Hola chic@s,
¡Por fin he llegado! Vengo con unos días de retraso, pero bueno, intento recompensarlo con estas 14 páginas de Word.
He de decir que me ha costado bastante escribir este capítulo, no sé si es por ser el último o si es por el momento que marca la trama. Pero bueno, esto es lo que ha salido. He intentado ceñirme a la historia y ser fiel a la Bella y Edward que tenemos en el fic, con sus cosas y sus...incidentes. Al fin y a cabo, este no ha sido un fic convencional en ningún momento, es un fic original. ¡Nuestro fic Chungo original!
Pues sin más rollo, os dejo el siguiente capítulo.
Capítulo LXI – Como tendría que haber sido
Bella Pov
Estaba en el baño de casa, acabando de arreglarme y escuchando de fondo a mis dos tesoros mientras jugaban y reían en el salón. Los Cullen celebraban una comida donde Edward se había propuesto hacer oficial ante toda la familia nuestra relación.
Para mí no era necesario dar este paso, no es que quisiera ocultarle esto a la familia, pero es que desde mi punto de vista era una obviedad que entre Edward y yo algo pasaba. Muchos sabían exactamente lo que había y los que no lo sabían se lo imaginaban seguro. Pero para Edward parecía tener una gran importancia el hacerlo, así me lo había dicho cuando se lo pregunté directamente. Por lo tanto, no me quedaba más remedio que resignarme a ser el centro de atención durante la comida.
Cuando salí del baño, mis dos hombretones me esperaban listos para salir y con una sonrisa en la cara. No había duda que la vida me sonreía en este momento. Compartía mis noches con Edward y mis días se repartían entre mis obligaciones universitarias y las obligaciones de madre que tanto disfrutaba.
Al llegar a casa de los Cullen me llevé una gran sorpresa cuando vi los asistentes. Se encontraba toda la familia al completo, y cuando digo toda la familia me refiero al clan Cullen al completo con sus parejas, a nuestros amigos Jacob y Andrew y ante mi mayúscula sorpresa, también se encontraban mis padres. Debería haberme imaginado que Edward prepararía algo así. Cuando se encargaba de hacer algo, siempre lo hacía pensando hasta en el detalle más ínfimo.
Saludamos a la gente y no tardamos en sentarnos a la mesa a comer. Pasamos un rato muy divertido escuchando batallitas e historietas varias. Las reuniones con toda la familia siempre eran así, diversión y recuerdos vergonzosos para hacer sonrojar a cualquiera.
Estábamos en la sobremesa, la tensión que sentía en mi cuerpo era enorme, sabía que se acercaba el momento crítico donde todos se fijarían en nosotros y yo no podría evitar sonrojarme, con las consecuentes bromas por parte de Emmet y las risas del resto. Edward me pagaría caro este momento, sin lugar a dudas. Tenía en la mente mil ideas sobre cómo compensármelo cuando llegásemos esta noche a mi cama. Pero decidí apartar rápidamente esas ideas de mi cabeza para evitar sonrojarme antes de tiempo.
La voz de Edward llamando la atención me apartó completamente de todos esos pensamientos ardientes y me centró en la conversación que se estaba produciendo. Sabía que el momento estaba al caer e intentaba aparentar una falsa tranquilidad.
Pero el discurso de Edward se vio interrumpido por una noticia por parte de Emmet. Al parecer Rose y él habían decidido que él pidiese la adopción de Emma y que la pequeñaja llevase el apellido de su nuevo padre. En ese momento la felicidad rebosó en el ambiente y todos nos levantamos a felicitar y abrazar a la pareja y a la pequeñaja que estaba tremendamente ilusionada con la idea. Al fin y al cabo, Emma adoraba a Emmet y deseaba desde hace mucho tiempo que esto ocurriera.
Cuando Edward intentó llamar la atención de nuevo para hablar, se vio interrumpido por una Alice que salió corriendo de la mesa pidiendo disculpas. Todo este acontecimiento nos llevó a saber que Alice estaba embarazada, con una nueva ronda de abrazos y felicitaciones. En ese momento me di cuenta que no solo me sonreía la fortuna a mí, sino que todos mis seres queridos estaban viviendo momentos importantes en sus vidas.
