¿Quieres? - Capítulo 24

Antes de que paséis a leer, os explico una cosilla. Como estoy de exámenes, mi intención era haber escrito cuatro capítulos por adelantado del fic, y publicaros uno por semana, pero como me enrollo más que las persianas, pues al final solo he podido escribir dos, este, y otro más, el cual publicare dentro de dos semanas ¿vale?, así no dejo el fic tanto tiempo sin actualizar, que el pobre mío, le ha pillado septiembre, diciembre, febrero, dos gripes fuertes, una sinusitis… Vamos que, el siguiente capítulo se subirá en dos semanas, y no lo subiré yo, os lo subirá Ayyys, porque el ordenador y yo en exámenes, pues si de normal nos solemos llevar regular, en exámenes…, así que en el próximo capítulo no podre responderos como vengo haciendo desde hace semanas, en el siguiente prometido que lo haré .

Sigo respondiendo dudas y creando algunas más:

Pero antes…, veo que a muchas os gustaron los zapatos, la autora, es decir yo, los adora. En unos pocos meses será mi cumpleaños, y quiero que sepáis que se aceptan regalos (si cuela, cuela ¿no? ).

Muñ3: Si que fue lo que creía, pero ya se esta curando, gracias por los ánimos . La parejita, no tenía pensamiento de incluirla, de hecho fue algo que se me ocurrió tras revisar el capítulo. No se, me hizo recordar a algo parecido que viví el verano pasado saliendo del supermercado. Una pareja igual, que no paraba de pelearse, pero que luego se abrazaron y arrumaron como si tuvieran 15 años… A Bella no se si con Edward, pero a mi si me gustaría llegar así de bien. Gracias

Erin: Yo es que soy mucho de detalles, pero a veces pienso que me enrollo demasiado en ellos y eso os puede cansar un poquillo, por eso digo lo de flojo , pero como tu bien dices, es en esas cosas tan simples, donde se comienza a ver la evolución de los personajes. Uy la apuesta, ese tema será interesante… vaya si será. Yo también se como se sintió la pobre, nunca se me olvidara, tenía 19 años… que vergüenza que pase, y es algo natural pero ese momento . Uff lo de diosa , para nada , lo de Edward es algo que siempre tuve en mente, por eso siempre escribo con la óptica de que luego tendré que transcribirlo con él. Uy el parto, mira yo no lo he vivido, pero dos amigas mías si, y sus historias… no son nada bonitas… nada… pero si son comparables a los dolores que he sentido y sigo sintiendo… creo que prefiero el parto, muy mal, ahora estoy mejor, pero de verdad, que lo he pasado fatal . Gracias

Karla: Tu reflexión sobre el dinero me ha gustado Karla, y tienes razón, ya no es solo la mujer la que se aprovecha de eso, también hay hombres que se acostumbran y… luego no hay quien los haga pagar nada. Lo mejor, en todo, ya no solo el dinero, en todo, es mitad mitad, una relación la forman dos, y ambos deben aportar por igual, como digo, no solo en el dinero, sino en todo, y saber, que si de una parte no puedes dar más que tu pareja, tener la consideración de dar más en otra que sepas que tu otra mitad no puede dar. Flexibilidad chicas, una de las claves importantes para la pareja (y no física que nos vamos conociendo ya ¿eh?, aunque si también la hay, pues mejor )… Lánzate… no te cortes ¿quien crees que ganara la apuesta?, 50, 50, di un nombre, yo ya lo se . Tienes razón Karla, es una cosa súper natural, pero, si te pasa como a mi, que no lo esperas, encima era una cría, pero vamos, que eso era lo de menos, y ves como tu pareja, lo coge tan normal, y lo pasea por todo el súper pues tu estas hay que dices… todo el mundo me esta mirando, aunque sabes que es mentira, pero no lo puedes evitar . Karla!!, tus deseos son ordenes para mi . Gracias

