirada puesta en mi.
-¿Qué hacéis? – pregunte curiosa una vez llegue a la altura de la mesa, la cual estaba repleta de fotos.
-Matar el tiempo – contesto Edward con una sonrisa, mientras me enseñaba la foto que tenía entre sus manos.
-Oh por dios… ¡Carmen! – grite al reconocer a la niña vestida con un tutu rosa de la fotografía.
Y yo que pensaba que ella me quería…
-Estaba a punto de marcharme cuando Edward llegó y como tu no estabas…
-Lo entretienes avergonzándome ¿no es así?... – ella asintió con otra nueva sonrisa, mientras mis sofocos iban en aumento - Dame eso – pedí entre risas a la vez que intentaba quitarle la fotografía a Edward, algo que no me iba a poner nada fácil.
-Nunca me has dicho que te gustara el bale – inquirió él, con bastante diversión en su voz.
-Es que nunca me ha gustado, le gustaba a Renee no a mi… Dámela por favor – volví a rogar, en un nuevo intento imposible de hacerme con la fotografía.
-Esta me la guardo de recuerdo - añadió, antes de guardar la imagen en el bolsillo derecho de su pantalón, cerca de…
De ningún sitio Bella… de ningún sitio…
-Bien, si quieres quedártela… quédatela – dije vencida, cruzándome de brazos, con las risas de Carmen de fondo.
Esperaba que esto no fuera más que un truco para no levantar sospechas, y que cuando Carmen se marchara, me devolviera la foto, ¿por qué para que va a querer Edward una foto mía si no?, si al menos fuera una en la que no estuviera haciendo el ridículo… pues aún…
¿Y si quiere la foto para hacerme chantaje?... claro, eso es, por si no pago mi deuda con él…
-Bella, ¿te acuerdas de este día? – pregunto Carmen, mostrándome la imagen a la que se refería.
Rose y yo, con apenas siete y nueve años, disfrazadas de Blancanieves y la bruja del cuento, con nariz incluida… No hace falta decir quien era Blancanieves y quien la bruja ¿verdad?
-Mi madre… mi madre y sus disfraces - balbucee entre las fuertes carcajadas de Edward, mientras yo iba muriéndome de la vergüenza – Fue para Halloween, solo que mi hermana pues… - calle, de nada servían mis palabras, pues estas hacían que Edward riera cada vez con más ganas.
-Bueno, yo creo que debería marcharme, ya es tarde – hablo Carmen, mientras se levantaba de la silla.
-Quiere que la acompañemos o…
-No cielo, no os molestéis, vivo muy cerca de aquí, y dime de tu – le regaño, palmeando su hombro – Os he dejado algo de cena preparada, supondría que tendríais hambre.
-Gracias Carmen, pero que sepas que con una cena no me pagas esto que me has hecho – intente sonar ofendida.
-Yo creo que me lo agradecerás – susurro en un gesto de complicidad – Hasta mañana… pasarlo bien – matizo antes de giñarle un ojo a Edward, marchándose por la puerta de la cocina…
¿Qué me había perdido?
-Se nota que te quiere muchísimo – susurro Edward, haciendo que me girara para encararlo, y por un momento, el aire que llenaba mis pulmones, desapareció.
¿Cómo podía ser que hoy lo viera más guapo que ayer?... ¿o que antes de ayer?... o que…
¿Y porque esa jodida sonrisa siempre tenía que adornar su rostro?...
-Tienes… ¿tienes hambre? – pregunte tragando mi propia saliva, ¿o eran babas lo que se aglomeraba en mi garganta?... fuera lo que fuera, era producto de él.
-Te ayudo – sonrió nuevamente a la par que se levantaba de la silla, y me daba una perfecta visión de su cuerpo.
Un gemido ahogado murió en mi garganta ante su imagen. Tuve que obligarme a apartar la mirada para no seguir fantaseando con su silueta dentro de aquellos vaqueros desgastados, ni con la camiseta negra que tan bien se amoldaba a sus formas.