Y por fin, a la tercera vino la vencida. Edward anunció que oficialmente estábamos juntos y Emmet no tardó en bromear con la “gran novedad”. Pero entre las bromas de su hermano y Jacob, Edward cogió a nuestro pequeño Elliot de mi regazo y lo puso en el suyo. Cuando lo tuvo bien sujeto, le dio una cajita en sus pequeñas manitos y me miró directamente a los ojos junto con esa sonrisa torcida que hacía que se moviesen todos mis cimientos. Las palabras que me dijo en ese momento me dejaron en shock.
- Delante de toda la familia, nuestra familia – corrigió rápidamente - quiero pedirte que te cases conmigo – le cogió la pequeña cajita de las manos de Elliot y me acercó a nuestro hijo, al mismo tiempo que abría con cuidado la cajita y me derretía con esa mirada suya - Isabella Swan, ¿me harías el honor de pasar la vida a mi lado y a la de nuestro hijo?
Esas palabras me impactaron tanto que no supe reaccionar. Me quedé petrificada ante la situación. Yo amaba a Edward con toda mi alma, no dudaba en que quería pasar el resto de mi vida a su lado. Ya me había hecho el mejor regalo posible en esta vida, sentado en mis rodillas se movía divertido intentando alcanzar la cajita que sostenía su padre enfrente nuestro. Intenté responder como buenamente pude, pero las palabras no salían por mi garganta.
- Yo…..no…..- En ese momento vi que en sus ojos aparecía la desilusión. Y me di cuenta que mis palabras podrían ser malinterpretadas, así que dije atropelladamente - no me lo esperaba y mi respuesta es CLARO QUE SI – finalicé gritando. Una enorme sonrisa se dibujó en la cara de Edward y sin dudarlo demasiado, me lancé con nuestro hijo a sus brazos.
Una vez nos separamos, Edward puso en mi mano el precioso anillo que había comprado. Casi sin tiempo para mirarlo, una recuperada Alice saltó a mis brazos y comenzó a gritar en mi oído que estaba muy feliz y que sabía que todo esto iba a acabar bien. Un asustado Elliot fue retirado de mis brazos por Edward, que recibía sus felicitaciones por parte del resto de la familia.
Y así entre abrazos y felicitaciones, sonrisas y buenos deseos, acabamos la tarde y nos despedimos de todos para dirigirnos a casa a descansar. Aunque Edward y yo no descansamos demasiado esa noche, teníamos mucho que celebrar y él tenía mucho por compensarme.
A la mañana siguiente, el inquietante sonido del timbre de casa nos despertó a todos. Edward cayó de la cama sobresaltado, el pequeño Elliot empezó a llorar desde su habitación y yo me arrastré hasta el borde de la cama para descubrir quién podría estar destrozando mi momento de descanso en los brazos de Edward.
Al abrir la puerta, me encontré con una emocionada Alice que venía cargada con unas bolsas y una enorme sonrisa diabólica dibujada en su cara.
- Alice…. ¿se puede saber que haces llamando a la puerta a las…..? – dudé buscando un reloj. Pero estaba segura que debía ser bien pronto por la mañana porque mi cuerpo no había descansado apenas un par de horas.
- Las nueve menos cinco de la mañana, Bella – acabó la frase por mi – y ya te puedes ir espabilando que es tarde y tenemos muchísimas cosas por hacer.
- Alice, no voy a ponerme a jugar contigo a Barbie Bella a las nueve de la mañana de un domingo, así que coge todas tus bolsas y vuelve a una hora decente. – En ese momento aparecieron por el recibidor de entrada mis dos hombretones, uno hiposo por el llanto, el otro con cara de cansado por la falta de sueño.
- ¡Vaya cara llevas Edward! ¿Ya habéis empezado con la luna de miel antes de casaros? ¡A ver si va a venir otro Elliot en camino! – Edward siguió su camino con Elliot en brazos ignorando su comentario. Yo me enrojecí ligeramente, una parte por la obviedad y la transparencia que mostrábamos Edward y yo y otra parte por la rabia producida por la visita de Alice.
La pequeña duende pasó por mi lado ignorando mi indirecta bastante directa y dejando las bolsas que cargaba en la mesa del salón. Me acerqué a ella, intentando acortar el problema.