Marchu: Primero que nada bienvenida a estos lares, y encantada de que te animaras a leer y comentar este fic también, esta no es la Femme Fatale pero ésta está como una cabra y os contagia sus locuras aunque no queramos , y a parte es un poco todas las mujeres, solo que llevada al mas absurdo de los extremos . El niño es la leche, cuando crezca recordara aquel día que le pregunto a aquella señora, si le daba un globito para soplarlo y jugar, y entonces pondrá la misma cara que Bella al recordar su historia . Pobre. Vosotras si no, recordar la primera vez que visteis uno, sin saber lo que era. Yo mi secreto lo dejo guardado como hace Bella . Gracias

Airam: Soy una maniática María, ya lo vivisteis con My angel y ahora lo estáis viviendo aquí, y en todo lo que vendrá, porque vendrá mucho!!, pero eso ya es otro tema . Las dudas de Bella, son normales en cualquier mujer, hay que ponerse en su situación, Edward… es un extraño, aunque lo este conociendo, no deja de serlo, y su cuerpo esta empezando a tener reacciones que no esperaba, que ni siquiera imagina, y a mi, me encanta narrar todo eso al milímetro porque así consigo meteros en los personajes , soy una pesada lo se, pero a mi me encanta encontrarle el sentido a las situaciones más irreales, ya lo sabes . Tu lo has dicho Maria, cuantas veces no nos hemos puesto frente al espejo y hemos dicho, “esto no me gusta”, miles… como digo siempre, Bella tiene un poquito de todas. Esa apuesta, hay esa apuesta!!!... Y la parejita… ¿tendrá eso Bella el día de mañana?, ¿será Edward su acompañante al supermercado por los siempres?... Gracias

Marianna: Como te dije por el chat, ya ando algo mejor, gracias por los ánimos , y más para ti que se que dentro de poco vuelves al redil… Algún día nos tocara la lotería Marianna, algún día, solo es cuestión de jugar . Como digo más arriba, en las situaciones tan simples como estas es donde se ve la evolución de los personajes, y aquí, poco a poco, ya se esta viendo. Y Bella también es que es un poco pervertida, porque a la pobre le falto poco para tirarse y estampar a Edward contra una estantería, le falto valor, porque ganas… ya vimos que no . Una que se lanza a apostar, votas por Edward, ok, me lo apunto… ¿alguien más?. Me gusta tu reflexión sobre el tema de los preservativos, ¿veis?, sin pretenderlo os hago reflexionar y eso me encanta. Toda la razón, pudor no debería haber ninguno, y sobretodo cuando hay tanto en juego, hay que usar la cabeza sino luego… puede venir el lamento . Me encantan tus testamentos que lo sepas. Gracias

Dana: Yo en principio pensé que era por la alergia, me pongo malísima en primavera y esta más, y en parte a sido por la alergia, me ha segregado todo ese flema que no ha querido salir de mi cuerpo porque se ve que lo trato con cariño (nótese el sarcasmo), y así estoy, con una sinusitis y cortisona de 60 mg, así durante un mes… y justo este mes… pero bueno… resignación, no me queda de otra. Poquito a poquito Dana, poquito a poquito se va soltando y vosotras ya lo vais percibiendo, cada capítulo un poquito más. Gracias

Ayyys: ¿Te has imaginado esa escena dentro de unos años ayyys?, tu con tu churri, por el supermercado, peleándoos por la comida que nos vais a comprar a las pesadas de las ocupas!!! . Yo creo que si se han pasado con la dosis, yo normalmente suelo estar mas loca que cuerda pero… últimamente, se me va demasiado rezar por que la medicación no dure mucho tiempo . El capítulo post-coital fue una locura, las ideas e imágenes venían solas a mi mente, creo que fue por culpa de ese capítulo el que la cordura empezara a desaparecer … 23 ya… 23 que parecen como 40 porque mama mía, parezco una persiana , aún quedan . Gracias .