-¿Dónde están los platos? – pregunto casi rozando mi cuello con su aliento.
-Bajo… aquí abajo – balbuceé nuevamente mientras me obligaba a cerrar los ojos, pero la tentación fue mayor, y no pude evitar mirar como se agachaba frente a mi, mostrándome, no solo lo bien que se ajustaba la camiseta en su espalda, sino el elástico de sus bóxers, los cuales se asomaban por el borde de sus bajos pantalones de cadera.
-¿Y los vasos? – pregunto, ahora si golpeándome con su aliento, a la vez que su fragancia volvía a embriagarme por completo…
-Pues… ahí, creo que allí – dude señalando el estante de mi izquierda.
Otra sonrisa tiño su rostro, antes de encaminarse hacía el armario. Como una boba hipnotizada me quede observando el movimiento de sus brazos, como estos se tensaban mientras abrían el mueble, y como las mangas de la camiseta se ceñían alrededor de sus torneados músculos, mientras se hacia con los objetos pedidos.
Aparte la mirada de su cuerpo justo un instante antes de que volviera a encararme. Intente razonar conmigo misma del porque tenía una cuchara entre mis manos, y entonces la imagen de la olla de metal frente a mi, me golpeo recordándome que dentro de esta estaba la cena.
Concéntrate Bella, concéntrate me repetía a mi misma mientras vertía los espagueti sobre los platos, hasta que sentí su presencia tras de mi, y nuevamente perdí la noción de lo que estaba haciendo, provocando que el metal se escurría entre mis manos.
Si no hubiera sido por las manos de Edward, ahora mismo no nos harían falta platos para comer.
-Déjame a mí – susurro volviendo a acariciar mi cuello.
¿Por qué me tiene que hacer esto?... ¿Por qué?
-Si… será… será lo mejor – musite haciéndome a un lado, para dejarle espacio a él.
Un nuevo escalofrío recorrió mi cuerpo cuando volví a ver sus brazos tensarse mientras terminaba de verter el contenido de la pasta en los platos, esos fornidos y vigorosos brazos en los cuales se marcaban levemente varías de sus venas.
-¿Quieres salsa? – pregunto clavando sus ojos en los míos, los cuales hasta hacía un momento estaban embobados en sus bíceps y tríceps.
-Si… por favor… - me obligue a decir, volviendo a apartar mis ojos de su mirada esmeralda – Voy… voy poniendo la mesa mientras – dije en un momento de lucidez, algo difícil, teniéndolo a él tan cerca de mi.
Bella reacciona, no puedes quedarte como una tonta embobada mirándolo, va a pensar que eres una loca enferma, o quizás algo peor…
Reaccionar… ¿cómo reaccionar si aún no entendía como semejante espécimen, estaba junto a mi en la cocina?... ¡en mi cocina!
Vaya par de reprimidas… ¿Nunca lo habéis hecho?… sobre la encimera de una cocina por ejemplo…
Cocina…, encimera…, chulazo…, yo… Bella por dios… ¿qué estas pensando?
-¿Los cubiertos? – sentí su voz, nuevamente tras de mi.
-Cubiertos… voy… voy a por ellos – dije atropelladamente, intentando esquivarlo para no volver a desconcentrarme.
De poco sirvió mi intento de no mirarle, cuando volví a girarme hacía la mesa, con los cubiertos en la mano. Edward ya había colocado los platos sobre ésta, justo uno en frente del otro, mientras él tomaba asiento en una de las sillas.
¿De verdad pretendía que cenara frente a él?... ¿Cómo voy a cenar si lo tengo frente a mi? Bueno… siempre puedo darle la espalda, ojos que no ven, cuerpo que no se resiente…
Bella…
Vale Bella…, respira, no es para tanto, has estado más veces frente a él… Además… vamos a cenar, no es nada del otro mundo cenar.
Exhale varias veces el aire contenido en mis pulmones, mientras intentaba darle la orden a mi cerebro para que mis piernas inmovilizadas, se movieran hacia la dirección de la mesa. Mis tacones golpearon fuertemente contra el suelo mientras me encaminaba velozmente hacía la silla. Suspire aliviada una vez conseguí sentarme, lo había hecho sin mirarle, por tanto había conseguido mi objetivo.
