Que conste que llevo queriendo publicar, al menos uno adelanto del capítulo, desde la semana pasada, pero cuando no ha sido un pito a sido una flauta :S, así que os lo dejo ya, por lo que luego pueda pasar después, que ya no me fio :p.
Otra cosilla; en principio este capítulo iba a ser de otra manera, pero debido a lo muchísimo que me gusta enrrollarme a la hora de escribir, me he visto en la obligación de cortaros el capítulo, más que nada porque al paso que iba, iba a parecer más un libro que un capítulo, ya que cosa que se me ocurre, cosa que me empeño en meter. Digo esto porque el resultado no es que me convenza demasiado pero… como vuelva a leérmelo otra vez, voy a terminar por borrarlo :S (yo y mi bonita crisis de nada me gusta, nada me convence, a ver si se pasa pronto que ya van dos meses así :S)
Bueno, antes de nada voy a ir contestándoos, aunque sea de forma breve que los apuntes del examen que tengo el jueves me están mirando mal ¬¬.
Lau: Veo que tu también estas perdiendo la cordura como Bella, se lo diré para que se sienta más acompañada :p. Y aún queda para esos 30 minutos, o quizás no los hayan, o quizás sean más largos :p. Un abrazo para ti también y gracias ;).
Airam: Por tus palabras denoto que si hubiera dejado el capítulo entero sin cortar, no habría problema :p. Escribí con ganas el anterior capítulo, después de más de 15 días sin escribir, me puse y salió solo, para este no he tenido ese tiempo y he tenido que ir rascando minutillos al reloj cada día por eso su resultado… pero bueno que me voy del tema :p, que hay te dejo pareja para rato. Un abrazote para ti también y gracias ;).
Karla: Otra que se une al “Team sin cordura” así luego nos contáis si la idea de Bella sobre los psicólogos es cierta :p. ¿En que ayudan esas lecturas karla?... ¿que escondes que no quieres confesar? Te vigilo ¿eh?, aunque ahora este más ausente lo hago :p. Ay la boda… se acerca sí, pero antes sabréis un poco más de Edward, cada capítulo, un poquito más :p. Besitos para ti también y gracias ;).
Marianna: Hombre no, mataros no, pero si que entendáis a Bella y puede que un poquito que os quedéis de loca como ella :p. Hoy hay más sesión “cabecita de Bella”, y cada vez más, a eso me refiero con las curvas emocionales, curvas emocionales + esta Bella = locura asegurada :P. Respecto a lo de copiar, le he puesto un código al blog “anti plagios”, por lo que pueda pasar, ya que no conozco ni a la mitad de las lectoras y con My angel ya me la han jugado así que :s. De todas formas, si tu eras una de las que lo copiaba para guardárselo no te preocupes, voy a cambiar el sistema de publicación de los fics en cuanto termine los exámenes, ya lo conoceréis :p. Y respecto al pago de “favores sexuales”… ¡Ay! Es que… si lo digo… no, no lo digo, ya lo verás :p. Un besazo y gracias ;).
Marchu: Y eso que aún, no conoces la versión de Edward, esa si que os va a terminar por arrastrar al bando del “Team sin cordura” :p. Gracias por lo de deleite visual, eso significa que te lo imaginas bien en la cabeza lo cual es muy gratificante para mi :p. Besoides para ti también y gracias ;).
Erin: A mi no me echéis las culpas del incremento en vuestras facturas del agua ¿eh?, al menos no aún :p. Muy buena lectura de capítulo, pillas todos los detalles, lo cual también es bueno para mí. Y ya no te digo nada más porque ya lo va a hacer el capítulo por mí. Genial tu apreciación, de verdad ;). Un besazo y gracias ;).
Chicas, en general, gracias por vuestros ánimos y por haber entendido mi pequeño descuelgue. El que pueda a ver ahora se debe a falta de tiempo, ya que desde la semana pasada escribo a cuenta gotas debido a los exámenes, pero no vais a tener ausencia de capítulos hasta que los termine, ya que de momento, parece que lo tengo todo controlado, al menos eso creo, ahora me falta hacer lo mismo con Femme Fatale :s.
Y por último, para quién se haya leído todo esto :p, recordar lo os dije en el anterior capítulo, las curvas emocionales cada vez van cogiendo mayor fuerza así que… si os vuelvo muy locas, pensad que aún mas loca me esta volviendo Bella a mi :p.