Y una última cosilla, quiero que sepáis, que el besito que Robert le dio a Taylor el otro día, me ha hecho pensar una cosita, y el hecho de que anoche una persona despiadada y perversa, me mandara un video aún más despiadado y perverso… no ayudo nada a que esa idea desvaneciera… Ale, ahí queda dicho

Y sin más…

Capítulo 24 – Mis dos yos

“Todavía a cuatro días de la boda”

No proteste más tras montar en el vehículo, ni tampoco de camino a casa, ni cuando me saco de ella a rastras tras dejar la compra en el frigorífico, era poco lo que conocía a Edward, pero la evidencia de días pasados me decía que, cuando se le metía una idea en la cabeza, no paraba hasta conseguirla, así que el negarme a ir a la playa, era una perdida de tiempo.

Y así fue. Tras un rápido almuerzo en una cafetería no muy lejana a casa, y tras soportar varias de sus insinuaciones mientras me bebía mi café con leche necesario para poder ser persona, acabamos en la Push.

Apenas Edward aparco el vehículo a la entrada del camino que bajaba hasta la misma, salí de este para contemplar de cerca aquel paisaje que el paso de los años apunto estuvo de borrar de mi memoria. Edward no tardo en imitar mi gesto, y tras dar un suave portazo, apoyo su espalda sobre la puerta del viejo coche de mi padre, mientras mis pies me guiaban hasta su posición.

Ya a su lado, el suave sopor de las olas al chocar contra la arena, era el único sonido capaz de romper el silencio que nos embargo, mientras el frio aire con olor a mar, nos iba envolviendo.

-¿Por qué la llamáis la Push? – pregunto de pronto Edward.

Tras su pregunta, sentí como una pequeña sonrisa comenzaba a dibujarse en mis labios. No era la pregunta lo que me estaba haciendo sonreír, era el recuerdo bañado en nostalgia lo que lo hacía.

-Pues porque esta playa forma parte del hogar de los Quileutes. Una tribu india que residía por la zona, aunque aún siguen quedando familias – aclare al sentir su mirada sobre mí. La mía, seguía clavada en el horizonte - De niñas, Charlie nos conto su historia, como llegaron hasta aquí y como a través de unos tratados, integraron la playa en su comunidad. Y el nombre se debe a la influencia de un francés… ¿Como era su nombre?… - dude - Le Bouche, si. Un comerciante que la bautizo así porque aquí desemboca el río – concluí correspondiendo a su mirada.

-Interesante. ¿Y conoces a alguien de esa tribu? – inquirió siendo él ahora quien volvía a fijar su vista hacía el profundo mar.

-Conocí a muchos – aseveré mientras los fogonazos de recuerdos seguían invadiendo mi cabeza – De echo, el mejor amigo de mi padre, Billy, es uno de ellos. Charlie nos traía a Rose y a mí algunas noches, y formábamos parte de su fogatas y sus historias. Todos los viernes cenábamos con Billy, su esposa Sue y sus hijos Seth, Jared y Embry – sentí como una nueva sonrisa volvía a surcar mis labios - Luego nos fuimos a Seattle, influenciados por la presión que el padre de Jasper ejerció en Charlie y… jamás volví a verlos – suspire apenada - Imagino que irán a la boda de Rose, al menos, yo me encargue de enviarles sus invitaciones.

-Me encantaría conocerlos. Me fascina todo ese mundo, las leyendas, otras culturas.

-A Charlie también… - recordé con añoranza - Jamás creí que fuera capaz de alejarse de todo esto y convertirse en lo que es hoy – susurre, agachando por primera vez mi mirada, la cual sentí clavarse sobre el asfalto con rabia.

-¿No era así antes?

-No – respondí rotunda - Le atraían los números pero… esa ambición… - mis ojos se cerraron por impulso - Cambio mucho tras conocer a los Hale… mucho – suspire cuando mis ojos volvieron a cerrarse producto del resentimiento - Y Renee tampoco es que ayudara, se dejo cejar por el lujo que desprendía Alison… la madre de Jasper… - indique - Vale que el marcharnos ayudara a aumentar la economía de mis padres, y con ello, tener una vida mejor pero… - volví a exhalar el aire contenido en mis pulmones - tampoco vivíamos tan mal, al menos Renee estaba en casa, y a Charlie lo veíamos bastante más que tras la mudanza.