-¿Me pasas mis cubiertos? – pidió en susurros, haciendo que todo mi magnifico plan se fuera al traste una vez abrí los ojos para mirarle.
Ahí estaba otra vez esa jodida sonrisa ladeada en compañía de esa penetrante mirada… y ahí estaba yo mirándolo embobada mientras intentaba recordar como respirar…
Esto no es sano… esto no es nada sano…
-Gracias – musito suavemente una vez le pase los cubiertos, los cuales solté rápidamente, antes de que pudiera rozarme con sus dedos. Bastante tenía ya con su mera presencia - ¿Qué tal ha ido el día? – pregunto centrando su mirada en la comida, a la vez que lo hacían sus manos.
-Pues… algo ajetreado – conteste con voz apenas audible.
La gracilidad con la que cortaba la pasta ayudándose del tenedor, era mucho más interesante que acordarme de Jessica… o incluso de hablar.
-¿Y ya tenéis vestido? – pregunto, alzando nuevamente la mirada, mientras la mano que sostenía el tenedor, envolvía la pasta con exquisita sutileza, la cual acabo en el interior de su boca, mientras la mía se iba haciendo agua por momentos.
-Si… ha costado pero si – susurre por inercia mientras me dejaba llevar por el sutil movimiento de su mandíbula al masticar.
-Mmmm… están muy buenos… ¿Tu no cenas? – pregunto mientras se limpiaba la comisura de sus labios con la servilleta, gesto que hizo que mi lengua se moviera en el interior de mi boca, deseando ser esta quien limpiara sus…
-¿Eh?... Si… cla… claro – tartamudee, apartando la mirada de sus movimientos.
Cenar… algo tan simple ¿verdad?... ¿Pero como hacerlo si ni recordaba como debía coger el tenedor?
-Y… ¿de que color es? – sentí nuevamente su voz, formulando una pregunta, pregunta que no supe contestar pues la intensidad de su mirada, estaba consiguiendo que hasta me olvidara de mi nombre - El vestido… ¿de que color es? – repitió, con esa sonrisa ladina curvando sus gruesos labios.
-Azul… - susurre cerrando los ojos - el vestido es azul – reitere en un nuevo intento de enrollar los espaguetis en el tenedor, y llevármelos hasta la boca, pero para cuando lo conseguí, la magnética voz de Edward, volvió a hacer eco en mis oídos.
-Azul… me gusta ese color – musito volviendo a clavar su mirada en mi.
Casi me atraganto al sentir su profunda mirada, fija sobre mi, estudiando mis movimientos de igual forma a como minutos antes lo había hecho yo. Intente no mirarlo, entre otras cosas, porque cada vez me era más imposible mantenerle la mirada sin avergonzarme, pero el no hacerlo, no evitaba que ligeros escalofríos recorrieran mi cuerpo producto de los nervios.
¿Por qué me mira así?... ¿Y porque no deja de hacerlo?
Pídeselo…
Si claro, eso mismo estaba pensando hacer, algo así como… “Perdona Edward… ¿podrías dejar de mirarme de esa forma?... es que puede que no sea capaz de resistirme a la tentación de tirarme encima tuyo…”
-Tengo que pedirle a Carmen la receta, esta salsa esta buenísima – susurro mientras volvía a limpiarse con la servilleta.
¡Bendita servilleta!
-¿Tu… tu cocinas? – pregunte dejando el tenedor sobre el plato. Definitivamente, comería algo más tarde, cuando sus ojos no estuvieran presentes.