- A ver Alice, ¿qué tengo que hacer para que acabemos con esto rápido y pueda volver con mi familia a la cama? – pregunté mitad resignación, mitad desesperación. Yo solo quería volver a esa cama calentita con Edward y con mi pequeñin para pasar una mañana de domingo tranquila.
- Muy fácil Bella, hoy solo vamos a hacer un descarte “grosso modo” de las iglesias donde podríais celebrar la boda, luego te enseñaré el listado de restaurantes donde podríais celebrar el convite y tengo unas cuantas muestras de invitaciones para echarles un vistazo. Ya el tema del vestido lo dejamos para la semana que viene, bueno, para mañana lunes! El martes miraremos algunas floristerías que me han recomendado, el miércoles podríamos empezar a visitar los restaurantes seleccionados para mirar su menús…- Y todo esto de un tirón. Casi casi sin respirar ni nada. Hasta que la paré.
- ¡Alice! ¿De qué me estás hablando? Justo hace menos de un día que Edward me lo ha propuesto y ya me estas estresando… - Y con una cara asombrada me cortó ella a mí.
- Bella, ya vamos bastante tarde. Hay que empezar a organizarlo todo. La boda tiene que hacerse pronto. No puedo asistir a tu boda con un tremendo bombo, de esa manera no luciré el vestido. Además, ya conocemos la pasión que os traéis Edward y tú, y la puntería que tenéis. ¿No querrás ir tú también a tu boda con una tripa enorme? Los vestidos que he visto te quedaran geniales con tu actual figura…. – Y bla bla bla bla… sólo parloteaba sin dejarme meter baza.
No había manera, ella sola lo decía todo, lo tenía planeado absolutamente todo. Abrió su agenda y al mismo tiempo que encendía su portátil, me mostró un calendario donde estaba planificado diariamente todas las visitas y cosas pendientes por planificar. ¿Cómo había podido hacer todo esto en apenas…12 horas? No era capaz de entender nada, estaba totalmente impresionada y shockeada.
Sin darme cuenta, me encontré sentada en el salón rodeada de invitaciones, listas de restaurantes, imágenes de iglesias pasando por la pantalla del portátil de Alice y un monólogo por parte de la pequeña diablo. De vez en cuando entraba Edward con una sonrisa en su cara y una mirada de disculpa, pero no conseguía distraer a la pequeña diablo demasiado tiempo, y lo acababa echando del salón.
Y así fue día tras día. Ese mismo domingo seleccionamos cinco iglesias cercanas que pasaríamos a ver a la semana siguiente, también miramos la lista de restaurantes y los buscamos en internet descartando la mayoría de ellos. El tema de las invitaciones me comentó que era introductorio, que lo miraríamos la semana siguiente. Y así se fue casi todo mi domingo, entre inicio de preparativos y discusiones con Alice. Intentaba mantener siempre una sonrisa en mi cara, no quería parecer una desagradecida, Alice se estaba esforzando mucho.
El lunes no fue mejor, al salir de mis clases de la universidad, Alice me esperaba en la puerta apoyada en su coche. Pasamos a recoger a mi pequeñajo al tiempo que saludaba a Edward y nos fuimos a recorrer la gran zona comercial en busca de mi espectacular vestido de novia. Allí nos esperaba Rosalie y Esme. Y así estuvimos toda la tarde, entre vestidos de novia pomposos y extravagantes. Al menos Elliot parecía divertido entre todas esas telas y hacía alguna de sus travesuras. Al final del día teníamos varias opciones aun por barajar.
El martes nos fuimos a la floristería que le recomendaron a Alice y después de 4 horas mirando posibilidades, al menos salimos de allí con la combinación perfecta de colores y flores. Ahora solo faltaba la iglesia y el restaurante para saber el tipo y número de arreglos florales.
El miércoles ya estaba totalmente agotada. Sólo quería pasar una tarde con Edward y mi pequeñín. Y según Alice, se me concedía el deseo. El problema fue que nos arrastró a todos a ver las dichosas iglesias donde se celebrarían las ceremonias. Al llegar a la quinta y definitiva, debo decir que estaba saturada. Al fin y al cabo eran todas iglesias. A mí lo único que me importaba era unirme a Edward. Aunque he de decir que todas ellas tenían cosas especiales, eran sitios con cierta magia.