-Eso es relativo – el sonido de su voz, ayudo a que la melancolía disminuyera - Hay padres que trabajan hasta el anochecer, solo por darle un plato de comida a sus hijos, y apenas los ven. Siéntete afortunada, tu al menos, no pasaste penurias.

-No, la verdad es que siempre tuvimos todo lo que quisimos, era una forma de comprar el cariño – reí ante mis palabras. Mi vida podría haber sido muy diferente a como fue.

Estaba perdida en mis palabras, cuando sentí como el aire comenzó cortar la ligera cercanía entre mi cuerpo y el de Edward. Fue entonces cuando al levantar la vista, vi como sus pies se introducían con habilidad hacía el montículo de arena que bajaba hasta la playa, quedando así a escasos metros de la orilla.

Me quede paralizada durante unos instantes sin saber muy bien que hacer. ¿Había dicho algo que no le había gustado? ¿Tuvo algo que ver su comentario, ese en el que me decía que debía sentirme afortunada, en su cambio de actitud? ¿A ello se debía el cambio en su tono de voz?, esa… nostalgia que sentí en sus palabras, nostalgia que no había comprendido antes, pero si ahora tras su cambio.

De pronto, sentí una repentina necesidad por saber el porque de su ligera acritud. Una necesidad parecida a la de días atrás, cuando las preguntas por saber más de él, me embargaban. Pero está, a diferencia de las otras, era más urgente.

La duda sobre si debía acercarme hasta él o no, volvió a exaltarme cuando vi como Edward se sentaba sobre la tierra húmeda. Quizás necesitaba un tiempo para estar a solas,  puede que necesitara un espacio para pensar o… que se yo ¿no?, no sería tan extraño dado al poco tiempo que había tenido de soledad desde que empezó toda esta charada.

Si al menos, supiera algo de él… sabría como actuar ahora.

Conócelo…

Ahí estaba la voz de mi consciencia, iluminando mis ideas. Que lo conociera… como si fuera tan fácil, como si Edward se dejara conocer.

Quizás fuera mejor así. ¿Qué me quedaba de estar con él?... tres días y medio, ¿y luego que?... Jamás volvería a verlo. ¿Para que conocer a alguien que sabes que jamás volverás a ver?

¿Y si, si?...

Volvió a hablar la que no poseía rostro. ¿Por qué tenía que hablarme justamente ahora?, ¿por qué no lo había echo días atrás? ¿Es que no podía dejarme ser una persona tranquila?, ¿no podía ayudarme simplemente a dejar de pensar?... ¿Le pasaría esto a mas mujeres por él mundo, o lo mío ya era un caso clínico de estudio?

Si Bella…, os pasa a todas…

Ahí estaba la respuesta.

Antes de que mi pequeña conversación interna con mi otro yo, se convirtiera en una conversación externa, la cual me llevara con pase directo hacía la camisa de fuerza, decidí dejar mis dudas, aquellas que no hacían más que atraer a quien menos me ayudaba, e ir junto a Edward. Pero para ello, primero debía deshacerme de un claro obstáculo, que antes de llevarme hasta él, lo haría hasta el hospital más cercano. Mis zapatos.

Puros suspiros de placer bañaban mi cerebro mientras caminaba descalza por la fría arena. Era un hecho, a veces, quedarse descalza, era mejor que un buen orgasmo.

-Esto es bonito… y tranquilo. Boston no es así – susurro Edward con la mirada perdida en la inmensidad, una vez sintió como me sentaba a su lado.

-No. Seattle tampoco lo es – afirme mientras perdía mi mirada hacía el mismo punto donde él la tenía perdida, a la vez que sentía como la humedad comenzaba a calar en mis huesos.

-Ahora entiendo porque tus padres quieren volver aquí – volvió a susurrar, haciendo que un suspiro emanara de mis labios.

-Eso dicen pero no se… Charlie ama su trabajo y Renee… ya la has visto, a la mínima se desentiende de todo.