-Bueno… vivo solo… y suelo comer todos los días – contesto con una sonrisa, haciendo que yo asintiera como una gilipollas con sus palabras…
Un momento… ¿Me ha dicho algo de él?... Si… ¡lo ha hecho!... ¡Benditos espaguetis!, no solo me ha dicho que vive solo, sino también que sabe cocinar… bueno esa ultima parte la ha insinuado pero vamos… que me queda claro…
-Si quieres… yo puedo darte la receta… De pequeña me gustaba ver a Carmen cocinar – susurre mientras que inconscientemente, los dedos de mi mano derecha comenzaron a enredarse entre las puntas de mi pelo…
¡Oh dios mío!, le estaba flirteando descaradamente, mejor dicho, era mi subconsciente quién lo hacía por mí… o al menos eso decía Ángela que significaba ese gesto.
-Ya entiendo tu afición por la comida italiana – contesto suavemente.
¿Se acordaba de eso?... ¿De verdad que este ser ha estado entre mis piernas?... y no una… ¿dos veces?… No podía ser… lo he tenido que soñar… imaginar… fantasear… que se yo… No podía ser que alguien como él…
-¿No te los terminas? – su voz aterciopelada volvió a acariciar mis oídos, trayéndome de vuelta al mundo real.
-¿Eh?… no, pique algo con las chicas y… estoy llena – hable en susurros – Tu ¿quieres más?... otra cosa, ¿postre?
¿A mi por ejemplo?… Fuera, fuera pensamientos.
-Estoy bien, gracias – sonrió.
¿Por qué siempre tenía que hacerlo?, ¿es que no se daba cuenta de los malditos estragos que su perfecta, sexy, sensual… jodida sonrisa, causaba en mi cuerpo?
Tengo que concentrarme en otra cosa, otra que me mantenga alejada de él, de su risa, de su aroma… de la mismísima tentación de su cuerpo.
-Voy… voy recogiendo la mesa entonces – masculle entre dientes, mientras me ponía en pie, gesto que Edward no tardo en imitar, siguiéndome hasta el fregador con su plato vacío entre sus manos – Gracias… - musite tras colocar su plato encima del mío.
-¿Te apetece hacer algo?... dar un paseo… tomar una copa – su cálido aliento, volvió a rozar mi cuello, provocando que nuevos escalofríos recorrieran todo mi cuerpo.
Mis manos instantemente buscaron un punto de apoyo sobre el mármol de la encimera, mis ojos se cerraron y los suspiros eran los protagonistas en mi garganta. Tres años de abstinencia, evitando cualquier tipo de tentación, para que llegue el señorito “¿te apetece hacer algo?”, y adiós al auto control.
-No… no se… es que…
-Mejor lo dejamos para otro día… - dijo cortante - Lo último que quiero es que estés incomoda conmigo – susurro secamente, haciendo que me girara para encararlo.
-No estoy incomoda es que… me cuesta estar delante de ti sin… - sin imaginarte desnudo nuevamente frente a mi - ¡joder!, ya lo sabes, yo no pretendía llegar… yo no… Jasper había sido el único, y luego llegas tú y… - desarmas mi mundo - y yo no quería…
-¿No querías que hubiera otro?, ¿o no querías acostarte conmigo? – pregunto taladrándome con su mirada.
-No estaba en mis planes… Yo no soy así, yo no buscaba eso de ti y ahora mirarme… - callé, aún no era capaz de admitirlo en voz alta, y menos frente a él.
-Llama a las cosas por su nombre, eres humana Bella, ambos lo somos. Mira… - suspiro - creo que lo mejor es seguir haciendo como si nada hubiera pasado entre nosotros.
Justo aquello que él mismo llevaba haciendo todo el rato… Si eso fuera tan fácil para mí como para él.
-Ya veo que para ti eso es fácil, pero yo llevo dos noches sin dormir…
-Sigues confundiéndote conmigo – me interrumpió, dedicándome una dura mirada.
-¿Entonces dime porque tú puedes hacer como si nada y yo no?… Déjalo, no me contestes, no tengo ningún derecho a hacerte ningún tipo de reproche – proteste alejándome de él.
-Quizás sea porque yo no me dedico a pensar tanto las cosas las veinticuatro horas del día… - dijo tras de mi - Tienes que dejarte llevar más Bella… Intentar hacer lo que realmente te apetece sin tener miedo a represarías – hablo pepito grillo. No tenía bastante con mi propia conciencia.