Capítulo 28 – Solo déjate llevar
“Aún tres días antes de la boda”
-Ravioli de setas para ella y para mí…
No pude evitar sonreír ante el descarado gesto coqueto de la camarera, destinado hacía un impasible Edward que parecía estudiar con detenimiento que iba a escoger.
-Entrecot con guarnición de patatas. Y para beber ¿vino? –me pregunto tras cerrar la carta del menú, clavándome ese par de esmeraldas. Asentí- Vino tinto para beber –sentencio sin mirar ni un solo instante a la camarera.
Ésta terminó dándose por aludida, y sin mediar palabra alguna, cogió los menús y se marchó por donde instantes antes había venido.
-Entrecot ¿eh? –inquirí rompiendo así el pequeño silencio que se había formado.
-Tengo que reponer fuerzas –susurro a la par que guiñaba uno de sus ojos. Involuntariamente, agache la cabeza mientras una tonta sonrisa perfilaba mis labios.
Al levantar la vista, aprecie como la susodicha pelirroja que acaba de tomarnos nota, me miraba desde la lejanía de la barra de forma desafiante.
-¿Qué pasa? –pregunto Edward girando el cuello, en busca de aquello, o más bien aquella, en quien tenía puesta la mirada.
-Nada –susurre ante su pregunta. No pude evitar sonreír nuevamente, cuando sus ojos volvieron a clavarse en los míos.- Estoy fascinada de cómo llamas la atención, simplemente eso –respondí ante su inquietante mirada.
-¿Y eso es malo? –preguntó con ironía.
-No –sonreí… otra vez.- Al revés, me hace sentir menos loca de lo que creía.
-Tú también vas llamando la atención a tu paso.
-Si… es tanta la atención que apenas doy a basto -respondí mordaz ante su comentario.
-¿Porque no eres capaz de quererte un poco más? –inquirió con severidad tras inclinarse hacia la mesa para apoyar sus codos sobre ésta y cruzarse de brazos.
-Me quiero –a mi manera pero lo hago.- Simplemente soy realista.
-Explícate –pidió.
Suspire ante el gesto de su mano, el cual me invitaba a continuar hablando.
-Soy consciente de la envidia que despierto yendo a tu lado, todas me miran con cara de “eres una perra” “¿Qué hace una tía como tu, con un tío como ese?” –agrave mi voz teatralmente, causando una amplia carcajada en Edward- Y yo me estaría haciendo la misma pregunta, si esto, no fuera más que un trabajo por tu parte –añadí, acallando con ello sus risas.
-Eres incapaz de relajarte y dejarte llevar.
-Lo hago –respondí ante el fruncimiento de su ceño- créeme que lo hago –valla si lo hacía- pero es inevitable que a lo largo del día, esa idea no cruce mi cabeza. Por mantener los pies en la tierra más que nada.
-Bella lo siento pero… una persona que me hizo acompañarla hasta el baño, envuelto en una sabana, porque le daba vergüenza verme desnudo, cuando ya me había visto en otras situaciones –giro su cabeza en signo de negación- no puede decir que tiene los pies sobre la tierra.
-Cada día me demuestras mas que no eres el caballero andante que me has hecho creer ser –conteste a su comentario cargado de humor.
-Y tú que no eres tan recatada como quieres aparentar –susurro, trayéndome de vuelta lo ocurrido hacía escasa media hora en aquel establecimiento público y por ende, instalando un fuerte rubor en mis mejillas.
Cuando volví a alzar la vista, agazapada hasta el momento por su comentario, su sonrisa arrogante continuaba perfilando sus labios, imposibilitándome con ello el poder pensar en cualquier tipo de respuesta.
¡Maldito Edward! ¿Por qué tenía que sonreír de esa manera? ¿Y por qué su mirada seguía fija en mí, junto a esa expresión de tranquilidad? Esa que parecía decir que todo estaba controlado…
-Aquí tenéis, el mejor vino de la casa –la interrupción de la camarera, lejos de alejar esa maldita expresión del rostro de Edward, la acentuó, provocando que ésta se marchara con suma rapidez sin llegar a abrir la botella.
-¿Porque me miras de esa forma? –me atreví a preguntar al fin.
-No se… dímelo tu –insinuó. Y de nuevo esa sonrisa picarona volvió a su rostro.