El jueves me juré a mi misma que no saldría de mi casa. Pero claro, si Mahoma no va a la montaña…Alice viene a tu casa para traerte una montaña de cosas. Aunque he de decir, que a pesar de todo pasamos una buena tarde. Nos acompañó Esme y estuvimos escogiendo invitaciones de boda, porque según Alice, era casi tan importante la invitación como el lugar.
Cuando Edward llegó al final de la tarde, nos sentamos a escoger la iglesia que más nos gustaba. Y quedamos en ir al día siguiente a hablar con el cura. Él me miraba con un brillo en los ojos que me daba fuerza para mantenerme firme y seguir con todos los preparativos. Amaba a Edward y quería que fuese el mejor día de nuestras vidas, aunque… la envergadura que estaba tomando todo no iba mucho con mis deseos.
Y el viernes llegó, con su visita a la iglesia y su charla con el cura. Era un sitio encantador que se encontraba a las afueras de Chicago y el cura era un ancianito que parecía disfrutar de este tipo de actos.
El sábado por la mañana Alice se plantó en casa de la mano de Jasper y fuimos los cuatro junto con Elliot a revisar los restaurantes que habíamos preseleccionado a través de su lista y con la información de internet. Alice tenía totalmente programado el día. Teníamos las diferentes visitas organizadas. Al final del día habíamos visitado más de 10 restaurantes y teníamos una ligera idea de cuál era el ideal, pero aún así faltaba hacer la lista de invitados para saber el número de comensales.
Así que el domingo no nos escapamos de sentarnos en el salón de casa de los Cullen y entre todos organizar un poco los invitados que asistirían. Edward y yo nos escandalizamos cuando vimos el número de invitados que tendríamos y yo ya notaba mis piernas temblar solo de pensar en el número de personas que me estarían observando. Aprovechamos el domingo para poner la fecha de la celebración provisional. Falta consultarlo con el cura y con esa fecha podríamos descartar algún que otro restaurante si no estaba disponible.
Al menos, la tarde del domingo fue algo relajante, como un domingo cualquiera en casa de los Cullen. El único problema era que Emmet y el resto de nuestros amigos no paraban de gastarnos bromas sobre la boda, la luna de miel y las actividades de la luna de miel que según ellos “ya conocéis de sobras, sino no estaría aquí Elliot”.
El lunes empezó de nuevo la rutina universitaria y los preparativos de la boda. Así fue pasando esa semana y la siguiente. Alice no me dejaba respirar ni a sol ni a sombra. Cuando no era el vestido, eran las invitaciones y cuando no el restaurante. Incluso hicimos un par de degustaciones en ellos. Para esos días no nos separamos de Emmet, que decía ser el catador oficial de la familia. Llegados a este punto, había momentos en los que me costaba forzar la sonrisa, pero en las contadas ocasiones en que veía a Edward, su sonrisa me hacía coger fuerzas para seguir adelante.
Después de tres semanas de duro trabajo y estrés, llegó el viernes por la tarde y en cuanto Edward entró en casa me lancé a sus brazos sollozando.
- Bella cariño… ¿Qué pasa? ¿Está Elliot bien? ¿Ocurre algo? – me preguntó con voz de angustia. Yo solo pude responderle entre sollozos.
- Noooo – intenté mostrarme madura, pero en esos momentos solo quería desahogarme y sacar la presión de encima – estoy cansada Edward, ya no puedo más!
- Tranquila cariño, no pasa nada – me dijo mientras me acariciaba el pelo. Sin mucho esfuerzo me cogió en brazos y nos movió al sofá donde me acurruqué en su pecho y seguí sollozando. Edward estuvo ahí atento, dándome caricias y consolándome en todo momento.
Llevaba muchos días sin tiempo libre, todo el tiempo que disponía se centraba en los preparativos de la boda y ya ni siquiera tenía tiempo para acurrucar a mi pequeñín por las noches. Muchas de ellas, llegaba a casa y ya estaba durmiendo. Por suerte, Edward se encargaba de suplirme, pero eso no quitaba que yo añorase a mi pequeñín. Además, los encuentros con Edward habían disminuido, llegaba agotada y me dormía antes de poner mi cabeza sobre la almohada. Los días que salíamos todos, se nos solía hacer tarde también y estos cambios de rutina creaban que Elliot se mostrase irritable y no durmiese bien por las noches. Con lo cual, el cansancio se acumulaba a pasos agigantados en mi cuerpo.