-Dejarme llevar ¿no? – inquirí encarándolo nuevamente.
-Si – reclamo, volviéndome a clavar sus gemas esmeraldas.
-¿Y que pasa si?… - calle en seco, no podía más… no aguantaba más - Joder… al diablo con todo – tras decir eso, firme mi propia sentencia y me lance sobre su cuerpo en busca de sus labios, esos labios que llevaban tentándome desde que había entrado por la puerta de la cocina, quizás desde el mismísimo día en que lo conocí.
-Bella… - jadeo, antes de acallarlo con mis labios - Bella… - volvió a protestar sobre mi boca…
-Quieres que me deje llevar ¿no? – susurre en sus labios jadeante.
-¿Estas segura de que esto es lo que quieres? – hablo pesadamente, mientras sus manos se posicionaban con fuerza sobre mis caderas…
-Si… - ¿tenia otra alternativa? - si, si… si – no…, no cuando sus manos me aferraban fuertemente hacia su cuerpo.
A la mierda el dinero que pudiera costarme todo esto, a la mierda mis escrúpulos y mis principios, al diablo con todo… lo deseaba, lo deseaba desde el mismísimo día en que me gire al escuchar su voz por primera vez en aquella cafetería, lo desee desde la primera vez que beso mis labios, desde la primera vez que sus manos acariciaron mi cuerpo, lo desee mientras le reclamaba en su habitación hacía unas horas… Lo deseaba nuevamente entre mis piernas, como el fumador que desea un último cigarrillo antes de acostarse, como el alcohólico que vuelve a caer con tan solo un sorbo de licor, como el drogadicto que anhela el próximo chute de heroína para trasladarse a ese mundo que tan feliz le hace sentir.
Si este tipo de comportamientos eran o no propios de mi, ya me daba igual, Edward estaba consiguiendo despertar una parte de mi que creía inexistente, una parte de mi, que me hacía sentir más viva que nunca…
Sin dejar de besarnos un solo instante, descendí mis manos por su torso, adaptando las palmas de estas sobre sus duras formas. No lo pensé dos veces, cuando mis dedos se enredaron en el término de su camiseta, introduje estos a través de la tela, y comencé a acariciar su musculosa anatomía, por debajo de la prenda.
Sus manos, asentadas todavía sobre mis caderas, descendieron hasta mi trasero, el cual apretó sin compasión haciéndome jadear en su boca, pero no precisamente de dolor, el dolor era algo inexistente en este momento.
Clave mis uñas en su espalda cuando aferro sus caderas en las mías, mostrándome así, que la urgencia por sentirnos nuevamente, era compartida. Con movimientos algo torpes, y sin separar mi boca de su ávida lengua, me fui deshaciendo de su camiseta, dejando al descubierto su robusto torso.
Mordí mi labio inferior cuando su boca, aprovechando el momento en el que le quite la primera de las molestas prendas que vestía, descendió hasta mi cuello, el cual volvió a mordisquear, igual que había hecho horas antes.
Sentí mi espalda chochar contra algo duro y frío, y entonces, en un hábil movimiento, deje de sentir el suelo bajo mis pies, para sentir esa fría dureza traspasar mi vestido, llegando así hasta mis glúteos, frio que deje de sentir una vez Edward comenzó a ascender su mano por una de mis piernas, mientras sostenía fuertemente mi cintura con la otra y su boca, volvía a perderse por el hueco de mi cuello.
-Túmbate – pidió una vez volvió a posar sus labios sobre los míos.
No hubo dudas ni temores, sus palabras se procesaron como ordenes en mi cerebro, el cual le dicto a mi cuerpo lo que debía hacer. No dejo de clavarme su oscura mirada, producto de la excitación, mientras arqueaba mi espalda hacia atrás, dejando así caer el peso de mi cuerpo sobre mis codos, los cuales yacían ya posicionados sobre el frio mármol.