-Eres muy dura con ella – habló Edward tras varios segundos, en los que el único sonido que se escucho, era el de las olas avanzando hacía la orilla.

La sonrisa no se hizo esperar en mi cara, antes de que mi mirada correspondiera a la suya, la cual volvía a estar puesta en mí desde que habíamos salido del coche.

-Ella es la dura conmigo – escupí con acritud, clavando mis ojos en el color verde de los suyos.

-Yo creo que sois muy parecidas – aseveró sin pestañear.

-Si… dos gotas de agua – respondí sarcástica. Tras ello,  aparte la mirada y volví a centrarla en el vacío inmenso que tenía ante mí, mientras que dejaba que la suave brisa formada por las olas, acariciara mi rostro.

Seguro que Renee se avergonzaría si pudiera escuchar a Edward, y no para bien.

-No me refiero a físicamente… Más bien, la forma de ser… - reí ante su pequeña aclaración - Rosalie es más seca, más seria, aunque siempre salude con una sonrisa, se nota a leguas que es más reservada.

-Yo también soy reservada – dije rotunda. Ni física ni psíquica, Renee y yo no teníamos ningún parecido.

-No lo eres – afirmo con contundencia, llamando nuevamente mi atención - Tus gestos, tu espontaneidad, el rubor de tus mejillas, tu naturalidad… - a medida que enumeraba lo que yo entendía como mis defectos, un nudo comenzó a tejerse en mi estomago - Tu madre es así… es impulsiva… Tú también lo eres – remato con su jodida sonrisa, y la presión en mi estomago, se hizo mayor.

-En ocho días no puedes conocer a Renee… - hable de forma atropellada, utilizando a Renee como escudo, a la vez que apartaba mi mirada avergonzada de la intensidad de la suya.

-Me basta con conocerte a ti, para luego verte reflejada en ella – pero Edward, nuevamente volvió a nombrarme a mí, haciendo con ello que un escalofrío recorriera mi cuerpo.

Era imposible que me conociera… era imposible.

-Aún no me conoces – repetí mis pensamientos en susurros.

-No cien por cien pero…

-¿Pero que? – pregunte cuando calló, buscando la mirada que ahora él tenía perdida en el océano.

-Eres más cristalina de lo que imaginas – susurro correspondiendo a mi mirada - Tranquila, eso no es malo, al revés – añadió antes de ser él quien ahora apartara la mirada.

Y yo me quede ahí, quieta, sin saber que decir, mientras miles de sensaciones extrañas continuaban recorriendo mi cuerpo.

¿De verdad era tan transparente?... ¿Tanto como para darme a conocer tan rápido?... O Edward era un observador de categoría, o era un adulador nato, o ambas cosas, a saber… lo único a ciencia cierta que sabía de él, era el halo de misterio que lo caracterizaba.

¿Y porque no le preguntas algo ahora?

Aquella parte de mí, aquella que seguía intrigada por saber más sobre él, continuaba insistiendo en equilibrar la balanza, en cuanto a conocer más detalles sobre él. Pero por otro lado estaba mi otro yo, aquel que me decía que de poco servía.

Pregúntale… vamos… tu puedes…

Mis dientes apresaron con fuerza mi labio inferior, mientras la batalla interna entre mis dos yos, continuaba liberándose en mi mente. Volví a fijarme en la expresión de Edward. Su rostro estaba relajado mientras sus ojos parecían vacios e inexpresivos, como si estuviera ido. Ni siquiera parecía percatarse de que lo estaba mirando.

Un guiño de negación volvió a apoderarse de mi rostro cuando mi boca a punto estuvo de formular lo que parecía ser una pregunta. Pero algo me freno… ¿Qué conseguiría con preguntar?

¿Y que pierdes por hacerlo?...

El eco de aquella nueva pregunta, continuaba en mi cabeza cuando sentí nuevamente la mirada de Edward fijamente en mí.

-¿En que parte de Boston vives? – pregunte en voz alta, mirándolo de reojo.

Finalmente, mi otro yo, ganó.