Al llegar a casa, muchas veces me esperaban llamadas de mi madre, de Esme o de Rose interrogándome sobre los avances de los preparativos. Y yo, la verdad, es que me sentía mal por no estar tan emocionada como debería con la boda. Por lo cual, me angustiaba aún más. Y ese día, una simple tontería fue lo que hizo desbordarse el vaso.
Cuando fui capaz de serenarme, Edward intentó razonar conmigo.
- Dime, Bella… ¿Qué te pasa cariño? Me preocupas – me dijo mientras me miraba con cierta angustia
- Edward, es solo que estoy cansada, muy cansada. Alice tiene mucha energía y yo no consigo alcanzarla. Siempre tenemos cosas pendientes o algún preparativo de urgencia. Y yo… - un suave sollozo escapó de mis labios.
- Hablare con ella. Tranquila. No quiero que te agobies, quiero que seas feliz con nuestra boda. Hay tiempo de sobras. Si es necesario podemos aplazar la fecha, podemos hacer las cosas con calma. No hay porque correr. Me gustaría que disfrutases...
- Es que… - Y un sonoro llanto estalló en mi interior incapaz de reprimirlo – Yo no puedo…yo no… - Edward me alzó la barbilla y me miró con ojos expectantes.
- Dime Bella, no tengas miedo de decírmelo.
- Edward, lo siento, pero yo… yo me siento mal porque no estoy disfrutando esto. Pero… yo te quiero, te quiero muchísimo… – No fui capaz de acabar la frase, sus labios se posaron sobre los míos y me dio un dulce beso para tranquilizarme.
- Lo sé, pequeña, lo sé… Shhh… tranquila – Sus caricias en mi espalda consiguieron tranquilizarme. – Yo pensaba que esto era lo que tú querías. Pensé que lo estabas disfrutando… ¿Quieres que lo dejemos?
- ¡Nooo! Yo te quiero, es solo que… no quiero destrozar tus ilusiones Edward. Pero esta no es mi idea de boda ideal… a mí me gustaría algo diferente, pero yo sé que tu…
- Yo solo quiero estar contigo Bella. Lo único que a mí me importa es ser tu marido y que seas mi mujer. Es lo único importante. Me da igual donde, cómo, cuando… Bueno, ¡el cuando no! ¡Eso me encantaría que fuese hoy mismo! – Me dijo con esa sonrisa suya que conseguía contagiarme.
- Ojala nos pudiésemos casar hoy mismo. Ahora mismo, así, incluso con este pantalón de chándal y esta camiseta. ¡Sería la novia más feliz del mundo! – le dije riendo. Edward se unió a mi risa, pero al cabo de un instante paró de reír y me miró con los ojos muy abiertos y una sonrisa enorme en su cara.
- Tus deseos son ordenes para mi Bella – se lanzó sobre mí, cogiéndome con una mano por la nuca y atrayéndome hacia él. Me pegó a su cuerpo al mismo tiempo que sus labios alcanzaban los míos. Empezamos con un dulce beso, acariciando nuestros labios y yo no dudé en separar mis labios y lamer su labio inferior. La lengua de Edward no tardó ni medio segundo en empezar a jugar con la mía y el beso pasó a ser ardiente. En el momento en que empezamos a necesitar aire, nos separamos y apoyamos nuestras frentes juntas. En ese momento, Edward me sonrió y me dijo en un susurro – Quiero casarme contigo, hoy mismo. No quiero esperar a mañana. ¿Quieres?
Y aquí estamos, cogidos de la mano, frente a un cura sonriente y a punto de decir las palabras que cambiaran definitivamente mi vida.
En la mirada de Edward soy capaz de ver una emoción que estoy segura que también reflejan mis ojos. Pero por encima de todo veo adoración, amor, entrega e ilusión. Sus verdes ojos rebosan con todas estas emociones contenidas y juraría que serían capaces de iluminar esta pequeña pero cálida capilla.
Y realmente aquí tenía todo lo que podía necesitar. Mi ilusión, mi sueño, no era ir vestida en un carísimo vestido blanco y caminar hacia el altar de una iglesia repleta de gente y de adornos florales mientras suena la típica música y toda la atención se centraba en mí. Tampoco era tener una boda con un convite de trescientos invitados, la mayoría de ellos asistiendo por compromiso. No quería que fuese el evento del año, ni siquiera del mes y tampoco de la semana. Yo….sólo quería demostrar a Edward que estaba dispuesta a pasar el resto de mi vida a su lado, y para eso, no necesitaba ninguna de todos esos preparativos.