Un leve gemido escapo de mis labios cuando Edward, sin dejar de mirarme un solo instante, comenzó a descender sus manos por mis glúteos, pasando por detrás de mis rodillas hasta mis gemelos, llegando así al principio de mis tobillos. Con un lento movimiento, comenzó a desabrochar la cremallera de uno de mis botines. Repitió el mismo gesto con el otro pie, aun cubierto por el ya incomodo zapato, mientras los jadeos se iban haciendo más persistentes en mi garganta.
No dejo de mirarme mientras acariciaba uno de mis pies ya desnudos, tampoco cuando sus dedos comenzaron a ascender por mi pierna lentamente, ni cuando su boca, sustituyo a estos en el recorrido por mi extremidad. A medida que su boca iba avanzando, la humedad entre mis piernas se iba haciendo más presente, en conjunto a las ligeras contracciones de mi sexo.
Un ligero sopor comenzó a recorrer mi cuerpo cuando su lengua, empezó a trazar pequeños círculos en la cara interna de mi muslo. Mis pezones tampoco pasaron desapercibidos ante sus caricias, los cuales podían verse marcados a través de la tela de mi vestido, y la misma espiral de horas antes, volvió a asentarse en mi estómago a medida que su cálido aliento, comenzaba a rozar el foco de mi excitación.
Cerré los ojos a la par que mi cuello se arqueaba hacia atrás, cuando sentí sus suaves y templadas manos, sobre mis caderas, enredándose con la tela de mis diminutas bragas de encaje negro. Con extrema lentitud, comenzó a descender la prenda por mis piernas, las cuales se movían al compás que sus manos, facilitándole así, el liberarme de éstas.
Una sonrisa lujuriosa curvo sus labios mientras sus manos volvían a subir lentamente por mis extremidades. La impaciencia comenzó a reinar en mi pecho, y mis caderas se alzaron en busca de su cuerpo, topando nuevamente con sus dedos.
-Quiero probar tu humedad… ¿me dejas hacerlo? – pregunto en tono evocador.
No me dio tiempo a procesar la magnitud de sus palabras, cuando sentí su aliento abrasador sobre mi sexo palpitante. Los nervios volvieron a recorrer mi cuerpo, y la incertidumbre se poso bajo mi vientre.
-Dios, ¡dios! – jadee mientras mis ojos rodaban por inercia y mi cuerpo se tensaba al sentir su ardiente lengua acariciar los pliegues de mi zona más sensible.
-Relájate… esto te gustara… - susurro sobre mi sexo, antes de arremeter su lengua contra el.
Mi espalda se arqueo producto de las nuevas sensaciones jamás vividas antes. No entendía como, ni porque, pero ese musculo que tan hábilmente se enredaba con mi lengua, estaba llevándome a las cotas más altas del placer. Vencida, deje caer mi espalda sobre el ya inerte mármol, mientras sentía como su lengua golpeaba el interior de mi clítoris, alternando suaves movimientos, con fuertes lametazos.
A medida que aumentaban las presiones sobre mi protuberancia, mi cuerpo, bloqueado por la fuerza de sus manos, puestas ahora sobre mis caderas, se iba retorciendo de verdadero placer. Un sonoro jadeo rasgo mi garganta cuando sentí sus dientes mordisqueando mis labios inferiores, seguida de una nueva penetración de su lengua.
Estaba apunto de volverme loca cuando sentí como varios de sus dedos, no se cuantos, y sinceramente, poco me importaba en este momento, ayudaron a su lengua en la función de hacerme estremecer como jamás nunca lo había hecho.
Mi cabeza golpeo levemente contra el mármol cuando su lengua comenzó a trazar círculos por mi humedad, mientras sus dedos hacían lo propio en mi entrada, sin ningún tipo de compasión. Y entonces todo dejo de existir, y por momentos mi mundo se volvió completamente negro…
Mis manos aun temblaban cuando comencé a recobrar la consciencia de todo. Lleve una de éstas hasta mi pecho, el cual subía y bajaba arrítmicamente en conjunto a mi errática respiración. Poco a poco fui abriendo los ojos, encontrándome así con la triunfal sonrisa de Edward, él cual ya estaba comenzando a jugar con la tela de mi vestido.