Un bufido se escapo de mis labios, mientras apartaba nuevamente la mirada de la suya.
Esto era de locos, lo que hasta ayer solo conseguía ponerme algo nerviosa, ahora contraía mi estómago en un fuerte nudo, como si de una adolescente me tratara.
Ya no conseguía seguirle el juego, por mucho que me empeñara en mantenerle la mirada, cada vez que esa jodida sonrisa surcaba sus labios, mis defensas se desplomaban como si de un fuerte virus se tratara ésta, algo que a él, lejos de intimidarlo o indicarle que parara, parecía invitarle a continuar.
Era como si estuviera disfrutando con ello, como si se sintiera alagado con mis sonrojos, como si se regocijara con ellos.
Volví a mirarle topándome de nuevo con aquellos ojos inquisidores que parecían querer entrar en mi mente y averiguar mis pensamientos. Internamente, le di las gracias por no poder tener acceso. Si lo tuviera, su ego se inflaría a límites insospechados al ver como él, y únicamente él, era el causante de mis desvaríos.
-¿De que te ríes? –pregunto Edward cuando la risa ante mi propio pensamiento, no paso desapercibida a sus ojos.
-Nada –susurre, aunque de poco sirvió mi escueta respuesta. Sentía el peso de su mirada, aún sin poder verla, ejerciendo aquella presión que tan bien sabía dominar.- Estaba intentando pensar en razones por las que me miras de esa forma.
La vergüenza volvió a hacer acto de presencia ante mi confesión. ¿Por qué tenía que ser tan natural? ¿Por qué sencillamente no podía mentirle?
-¿Y porque crees que lo hago? –inquirió curioso, volviendo al mismo juego de minutos atrás.
-No se –titubee sin llegar a mirarle directamente- ¿Por qué te resulta gracioso sofocarme? ¿Por qué hay algo en mi cara que te parece gracioso? ¿Por qué te apetece?... no se.
Las palabras fluían por mi garganta sin apenas pensarlas, mientras el calor volvía a instalarse en mis mejillas imposibilitándome mirarle más de tres segundos seguidos.
A este paso, Edward terminara pensando que soy una reencarnación de Heidi y que me paso el día pensando en ovejitas.
-Si te incomoda que lo haga, no lo haré más –susurro, y yo no pude evitar mirarle nuevamente.
-No es incomodez… -susurre en respuesta, sintiendo como el rubor se acentuaba- Me da… me da vergüenza, eso es todo –conseguí balbucear al fin.
¿Pero porque tenía que darle explicaciones? ¿Por qué?... Así nunca conseguiré que deje de mirarme de esa forma.
-Eres la persona menos arrogante que he conocido –respondió tras varios segundos de silencio. No pude evitar mirarle nuevamente al hacerlo- Si tu fueras esa camarera, ahora mismo estaría saltando de alegría por lo ocurrido en el baño, pero tu –se encogió de hombros- siempre te avergüenzas.
Justo igual que ahora.
-Si esa camarera te tuviera delante por las mismas razones por las que yo te tengo –negué con la cabeza acompañando a mis palabras- quizás no saltaría tan alto.
-En ninguna parte de nuestro “acuerdo” –entrecomillo la palabra con sus dedos- esta recogido lo sucedido en el baño… ni en ninguna otra de las partes –y de nuevo, su sonrisa arrogante volvió a surcar sus labios, haciendo que el nudo de mi estómago se contrajera más.
-Pero eso no quita que no sea tu trabajo –susurre en un intento de olvidarme de aquellos recuerdos que sus palabras habían traído a mi mente.- Tu mismo lo dijiste el domingo… Mil quinientos dólares por…
-Todavía es pronto para tener esta conversación –susurro acallándome.
Instantáneamente, mi mano, la cual sostenía uno de los tenedores golpeando este contra el plato aún vacio, producto de los nervios, soltó el utensilio al sentir el calor de la suya, justo sobre la palma de ésta.
Aquel gesto no hizo otra cosa sino ponerme aún más nerviosa.
-¿Pronto?... –susurre- Y que más da. El domingo mí hermana se casa, tú volverás a tu casa y yo a la mía a buscar la fórmula con la que voy a pagarte –dije de manera atropellada- Y todo acabara –suspire, pero precisamente no de alivio- Ese fue el acuerdo.