Casi se me hace increíble la situación. Parece casi imposible que estemos aquí y ahora. A las cuatro de la tarde estaba llegando a casa, mientras cargaba a mi pequeño Elliot después de una comida y sesión de búsqueda de vestidos para las damas de honor. A las cuatro y media me encontraba entre los brazos de Edward, sollozando por el agobio y el estrés acumulado en la última semana. A las cinco salíamos los tres de casa con una pequeña mochila al hombro. A las cinco y treinta y cinco estábamos subidos en un avión en el inicio de una aventura que recordaríamos toda la vida. A las nueve y treinta y cinco de la noche aterrizábamos en el aeropuerto de Las Vegas. Y ahora, a las diez y diez, estamos en una pequeña capilla, cumpliendo uno de mis mayores sueños, casarme con el amor de mi vida.
Para mí, el sentimiento del matrimonio no tiene porque verse reflejado en un evento público, ya que significa más una entrega personal. Es algo así como una demostración íntima hacia Edward de todo lo que siento por él, de todo lo que quiero compartir con él. Con esas dos palabras, quiero decirle que le entrego mi corazón y que estoy segura de que cuidará de él tan bien como yo pienso cuidar el suyo. Es una promesa de amor eterno.
Para hacer esa promesa no necesitaba ningún adorno, no necesitaba nada para que fuese lo más hermoso del mundo, sólo necesitábamos abrir nuestros corazones y dejarles decir las esperadas palabras.
El lugar era lo de menos, pero iba a ser aquí, en esta pequeña capilla de Las Vegas. Con una suave luz anaranjada, un altar pequeñito detrás del cual había un joven pastor y un arreglo floral en el centro que desprendía un agradable olor a fresias.
El vestido era lo de menos, pero no íbamos a ir vestidos como un día cualquiera. Edward llevaba un pantalón de pinzas oscuro y una camisa blanca sin corbata y con los dos botones superiores abiertos. En el bolsillo de su americana llevaba un pequeño ramillete de las mismas fresias que había sobre el altar. Su pelo estaba tan despeinado como siempre, pero su sonrisa era la más radiante que había visto en mi vida. Yo llevaba un vestido corto, ligero, color perla. Era estilo palabra de honor y lo llevaba acompañado de un zapato plano. El pelo lo llevaba suelto y en la muñeca un ramillete parecido al que Edward llevaba en el bolsillo. El pequeño Elliot iba igual de elegante que su padre, en un pantalón y camisa parecidos tamaño mini. Solo de verlo se te asomaba una sonrisilla a la cara.
Los invitados eran lo de menos, pero debo reconocer que sí que echaba de menos a nuestra familia y amigos. Pero Edward y yo decidimos hacer una celebración con ellos nada más volver a casa. Ya me imagino a todos reunidos y disfrutando de una de esas divertidas reuniones familiares.
Lo verdaderamente importante era el momento. Y aquí estábamos, uno frente al otro, con el pequeño Elliot en medio de los dos, cogido a cada una de nuestras manos y con una sonrisa en nuestras caras, escuchando al pastor decir:
- Isabella Swan, ¿Aceptas a Edward Cullen como esposo y prometes amarlo y cuidarlo por el resto de tus días? – Ante esa pregunta, los ojos de Edward se iluminaron con un brillo de ilusión. No dudaba en absoluto de que quería pasar el resto de mi vida con este increíble hombre que me hacía sentir feliz y querida. Tenía claro que quería compartir cada uno de los momentos de mi vida. En los malos sabía que podía contar con él para cualquier situación y en los buenos me hacía sentir como una persona única.
- Si, acepto – respondí sin dudar y la sonrisa de Edward se hizo más amplia aún si es posible. En ese momento, aunque parezca extraño, tuve la sensación de que mi corazón se agrandaba al decir esa gran verdad. A continuación, el cura le preguntó a Edward.