-¿Cansada? – pregunto con arrogancia… ¡Cabrón!
-No… aún no – jadee pesadamente, mientras mis agotados músculos se resentían ante mis propias palabras.
-Pues entonces… - lamio sus propios labios con su lengua, mientras su mirada se iba centrando en mi cuerpo – continuamos – sugirió con voz ronca, mientras sus manos iban alzando la tela de mi vestido – a menos… que quieras descansar… ¿quieres hacerlo? – pregunto lascivamente antes de que sus labios comenzaran a jugar con mi ombligo.
¿Como podía excitarme nuevamente con ese simple gesto?
-Yo… si tu quieres… sigo – insinuaba con tintes de ironía mientras recorría mi vientre con sus labios…
¿Hacia falta contestar?... claramente no, y así se lo hice ver, enredando mis dedos en su pelo en un intento de atraerlo hasta mi boca.
-Levántate para que pueda quitarte el vestido – susurro en boca, susurro que golpeo directamente contra mi incipiente humedad.
Ayudada por sus manos, las cuales se aferraron nuevamente en mi cintura mientras las mías hacían lo propio en su cuello, volví a quedar sentada, casi a la altura de su boca.
Con desesperación, su lengua arremetió contra mis labios y se enredo con fiereza junto a la mía. Apenas un segundo se separo de ésta, cuando me desprendió de la única prenda que seguía vistiendo. Sus manos, volvieron a retomar vida propia por mi cuerpo, centrándose en mis senos, los cuales comenzó a masajear, tanteando así el terreno, para terminar apretujándolos entre sus dedos mientras su boca, iba acallando los gemidos producto de sus caricias.
De forma sutil, una de sus manos comenzó a pellizcar débilmente uno de mis pezones, a la par que sus caderas se pegaron contra mí, clavando su dureza, la cual seguía enterrada en el interior de sus vaqueros, contra mi desnuda intimidad.
Aún algo temblorosa, lleve mis manos hasta el cinturón, el cual tras varios intentos conseguí aflojar. No tuve igual suerte con el botón de sus pantalones, pues su abultado miembro, dejaba poco espacio para ello.
-Saca el preservativo que ahí en mi bolsillo trasero – pidió en susurros sobre mi boca, antes de comenzar a devorar mi mandíbula.
Sus peticiones, volvieron a ser ordenes para mi cerebro, y tras una breve inspección con mi mano sobre su duro trasero, introduje ésta haciéndome con el condón, no sin antes apresar su moya entre mis dedos, cuando volvió a pellizcar más rudamente mi otro pezón, aquel al que hasta ahora, aún no había abordado entre sus dedos, justo antes de que el mismo comenzara a desprenderse de sus ultimas prendas con una de sus manos.
-¿Me lo pones tu? – insinuó de forma sugerente mientras envolvía con su mano, su largo y endurecido pene.
No deje de mirar como se acariciaba lentamente así mismo, mientras mis dedos temblorosos luchaban con el molesto envoltorio metalizado. Y eso que esto era un invento para hombres, se suponía que no debía resistirse tanto, pero si tenemos en cuenta, que mi concentración estaba mermada por la vigorosa masculinidad que tenía frente a mi, junto a las ganas de volver a sentirla llenándome completamente… pues quizás hasta un niño pequeño conseguiría hacerlo mejor que yo.
Una nueva oleada de euforia recorrió mi cuerpo cuando mis dedos palparon por fin la viscosidad del látex. Sentí su mirada, fijamente sobre mí, mientras que con su ayuda, recubría su falo con el preservativo. Jadee pesadamente cuando sentí su punta, jugueteando en mi entrada, a la par que su boca volvía a estar en contacto con la mía con exasperación.
-Edward… - jadee desesperada al sentir como la punta de su pene se iba abriendo paso lentamente en mi interior.
-Dime… - susurro ronco, saliendo nuevamente de mí para después entrar escasamente, y así volver a salir.