-Por el centro – respondió antes de volver a apartar la mirada.

-El centro es muy grande – insistí con cierto deje de ironía. Edward se limito a sonreír, a la par que agachaba la cabeza centrando su mirada en algún punto de la arena yacente entre sus piernas – No vas a contestarme ¿verdad? – volvió a sonreír ampliamente - Entonces tu eres como Rose, siempre tienes una sonrisa en tus labios pero eres reservado – afirme en voz alta.

Al menos, lo había intentado.

-Ves… vas entendiendo – susurro risueño mientras que en un gesto natural se despeinaba aún más el pelo. Y eso, en vez de calmar la incesante necesidad tan repentina que sentía por responder a mis preguntas,  no hizo más que aumentar esa ansiedad. Al final, si perdía algo por preguntar. - Voy a darme un baño – susurro nuevamente, sacándome de mis pensamientos.

-¿Hablas en serio? – inquirí mordaz cuando al fin pude reaccionar.

-Si, llevo años sin bañarme en el mar – repitió mientras se levantaba sobre sus talones.

-¿Y tienes que hacerlo en la otra punta del país, teniendo las playas que hay en Boston? – pregunte atónita.

-Vente conmigo – pidió con su característica sonrisa.

-No, no voy a bañarme con ropa – conteste dos octavas por encima de mi tono de voz habitual.

-Ni yo – aseveró antes de comenzar a deshacerse de su camisa oscura.

Esto no esta pasando, esto no puede estar pasando…

-¿Vas a dejarme aquí sola? – grite una vez que Edward quedo desnudo de cintura para arriba.

-No. Si no me acompañas por las buenas, lo harás por las malas – respondió risueño.

Otra en mi lugar, habría captado las segundas intenciones que esas palabras contenían, pero yo, sentada aún sobre la arena, estaba más pendiente de observar, como los débiles rayos de sol, ocultos tras las nubes, intentaban iluminar la piel marmolina del perfecto torso esculpido que tenía ante mí.

Otra en mi lugar, quizás ya habría echado a correr, pero yo, no podía dejar de mirar como sus manos ayudaban a que sus musculadas piernas se deshicieran de los vaqueros ajustados.

Otra en mi lugar, seguramente estaría ya encerrada a cal y canto en el interior del vehículo, y no preguntándose porque la exquisita silueta del mismísimo adonis que tenía frente a mi, no se utilizaba como ejemplo de arte griego en la carrera de Historia del arte, facilitando a si las cosas a todo el personal.

Pero siendo yo la que estaba en ese lugar, no caí en la cuenta de lo que podía llegar a pasar, hasta que una sonrisa socarrona no surco sus labios, una vez que sus vaqueros cayeron encima de su camiseta ya desparramada sobre la arena.

-No… ¡No!, ¡no!, ¡no!, ¡no!... – grite a la par que luchaba con mis piernas por levantarme lo antes posible, sin que eso conllevara caerme y comerme la arena.

-Por mucho que corras conseguiré alcanzarte – le escuche gritar tras de mi con diversión, mientras yo intentaba luchar por no tropezar.

-¡Edward! – grite al sentir el agarre de sus brazos, aferrándose con fuerza alrededor de mi cintura.

Pero de poco sirvió mi intento de huida y el hecho de que casi me ahogara por la falta de aire, solo para recordarme aquellos pésimos días de instituto en los que intentaba practicar gimnasia.

-Ves… Eres una quejica, y no sabes correr – susurro mientras elevaba mi cuerpo por encima del suyo, dejando mi vientre reposando sobre su hombro.

¿Por qué me tenía que estar pasando esto a mí? ¿Por qué?...

-Me duelen los pies… - proteste al sentir como Edward comenzaba a caminar, conmigo echada a su hombro - ¡Edward por favor, no me metas con la ropa! – lloriquee pataleando y golpeando su fornida espalda, cuando escuche como sus pies comenzaron a introducirse en el agua - ¡Edward!