- Edward Cullen, ¿Aceptar a Isabella Swan como esposa y prometes amarla y cuidarla por el resto de tus días? – Edward aprovechó ese momento para guiñarme un ojo. Con ese simple gesto, el corazón me dio un vuelco y respondió sin dudar.
- Si, por supuesto que acepto.
- Pues por el poder que me ha sido otorgado, yo os declaro marido y mujer – Edward cargó en brazos a Elliot y con un poco de inquietud saltaba su mirada del pastor a mí con impaciencia – Anda, puedes besar a la novia!
Y no tardó ni un segundo en colocar su mano en mi nuca y acercarme suavemente hacia su cara. Estaba deseando volver a probar sus labios. Aunque parezca una tontería después de tantos besos dados y recibidos, era imposible cansarse de la suavidad y sabor de ellos, eran un vicio imposible de olvidar. Y efectivamente, nada más notar el suave roce de sus labios, me sentí como en casa. Edward me dio un suave beso y posó su frente contra la mía al mismo tiempo que susurró.
- Por fin, esto es “como tendría que haber sido”. Te amo Bella – Elliot acompañó a su padre en la afirmación haciendo unos ruiditos alegres acompañados de una suave risa mientras enredaba sus manitos en los rizos de mi pelo. El momento perfecto, los tres juntos.
Elliot está en la habitación de al lado durmiendo tranquilamente. El pobre está agotado después del agitado día que llevamos.
Las manos de Edward empiezan a deslizar suavemente la cremallera de mi vestido hacia abajo, al mismo tiempo que va rozando con las yemas de sus dedos la piel que va dejando descubierta.
El sonido de un mensaje llegando al móvil de Edward nos interrumpe el momento. Con un suspiro de fastidio se levanta de la cama y se acerca al móvil. Se sienta de nuevo a mi lado y me lee el mensaje en voz alta.
- “¡Esta me la vais a pagar! Os escapáis y encima tenéis la cara de enviarnos por móvil a toda la familia una foto del Gran evento. Disfrutad de vuestra noche de bodas porque a la vuelta tendréis que dar muchas explicaciones. A pesar de todo os quiero. ¡Felicidades pareja! Os dejo para que fabriquéis a la niña.” Es de Alice. - Una risa nos invade a los dos al mismo tiempo. Esta Alice es única – Bueno, ¿por dónde iba? Ahhh, siii… recuerdo – Apaga el móvil y lo lanza a algún sitio desconocido.
Me abraza por la espalda y empieza a darme suaves besos y mordisquitos en el cuello al tiempo que sigue bajando suavemente la cremallera y acariciando toda la piel que queda expuesta. Ligeros jadeos surgen de mi garganta al notar ese caminito de caricias que va dejando Edward sobre mi piel. Con voz gutural, Edward me dice:
- Te deseo Bella – Esas palabras envían un escalofrío que me recorre la columna vertebral alertando a todas mis terminaciones nerviosas de lo que está por venir.
Sin dudarlo ni un segundo me giro entre sus brazos y pego mi cuerpo al suyo, intentando que no quede ni un solo centímetro entre ellos. Estrello mis labios contra los suyos y empezamos un beso necesitado y ardiente. Mi lengua sale a buscar a la suya, lamiendo su labio inferior. Edward separa sus labios y su lengua sale en búsqueda de la mía, iniciando un interminable baile sensual.
Nuestras manos empiezan a viajar por nuestros cuerpos. Edward me ayuda a salir de mi vestido con mucha delicadeza y mis manos salen lanzadas hacia su cinturón con desesperación. Edward sonríe contra mi boca al notar mis intenciones y decide ayudarme con el cinturón.
Aprovechando que mis manos quedan libres de tarea, voy sacando su camisa de los pantalones y paso mis manos por ese estómago musculado que me trae loca, consiguiendo que Edward deje escapar un sonoro jadeo de su garganta. Mis dedos inician una lucha con los botones de su camisa, consiguiendo que se abra y me deje ver el espléndido cuerpo de mi marido. ¡Mi marido! Ese pensamiento provoca un salto en mi corazón y acelera mis latidos hasta llegar a una velocidad de vértigo. Al mismo tiempo que deslizo la camisa por sus brazos, Edward desliza sus pantalones por sus piernas.