-Si, ese fue el acuerdo, pero no por ello nos tenemos que dejar guiar por él los días que quedan… ¿o sí? –pregunto girando su cabeza en un intento de buscar nuevamente mi mirada, agazapada en ese par de manos que ahora estaban entrelazadas.
-Ves, tú actúas con esa naturalidad y yo lo intento pero, mi cabeza… –musite.
-Dile a tu cabeza que se relaje –sonrió.
-No es tan sencillo –me sincere, ahora si, sin apartarle la mirada- No lo es, para ti puede pero –volví a cerrar los ojos- para mi no.
Una parte de mí, aquella que llevaba silenciada desde hacía días, ahora me gritaba que me callara, que siguiera como hasta ahora, dejándome llevar sin pensar en nada más. Pero luego estaba otra parte de mí, otra que ni siquiera Edward con sus mil y una sonrisas podía silenciar.
-¿Y si no fuese quien soy? –inquirió consiguiendo con ello que volviera a mirarle- Si no me dedicara a lo que me dedico, si no fuese más que un desconocido al que conociste por casualidad, he invitaste a venir contigo… ¿Tu mente se relajaría?
-Puede que sí –o puede que viera una esperanza detrás de todo esto, aunque no supiera a que tipo de esperanza me estaba refiriendo.
Dios… todo esto me estaba superando.
-Bella –suspiro- Entiendo que para ti todo esto sea… confuso. Créeme, para mi no es tan fácil como crees. No suelo guiarme por un guión y raramente suelo tener que recordarme que esto no es más que un trabajo. Y lo creas o no, esta es la vez que más veces me lo he tenido que recordar.
¿Qué estaba insinuando?
-No te entiendo.
-Si lo haces, solo que no quieres creerlo por esa estúpida imposición que tu misma te creas –dijo señalándome con la mano que aún tenía libre- Si no me atrajeras como lo haces, no tendría que recordarme tantas veces que esto solo es un trabajo.
-Como hago yo –asintió a mi pensamiento dicho en voz alta.
-Es un trabajo, cierto, pero quizás el más gratificante que he tenido en años… -calló- puede que nunca haya tenido uno así –y ahora el que aparto la mirada fue él.
-Esto no ayuda a sofocar mis sonrojos –dije entre risas nerviosas.
-Bella –susurro mi nombre riendo conmigo- Ya te dije mi opinión cuando tuvimos esta conversación. No pienso cambiar de criterio al respecto. Queden los días que queden.
Y en momentos como estos, era donde mi otro yo resurgía con más fuerza que nunca para gritarme que todo esto no era más que una locura. Aunque lo intentara, no podía acallar esas preguntas que inconscientemente se formaban en mi mente. Preguntas tipo… ¿Por qué me altero cuando me mira de esa forma?, ¿por qué mi piel se eriza con tan solo una sonrisa?, ¿por qué mi cuerpo tiembla de esa manera con tan solo un simple roce por su parte?
Dicen que las mujeres tendemos a encasillar las cosas, las situaciones y a las personas aunque nos neguemos a hacerlo. Yo no hacía ni veinticuatro horas que había decidido no pensar en los tipos de encasillamientos en los que podría meter a Edward.
Pero aquí estaba ahora, preguntándome a mi misma que había detrás de todo esto, intentando descifrar si todo esto no era más que una actuación, simple atracción sexual o si… o si había algo más detrás, trastocando cada uno de mis sentidos.
-A ver como le explico eso a mi mente –susurre al sentir de nuevo el peso de su fija mirada.
-Hazlo con vino, siempre ayuda –rió a la vez que apartaba su mano de mí y se hacia con la botella para abrirla.
No pude evitar llevar mí otra mano hasta la zona donde hacía segundos aún estaba la suya. Aun podía sentir el calor de su caricia en ella.
-El vino lo único que hace es complicarlo todo y luego hace que mi mente tenga el doble de trabajo –dije mirando como iba llenando mi copa.
Edward sonrió y abrió su boca para contestar, pero la presencia de la molesta camarera se lo impidió.
-Aquí tenéis. Ravioli de setas para ti y entrecot para ti ¿desea algo más? –le pregunto a Edward. Éste ni siquiera se inmuto para mirarla.
-Yo no, pero quizás ella si desee algo ¿por qué no le preguntas? –inquirió Edward.
Ahora mis sofocos fueron acompañados por los de la camarera.