Mi ultimo grito en su oído, pareció hacer mella en él, y en un rápido movimiento que solo me provoco nauseas, volvió a dejarme sobre el suelo ya cubierto por el agua.

-Ya estas en el suelo -  canturreo risueño, mientras yo intentaba recuperar el ritmo habitual de mi respiración. De fondo podía ver como las olas iban perdiendo intensidad conforme se acercaban hacía nosotros  - ¿Te la quitas tu, o te la quito yo? – insinuó con su sonrisa ladina - Veo que prefieres que lo haga yo – añadió llevando sus manos nuevamente hasta mi cintura.

-No, no… yo lo hago. Date la vuelta – pedí, pero por el gesto de su cara, bien sabía que no iba a hacerlo - Esta bien, esta bien… yo me la quito, pero me dejas entrar sola al agua – rogué. Él simplemente se limito a asentir, mientras con vergüenza, lleve mis manos hasta los botones de mi blusa.

Completamente avergonzada, comencé a deshacerme de estos mientras sentía su fija mirada puesta en mí. Parecía como el cazador que esta alertando a su presa, para que ésta no se de media vuelta y huya. Solo que la presa era una torpe en potencia a la que ahora mismo el agua le llegaba hasta las rodillas, imposibilitando con ello, cualquier plan de fuga.

No había rastro de humedad en mi cuerpo una vez me desprendí de mi prenda superior, dejando mi cuerpo de cintura para arriba solo vestido con el pequeño sujetador de encaje beige que me había puesto en la mañana. El frió ya no calaba mis huesos, éste había sido sustituido por el fuerte sofoco que me provocaba la fija mirada de Edward.

La duda por desatarme el botón del pantalón paso a mejor vida, cuando vi como las manos de Edward lo harían sin ningún reparo de no hacerlo yo. Ya no escuchaba el sonido de las olas rompiéndose hacía nosotros, ni siquiera sentía la suave brisa que corría. Solo era capaz de oír el sonido de mi respiración, la cual parecía haberse fijado en mi garganta de igual forma que mis ojos lo habían echo sobre el agua que ahora bañaba mis pies.

-Ves… ¿a que no ha sido para tanto? – insinuó un ladino Edward, mientras sentía mi cara arder, una vez me deshice de todas mis prendas salvo las interiores.

Pero lo peor estaba por venir, ya que el encaje no tapaba del todo todas mis vergüenzas. Dios… ¿Por qué tuve que ponerme esos pantalones?

Para una vez que me ponía tanga…

-Ale, ya has conseguido lo que querías – proteste aún avergonzada, mientras disimuladamente llevaba mis manos hacía mi trasero desnudo.

Y en un nuevo gesto, totalmente sorpresivo, el cual no vi venir, Edward agarro con firmeza mis muñecas, haciendo que mi cuerpo diera medio giro y quedara a espaldas del suyo, justo antes de sentir como su torso se pegaba a mi columna y ejercía la fuerza suficiente para introducirnos a ambos hacía el interior del mar.

Proteste, patalee, grite dejándome la vida en ello a medida que sentía como la fría agua me iba cubriendo, pero eso no hacía más que llamar a las risas de Edward.

-¡Edward! – vocifere en un nuevo intento de soltarme – ¡me prometiste que me dejarías entrar sola!

-Si dejo que te metas tú, entraremos de noche – respondió entre risas afianzando aun más el agarre en mis muñecas.

-Esta fría… Edward… - lloriquee ya sin hacer fuerzas. El agua sobrepasaba mi cintura y ya sentía como mis piernas se entumecían por la baja temperatura.

-Quejica – susurro en mi oído antes de soltarme de su agarre y sumergirse en el agua, dejándome sola en mitad de la nada mientras la incertidumbre por no saber donde estaba empezó a poseerme.

-¿Edward? – susurre débilmente al ver que no salía a la superficie - ¡¿Edward?! – grite algo más fuerte, removiéndome ya entre las aguas.

Pero nada, ni rastro de Edward, solo estaba yo, acompañada de las ondas que provocaban mis movimientos, cada vez más nerviosos, sobre el agua.