-Por favor – suplique llevando mis manos hasta su trasero, intentando con ello ejercer presión hacía mi cuerpo.
Él nuevamente volvió a salir de mí, sin llegar a introducirse por completo. Jadeo en mi boca, a la par que sus ojos volvían a penetrarme. Intente atraerlo nuevamente hacía mis caderas, pero el volvió a salir de mi, mientras una lasciva sonrisa curvo sus labios
-Pídemelo – susurro pesadamente, a la vez que sus dedos, se clavaron con fuerza a través de la piel de mis caderas – Dime lo que quieres – repitió mientras volvía a entrar levemente en mi, y la frustración comenzaba a apoderarse de mi cuerpo.
-Follame – mi voz apenas fue un susurro.
-No te he oído – reitero volviendo a salir nuevamente de mí.
-Por favor… por favor… - suplique al borde de empezar a llorar, jamás había sentido tanta necesidad como en este momento.
-Por favor, ¿qué? – demando con fuerza, dejando la punta de su miembro en mi entrada.
-Follame – volví a susurrar - ¡Follame! – proteste. Al diablo con las vergüenzas.
-Yo solo cumplo tus ordenes – musito sobre mis labios antes de apresarlos entre sus dientes a la par que se hundía rudamente en mi interior.
Jadee con la primera de sus estocadas, gemí sobre sus labios cuando una segunda entrada, volvió a llenarme por completo, grite hasta el extremo de rasgar mi garganta, cuando una nueva penetración, logro traspasarme al punto de creer que me partía en dos y por encima de todo, deje volar mi mente, producto de las abrumadoras sensaciones que estaban recorriendo todo mi cuerpo.
Suaves jadeos emanados de su boca, se mezclaban con mis cada vez más fuertes gemidos, a medida que aumentaba la velocidad de las estocadas, y la presión que sus manos, ejercían sobre mis caderas. Un latigazo de puro placer, azoto mi espalda baja, haciendo que esta se arqueara por inercia, momento que Edward aprovecho, para volver a clavar sus dientes en el hueco de mi cuello, cual vampiro hace con su presa, pues eso era Edward para mi, un vampiro que conseguía chupar todas mis defensas, como si de sangre fueran estas.
-Túmbate - repito en un áspero susurro, y yo, cual sumisa hice lo que me pedio sin protestar.
Los huesos de mis ingles impactaron con fuera contra su pelvis, cuando, una vez ya acostada sobre la encimera, arremetió sus caderas contra mi. Siguió penetrándome, ahora a una velocidad algo más pausada, pero no por ello menos intensa. Pequeños gruñidos emanaban de su pecho con cada una de sus estocadas contra mí, gruñidos que se entremezclaban con mi ya cardíaca respiración.
Me estremecí completamente a medida que las embestidas iban siendo más profundas… lentas, pero cada vez con mayor profundidad. Era como si quisiera fusionar ambos cuerpos, como si quisiera traspasarme con cada una de sus entradas en mi ser.
Mis ojos, abiertos como platos por la impresión del vaivén de sus caderas, se quedaron embobados ante la imagen que me estaba ofreciendo de su cuerpo. Sus músculos, completamente tensos, su boca entreabierta, emanando por momentos gemidos más audibles, sus ojos, cerrándose con fuerza con cada nueva arremetida contra mí.
Pequeñas gotas de sudor perlaban su frente, acompañando a la película brillante que bronceaba su perfecta anatomía, la cual le hacía brillar como si de un ente sobrenatural se tratara.
Y entonces, una nueva ola de placer sacudió mi cuerpo por completo, haciéndome cerrar los ojos por la fuerte intensidad. Pocas sacudidas más tarde, Edward se desplomo sobre mi vientre, mientras mi cuerpo, aún seguía convulsionando.
¿Qué decía Rose de las cocinas?... Dios… ¡bendita cocina!
¿Run, run?... Besos, y como no voy a estar, os deseo que terminéis bien la semana y disfrutéis del fin de semana, si puede ser en una cocina… pues mejor ;-}