Una vez libre de su ropa, me coge por la cintura y se lanza conmigo encima de la cama. Me abraza con fuerza y presiona su erección contra mi vientre al mismo tiempo que va dejando besos por mi cuello. Mis manos se aferran a su espalda para intentar no dejar ni un solo espacio entre nosotros dos, para conseguir notar cada milímetro de su piel sobre la mía.
Sus brazos alrededor de mi cuerpo me trasladan a otro lugar, nos trasladan a esa burbuja que se forma cuando estamos los dos juntos. Ese espacio íntimo donde no existe nada más que él y yo, un nosotros infinito.
Definitivamente, entre sus brazos, este es el sitio donde quiero pasar el resto de mi vida.
FIN
Pues esto es todo chicas, al final nuestros protagonistas han acabado casados y felices, eso si, con su estilo propio.
Bueno, ahora ya solo queda el epílogo, que vendrá de la mano de Almu. Así que no va a poder haber mejor punto y final para nuestro pequeñín. Me ha dicho Almu que os comente que hasta la semana que viene no va a poder ponerse con el epilogo, pero estoy segura que va a valer la pena esperar por él.
Pues nada chicas, aprovecho para mandar un saludo a todas las que habéis participado en este fic, ya sea escribiendo o comentando. Al final, de una pequeña idea para celebrar el primer aniversario del blog, ha salido una gran experiencia y me alegro de haberla compartido con vosotras! Muchas gracias a todas!
Nos leemos!
4 Sonrisas:
criss.... fantasticoooo .. un final con broche de oro.. por fin se casaron y sin los demas jeje me parecio muy lindo algo intimooo me encantooo felices por siempre no??? ay sii.... graciassss
snif:(
Mi ayyys estoy totalmente de acuerdo contigo ... casados con su estilo propio y de verdad me gusto muchisimooo despues de todo lo que pasaron... ese final tal y como lo decidieron, me encanto ... tamien que hayan regresado a la vegas!!! sobre todo que edward le dio ese gusto a Bella se noto que para El lo mas importante era que ella se sintiera Feliz y no agobiada , cansada y angustida quien disfruta una boda con esos animos !!
fue perfecto para ambos!!!!
y solo queda tambien decir gracias por haber compartido esta experiencia con todas!!!
se les quiere!!!
karla!
Ayyys!
), pero con su toque diferente y loco q han tenido durante todo el fic!Me ha parecido muy buena idea q haya sido en las vegas dnd fue su no-boda!! ;)
Con un retraso monumetal q llevo... Mis disculpas.
Solo me qeda decir q me ha parecido tremendo y genial el capi! Y q me he estresado hasta yo con Alice como organizadora de boda, si me caso algun dia NO quiero una Alice en mi vida!!
Y al final han acabado casados y felices,(y casi comiendo perdices
Bueno un final perfecto para esta alocada historia q entre todas hemos creado!
Un besazo!!!!!
Estoy aquí! Tarde pero estoy, lo siento!
. Son Edward y Bella, necesitaban una cosa así, es lo más lógico. Su historia no es tradicional, asi que no pueden tener una boda tradicional.
). Y ese Edward que le cumple el deseo.......si al final resultó ser todo un amor
. Primero la angustia de los preparativos, después el momento de la decisión de irse, la boda y la noche de bodas! que no me olvido de la noche de bodas, preciosa también
. Resumiendo, el mejor final que pudo tener este fic!
Bueno, que te voy a decir?? genial? eso ya te lo digo siempre
La boda perfecta, mi boda ideal....ay, si me pongo romántica y todo
Además es que tenían una espinita clavada, con lo de Las Vegas, y ya se la han sacado jeje. Con niño, vestido, traje y luna de miel incluidos jeje. Es mucho más bonito que una boda de las de siempre, en mi humilde opinión claro.
Menudo ajetreo es preparar una boda, lo has descrito todo genial. No me extraña que Bella no quisiese (yo tampoco querría, quiero casarme así también, si es que me caso algún día, en Las Vegas o donde sea
En fin, que me ha encantado!, no podría haber un broche final mejor
Me ha gustado la forma como lo has contado, mezclando los tiempos y transmitiendo todos los sentimientos que había que transmitir. Como siempre haces tu...ya te he dicho siempre en cada capítulo tuyo que me gusta muchísimo como escribes
No me enrollo más, que soy una pesada
GRACIAS, un beso enorme!!
Y tú, ¿nos regalas una sonrisa?