-Si claro… ¿Usted desea algo más? –aunque su voz sonara avergonzada, su mirada no lo era, por ello no pude evitar la sonrisa maliciosa que se escapo de mis labios ante la pose de digna que me dedico tras mi negativa.
¡Que se joda! ¿No es eso lo que ella pensaba mientras intentaba coquetear con Edward?... pues que la den, por intentar robarme lo que es…
“A ver Bella… céntrate un poquito e intenta tranquilizar a las animadoras imaginaras que flotan por tu mente danzando el baile de la victoria, y repite conmigo; Edward no es tuyo, Edward no es tuyo, Edward… no es tuyo.”
-¿Qué has dicho?
-¿Eh? Nada –estúpida mente- No he dicho nada –respondí atropellada.
Señor, por favor, que no me haya escuchado.
-Creí –volvió a fruncir el ceño- Da igual.
Un suspiro de puro alivio broto por mi garganta tras su respuesta. ¿Qué le habría dicho si me hubiera escuchado?
¡Tú! Abandona personas, vuelve al sitio donde has estado estos últimos días. ¡A ver quien te ha mandado venir!
“La encrucijada en la que se ha convertido tu mente.”
-¿Estas bien? -alce mi vista para encontrarme de nuevo con el ceño fruncido de Edward.
Asentí mientras me hacia con mi copa y me bebía de un trago todo su contenido. Si hasta ahora, Edward ponía en duda mi locura, después de aquel gesto, seguro que ésta le quedaba más clara. Y todo por culpa de aquella vocecita, que solo aparecía cuando más confusa estaba.
Dios mío, si alguien pudiera entrar en mi mente alucinaría con mis peleas internas, mis preguntas estúpidas y mis voces misteriosas, esas voces que intentaba alejar de mi cabeza pero que no eran más que el producto de la ya poca razón que me quedaba.
Y a juzgar por la cara con la que me estaba mirando ahora mismo Edward, debía de hacerlo rápido y lejos de su vista.
-Vuelvo en un minuto –susurre sin apenas devolverle la mirada, para cuando contestara, yo ya estaba abriendo la puerta del servicio.
-¿Qué coño estas haciendo? –le grite al reflejo de mi cuerpo.
-¿Me dice a mi?
Mierda.
-No… -respondí en un resorte a aquella voz procedente de algún cubículo- disculpe no… no hablaba con usted yo…
“Corre, metete en uno de los baños si no quieres salir de aquí con una camisa de fuerza”
Nada más cerrar la puerta de un portazo, me senté sobre la tapadera del wáter en un intento de recuperar el aire y de paso, algo de la cordura que parecía haberse quedado en Boston.
Respire hondo en un intento de ordenar todas las ideas que se agolpaban en mi mente.
Todas tenían el mismo nombre. Edward. Un hombre, en apariencia maravilloso, que ahora mismo se estaría preguntando si no estaría mejor en su casa, en vez de aquí, lidiando con una loca como yo.
A ver Bella, céntrate, por tu bien hazlo.
Lo que te ofrece Edward es muy simple, no tendría porque haber ningún tipo de complicación. Le atraes físicamente, eso ya lo sabes porque te lo dijo hace unos días en la cocina de tu casa, y por si quedaban dudas, hoy te lo ha vuelto a repetir. No te pide ningún tipo de complicación ni de compromiso, es muy simple. Tu le has pagado por venir hasta aquí y él esta dispuesto a dejarse llevar por su atracción hacía ti los días que queden ¿qué problema hay en todo ello?
Vaya ironía, me estaba haciendo a mi misma la pregunta que tantas vueltas daba en mi cabeza.
¿Qué problema hay?... en teoría ninguno, en teoría. En la practica estaba claro que algo más pasaba ¿el que?... si lo supiera no estaría encerrada en el cubículo del baño, preguntándome a mi misma que estaba pasando, con Edward hay fuera contando los minutos para llamar al manicomio.
Dios… ¿porque las mujeres tenemos que ser tan complicadas? ¿Por qué tendemos a pensar las cosas diez mil veces? ¿Y porque vemos cosas donde no las hay?
En cambio Edward… Vale que por las respuestas que me había dado esta noche, quedaba claro que le había dado vueltas al tema pero… también estaba claro que ya había decidido. Entonces… ¿Por qué yo no podía tenerlo tan claro?