-¡Te pille!

-¡Cabrón!

-Que boquita tienes – bufó mordaz tras mi fuerte grito. Yo aún intentaba que el corazón no saliera por mi boca de un momento a otro.

¿Como no imagine que Edward acabaría teniendo complejo de tiburón?

-No tiene gracia – dije aún sobresaltada.

-Miedosa – susurro un sagaz Edward, mientras dejaba que su cuerpo se meciera con el suave sopor de las olas – Si no te mojas por completo y nadas un poco, seguirás teniendo frio – añadió cuando envolví mi pecho con mis brazos.

-Odio el mar… Y odio que me asusten – susurre mirándolo aún furiosa.

-Eres muy exagerada – soltó entre risas. Si supiera la gracia que me hacía mi sentir como tenía más de la mitad de mi cuerpo entumecido…

-No te vayas – pedí en un susurro cuando vi sus intenciones de nadar hacía el interior – No me dejes sola.

-¿Sigues teniendo frío? – negué con la cabeza, pero ya era tarde, los brazos de Edward comenzaron a envolverme – Estas tiritando – susurro cuando mi cabeza descanso contra su pecho.

Era cierto, estaba tiritando, pero ya no era de frío.

-¿Quieres que salgamos? – inquirió en un susurro, buscando con su mirada la mía.

-Estoy bien, siempre que no te introduzcas más al mar estaré bien – respondí aferrando mis brazos con fuerza por su fornida espalda.

-¿Te da miedo el agua? – pregunto cuando su envolvente aroma, parecía comenzar a trasladarme a otro mundo en el que no me importaba quedarme mucho tiempo.

-El agua no… - respondí débilmente, sin llegar a abrir mis ojos - lo que el mar representa. La deriva, su incertidumbre. Es como la vida, puedes tenerlo todo, tener todo en calma, y de un plumazo que llegue una ola y lo rompa todo, y te deje desecha, perdida en toda su inmensidad y sin saber como retomar el camino…

Adoraba la playa, los gratos recuerdos que ésta me traían, pero desde lo de Jasper… jamás pude mirarla con los mismos ojos, y estar en ella hoy, no hacía más que recordarme aquello que llevaba varios días sin recordar, aquello que ya no tenía…

-¿Sabes porque me gusta el mar? – pregunto de pronto Edward, sacándome de mis recuerdos. Mi negativa le alentó a seguir hablando - Porque en el se hayan todas las respuestas. Que un día haya olas, no significa que siempre las haya. La calma anuncia tormenta, pero siempre hay calma después de ésta – susurro haciendo que por primera vez, desde que estábamos así, abrazados, mi rostro se separara de su pecho buscando sus ojos – La vida no es un mar en calma Bella, solo hay que tener esperanzas. El oleaje no dura eternamente – susurro finalmente, a la par que su mirada tranquilizadora me hipnotizaba.

Y por primera vez, por primera vez en mucho tiempo, desee que el tiempo se parase.

Y no se si fueron sus palabras, la embriaguez del aroma de su piel en conjunto del olor a mar, la profunda tranquilidad que sentía en este momento, la paz que me trasmitía el brillo en sus ojos, o la mezcla de todo, pero por primera vez desde que lo conocí, por primera vez desde que las ganas de besarlo me carcomían al mirarlo, acerque mi boca buscando la suya. Y no hubieron preguntas, ni dudas, ni el mínimo siquiera de pudor, solo el sabor salado de su lengua mezclándose con la mía, en un beso lento pero profundo, un beso que bien podía rozar mi alma.

Pero me daba igual, ahora mismo todo daba igual, pues ya no habían dos yos, solo había uno que estaba haciendo justo aquello que mi cuerpo pedía.

Ya se va soltando más, ya… ambos lo hacen…

Aún estaré por aquí hasta el viernes, así que aún no me despido de vosotras . ¡¡¡Besos!!!

PD: Un pajarito me ha dicho, que si sobornáis a Ayyys, ella os contara lo que esconde el siguiente capítulo

Publicado por Almu en 15:59