¿Y si le digo que mejor seguir como al principio? Aparentando ser pareja y todo eso, pero sin ningún tipo de roce más… No… imposible, ahora era yo la que no quería dejar de sentir esas caricias…
“¿Y entonces que es lo que quieres?”
Nada… si yo no quiero nada… Yo solo quiero…
Dejar de pensar, eso es lo que tengo que hacer de una maldita vez, dejar de pensar tanto las cosas y no intentar ver nada más allá, porque no hay nada más allá. Por qué no las hay ¿verdad?
“Tú sabrás.”
¿Esa es tu respuesta?... menos mal que no cobras un sueldo.
Suspire ya algo más tranquila. La respuesta a lo que tenía que hacer estaba clara, debía dejar de hacerme preguntas, como fuera pero debía dejar de hacérmelas. La primera que debía aparcar en cualquier parte de mi mente, era la pregunta a si Edward actuaba o no también conmigo.
Puede que sonara un poco egoísta pero, ¿si yo disfrutaba tanto como lo hacía?... ¿Qué más dará si él también lo hace o no? Bueno, eso si que importa, esta en juego mi orgullo como mujer pero…
“No te vayas del tema.”
¡Que no, que no! Edward disfrutaba, al menos eso parecía, si pensaba en mi o no cuando lo hacía… eso era otra historia, que tampoco debía importarme pero que si me importaba porque…
“Bella.”
Vale Bella, esto es lo que vas a hacer. En tres días tu hermana se casara, Edward volverá a su casa, tu a la tuya y lo sucedido durante estos días entrara a formar parte de tus recuerdos, y durante el tiempo que queda, no vas a volver a cuestionarte porque sonríe o porque deja de hacerlo ¿de acuerdo?
“¿De acuerdo?”
Vale Bella… no más preguntas.
Mucho más tranquila tras mí charla interna conmigo misma, decidí que ya era hora de regresar a la mesa, antes de que Edward entrara a buscarme y la cosa se volviera a complicar. Pero antes, y aprovechando que ya me encontraba en el servicio, haría aquello que se supone que se hace en los servicios.
-¡Mierda! –joder, no podría ser un poquito menos… ¿escandalosa?
Señor… ¿Dónde coño están mis… bragas?
“Bella.”
Se que he dicho que no voy a hacerme más preguntas pero… creo que esta es una pregunta que si debo de hacerme, ya que la gente común no va perdiendo su ropa interior por cualquier parte sin saberlo, no es como si fuera un colgante o unos pendientes, se pierden las bragas cuando te las quitas o en su defecto te las… quitan…
Hay que joderse…
Aún no había puesto fin a mi monólogo interno, cuando la imagen de mi cuerpo acorralado entre la pared de un lugar similar a este y el de Edward, apareció a modo ráfaga de luz en mi cabeza.
Misterio resuelto, ya sabía quien me las había quitado, y era evidente que, en ausencia de ellas, estas se habían quedado allí.
Bueno… hay quien deja pruebas de su paso por los servicios en las puertas de estos, yo en cambio soy más original, dejo mis bragas. Menos mal que no había adquirido la costumbre que tenía Renee cuando éramos niñas, de bordar nuestros nombres en la ropa por si ésta se perdía en la escuela o mientras jugábamos en el parque. De ser así, ya me estaba imaginando miles de carteles esparcidos por la ciudad, con la foto de mis bragas impresa en ellos junto al escrito… “propiedad de Isabella Swan. Reclámelas donde las perdió.”
¿Y si alguien se las encontraba? Bueno, era evidente que alguien acabaría encontrándolas pero… ¿Y si era una loca perturbada y se las acababa poniendo? ¿Y si esa loca perturbada era mi futura psicóloga? Ya podía imaginarme el momento psicoanálisis con mis bragas en su mano…
-Bella… deja de me pensar un ratito anda… –me susurre a mi misma, una vez fuera del cubículo, mientras me lavaba las manos e intentaba ordenar el nido de pájaros en el que había convertido mi pelo gracias a mi desesperación.
Vaya día, consiento ser y masturbar en público, mantengo relaciones sexuales en los servicios de dicho establecimiento público, dejo mis bragas allí de recuerdo, me doy cuenta de su ausencia tras una pelea conmigo misma, en otro baño público. ¿Qué más podía pasarme hoy?
-Perdone ¿no tendrá un tampón?
Alce la vista hacía el espejo, buscando con ello el reflejo de la dueña de la voz que acaba de escuchar a mis espaldas. Ni siquiera me dio tiempo a negar con la cabeza, mis ojos, al igual que mi cuerpo fueron deslumbrados ante la imagen de la susodicha frotándose los dedos contra sus partes nobles sin ningún tipo de pudor.
A dios gracias que lo había hecho por encima de su ropa, de hacerlo sin ella, la factura con mi futura terapéutica iba a ser muy, muy larga…
Escopeteada, salí del baño casi sin llegar a contestar, rezando porque aquella… porque aquella, no se hubiera topado con mis bragas. Si no se había cortado un pelo a la hora de contener sus picores más íntimos, ¿quien dice que no se haya podido enamorar de mis bragas y cambiarlas por las suyas?
-¿Seguro que estas bien? –inquirió Edward, una vez llegue hasta mi destino y me senté, no sin antes golpearme la rodilla contra una de las patas de la mesa.
Maldito día.
-No después de lo que acabo de ver – respondí tras un largo sorbo a mi copa ya rellenada.- Tú sigue comiendo, mejor te lo cuento fuera –conteste casi sin aliento, a la expresión de confusión dibujada en su rostro.
-¿Segura?
-Si, tranquilo estoy fantástica –sin bragas… pero fantástica –Oye una preguntita… por curiosidad y eso. ¿Por algún casual… tu no sabrás donde esta mi ropa interior?
Se que hacía escasos minutos que me había jurado a mi misma no volver a preguntar nada pero… necesitaba salir de dudas, y era eso, o ir hasta la susodicha y pedirle que me enseñara las bragas cosa que no pensaba hacer por supuesto…
-En mi bolsillo –susurro acallando con ello a mi mente.
-¡Ah! Mira tu que bien… es un alivio –dije sarcástica.
Al menos ya podría mirarle a la cara a la del baño… Bueno, mejor no.
-No iba a dejarlas allí así que…
-Ya… -susurre, siendo yo ahora quien silenciaba a Edward- Mientras no las uses de servilleta… todo ira bien –bromee.
-No lo había pensado pero… -calló
¿Qué estaba insinuando?... No más preguntas Bella, no más preguntas.
-¿Esta bueno eso que comes? –pregunte rápidamente, silenciando con ello las posibles futuras preguntas de mi cabeza.
-Mucho, aunque los he probado mejores ¿quieres probarlo? –pregunto señalándome su plato, donde un imponente filete, glaseado por una salsa en apariencia suculenta y acompañado por unas verduritas a su alrededor, me miraba con cara de “cómeme”.
Hombre… un trocito no engordara mucho. No Bella ¡no!, esa comida está prohibida, piensa en las pobres vacas correteando por los pastos.
-No gracias –dije en un mohín- no vaya a ser que vuelva a Boston y me convierta en una carnívora compulsiva –lo que me faltaba, un problema más a mi larga lista a tratar.
-En Boston lo único que comerías sería carne congelada. Pocas granjas de Estados Unidos crían vacuno, y ninguna esta en el estado de Massachusetts. Pero en Italia, Francia y España, son sublimes –susurro antes de meterse en la boca un trozo de aquel delicioso y apetecible…
-¿Has estado en todos esos sitios? –pregunte desviando mi atención de aquel plato tan tentador como su propio dueño.
-Ajam –vocalizo- y en algunos más –añadió tras masticar.
-Que envidia, yo lo más lejos que he estado de aquí es en Boston –y al paso que iba, no creo que fuera a ir mucho más lejos.
-Soy un trotamundos, me gusta apreciar la cultura y costumbres de otros lugares, así que cuando puedo me escapo unos días –y encima era culto. ¿Tenía algún defecto este hombre?
-¿Y te vas tu solo?
Juro que mi pregunta no es más que simple y llana curiosidad.
-Uno nunca viaja solo, nuestra mente siempre nos acompaña –sonrió tras aquella frase poética.
-Entonces la mía es muy buena compañera –murmure entre dientes- ¿Y hablas los idiomas de esos países que me has nombrado?
-Apenas los chapurreo, pero el italiano y el portugués se me dan bastante bien –respondió con naturalidad, asombrándome aún más si cabía.
-¿Sabes italiano? –asintió- Dime alguna palabra –pedí.
-¿Cual?
-La que sea.
-“Hai un bel nome. Bella”.
-Solo entendí mi nombre –susurre mientras una tímida sonrisa se escapa de mis labios.
-Bella es Belleza –matizo en un susurro- eso significa tu nombre, por eso he dicho que tienes un nombre precioso –sonrió y el rubor volvió a instalarse en mis mejillas- “Mi piace il colore delle tue guance”
-¿Y eso que significa? –pregunte embelesada por el sonido de su voz, pronunciando aquel idioma tan desconocido para mí.
-Me gusta el rubor de tus mejillas –mis ojos se cerraron ante los nervios ocasionados por su respuesta- “E mi piace quando sorridi” –volvió a susurrar.
No entendí ni una sola palabra de lo que dijo, pero así fuera la frase más repulsiva del mundo, era la cosa más excitante que nunca antes había oído.
-Y me gusta cuando sonríes –musito antes de que yo fuera capaz de preguntar su significado, haciendo que de nuevo mis defensas cayeran en picado- “Odio quello sguardo” -sus palabras acariciaron mi oído de igual forma que sus dedos lo hicieron con mi pelo.
Sentí mi cuerpo estremecerse por completo ante ese gesto. Mis ojos volvieron a cerrarse y su mano no tardo un solo instante en acariciar mi barbilla alzándola con ello.
-“Guardami. Voglio guardare” –y no pude evitar mirarlo nuevamente, ante aquel susurro ronco de su voz, para encontrarme de cerca con esas gemas llameantes.
-No entiendo lo que dices –susurre sin poder dejar de mirar hacía su boca.
Estaba cautivada por el movimiento de sus labios al hablar, hechizada por la sonrisa que se dibujaba en ellos mientras lo hacia, extasiada por el sonido de su voz al pronunciar aquellas palabras tan desconocidas para mí, pero no para mi cuerpo, el cual sentía flotar en la pequeña burbuja en la que parecía encontrarme, una en la que no habían preguntas, ni vacas, ni camareras repelentes, ni siquiera picores impudorosos, solo Edward y yo.
-¿Y te gustaría entender lo que digo? –indago curvando nuevamente sus labios en aquella forma que tanto me aturdía, mientras su dedo índice se paseaba por mi cuello hasta alcanzar mi hombro, para después deslizarse con suma lentitud por mi brazo.
Para ese instante, el nudo de mi estómago ya estaba girando a gran velocidad.
¿Cómo iba a poder mantener la mente fría así? Así era imposible poder pensar con claridad.
-¿Hace un poco de calor aquí no? –inquirí utilizando mi mano de abanico improvisado.
-“Non deve essere nervosi” –para cuando sus palabras golpearon nuevamente mi oído, su dedo estaba recorriendo ya la curva de mi cintura.
-Edward no te entiendo, y eso no ayuda en nada a calmar mis sofocos –apenas pude escucharme la voz.
Estaba en un restaurante repleto de gente, tan sofocada como excitada, sin bragas y acompañada de un hombre al que, a juzgar por el lugar por el que empezaba a descender su ligera caricia, eso parecía importarle más bien poco.
-¿Porque no nos vamos a dar un paseo? –pedí con voz ahogada.
Necesitaba salir de allí con urgencia si no quería que la escena del cine se volviera a repetir, y dado al grado de excitación que Edward estaba despertándome, era muy probable que eso terminara por pasar.
-No…
-¿No? –inquirí nerviosa, conteniendo mis ganas por aferrar mis manos en cuello y besar aquellos labios mientras sus manos recorrían todo mi cuerpo y…
Dios… necesito salir ya de aquí.
-Aún tengo que ganar una apuesta –murmuró con voz ladina.
-¿Una apuesta?... –puta apuesta. Estaba yo para apuesta ahora mismo- Da igual… ya has ganado –mi voz rasgo mi garganta en una suplica.
-“Lasciarsi andaré” –susurro antes de alejar su mano de mi cuerpo y utilizar ésta para llamar a la camarera.
¿Alguien tenía un diccionario? Y de paso un babero, pero no precisamente para el cuello…
No se si pensaréis como yo pero, creo que Bella esta empezando a darse cuenta de que… no sabe jugar a ese juego que Edward parece ofrecerle, y el resultado es que esta empezando a quemarse. A ver si consigue apagar ese fuego, o de lo contrario termina quemándose por completo.
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Almu
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13:31