¡¡Chicas!!, ¡¡ya estamos a viernes!!, algunas ya habréis empezado el fin de semana, otras a punto estaréis de hacerlo, así que nada, a disfrutar del fin de, y del buen tiempo, para quien lo tenga.
Y bueno, para aquellas que no salgáis fuera durante el fin de, o tengáis un ratillo libre y ganas de leer, pues aquí os dejo la continuación de la historia que Karla esta escribiendo con tanto cariño para todas.
Así que nada chicas, a disfrutar del fin de, y del relato ;).
****
Capítulo 4
Narrado por Edward
Caminaba detrás de él, escuchando los pasos de alguien que venia siguiéndome. Justo al entrar en esa oficina de mierda, sentí como mi brazo derecho era jalado fuertemente hacia mi espalda haciendo palanca hacia arriba, provocando que un dolor insoportable se asestara por todo mí ante brazo. Sin darme tiempo a reaccionar, sentí como mi cara era estrellada directa sobre el escritorio del puto jefe, él cual observaba como el tal David ejercía su fuerza con su otra, en un intento por aplastar mi cabeza. Una vez soltó el agarre ejercido en mi cara, su mano paso a recorrer todo mi cuerpo, en busca de algún motivo para pegarme un tiro directo en la sien.
Mientras duró aquella brusca revisión, no hice ningún movimiento. Una vez terminó, su mano la llevo de nuevo contra mi cabeza, presionándola de nuevo fuertemente contra la madera.
-Está limpio jefe -dijo aquel hijo de puta.
-Muy bien. Anthony, nos hemos dado cuenta de tu gran capacidad –respondió el aludido, mientras el aquel perro seguía ejerciendo aquella brutal presión contra mi cráneo.
No pude frenar aquel fuerte quejido, rasgando mi garganta.
-Lo visto allá fuera no fue absolutamente nada – habló de nuevo el jefe- ¿Me conoces Anthony? -pregunto.
-No -mi voz apenas se escucho, por el puto dolor que sentía.
-Bien. Entonces no sabes de lo que yo soy capaz de hacer -dijo, usando un tono de grandeza que en ese instante me pasaba por los huevos.- No soy un pendejo que se traga el cuento ese de que quieres trabajar para mí. Esos putos policías de mierda han estado muy cerca -hizo una pausa- ¿Quién eres? –pregunto con voz pausada.
En ese instante el otro perro me levanto sin soltarme, quedando frente al puto jefe.
-Ya lo sabe. Mi identificación la tiene ahí – dije con un movimiento de cabeza dirigido hacía el cajón del escritorio.
-¡No te hagas el puto gracioso! ¿Quién carajo eres? ¿Para quién trabajas? -su tono de voz iba en aumento.
-¡Para nadie! –conteste rápidamente, al sentir que mi brazo podría zafarse debido a la fuerza que ejercía el puto de mierda- Ya le dije, ¡para nadie! -grite.
Con movimiento de cabeza, ordeno que me soltara. Inmediatamente lleve mi otra mano a mi hombro, haciendo que este se acomodara, seguido de un dolor muy intenso.
-Bien. Te tendré vigilado. –dijo, acortando la distancia mientras sacaba su arma de un costado de su chaqueta y tras apuntar directo a mi cara, continuó- Estas dentro, por lo tanto ya no sales. Al menos que quieras que te mate, esa es la única forma -la amenaza fue directa pero no me iba amedrentar.
Sabía muy bien lo que eran capaces de hacer esos hijos de perra. Estaba acostumbrado a tratar con esta escoria.
-Como ya escuchaste esta noche habrá movimiento -dijo a la vez que dejaba su arma en el escritorio, mirándome directo a los ojos. Sentí mi mano arder, solo me bastaba un movimiento rápido para acabar con toda aquella mierda de una buena vez, pero tenia al otro perro detrás de mi y no podía arriesgarme.- Te quiero en el bar, a mi alrededor, trabajaras controlando la situación como los demás. Ahora sal de aquí y reúnete con ellos. Cualquier cosa yo te mando llamar.
Al dar media vuelta, vi como el perro que hasta hacía un instante, aún seguía agarrándome del pelo, me daba el paso para que saliera con una sonrisa sarcástica en su rostro. Mi mirada se centro en la de él unos segundos, segundos que ayudaron a controlarme. Por mi cuerpo corría la necesidad de borrarle la puta sonrisa de su rostro a punta de unos buenos malditos golpes.
Salí de allí encabronado, lo sucedido me había tomado totalmente por sorpresa pero gracias a ello ya sabía a que atenerme. Debía andarme con mucho cuidado, pues un paso en falso lo echaría todo a perder. Tener la suficiente consciencia de no cometer ningún error, de lo contrario aquello podría costarme muy caro.
Esto apenas era el principio y tenia que usar todo mi autocontrol para no delatarme, lo más importante ya estaba hecho, estaba dentro, ahora tenia que salir y sacar a esas chicas lo más pronto posible de este maldito infierno.
Llegue hasta el centro de la bodega, parándome en el mismo lugar donde minutos atrás me había comportado de lo más ruin con unas de ellas. Solo recordar la mirada llena de miedo de aquella pobre niña bastaba para hacer crecer mi enojo.
Aquel recuerdo duró poco, pues de pronto vi como Owen salía de una de las camionetas y sin pensarlo dos veces, fui directo hacia él.
-¿Qué? –pregunte al ver como este me miraba.
-Por lo que veo , el jefe ya te dio la bienvenida -respondió, a la vez que encendía un cigarrillo- Te va ser muy difícil poli, ese perro de David no se le despega ni para ir al baño.
-¡Cállate idiota! hace un instante pude controlarme pero me importa una mierda si puedo disfrutar ver tu cara de imbécil en el preciso instante en que te meta ese cigarrillo por el culo -dije mientras se lo quitaba de su mano.- Ahora dime, ¿dónde están las chicas? –pregunte, tirando el cigarrillo.
Owen tardo unos segundos en contestar, mientras miraba como este caía al suelo. Podía apostar como su imaginación estaba trabajando.
-Ah, si… las chicas. Se las han llevado a sus aposentos -dijo usando un tono irónico.
-Escúchame bien –susurre moviendo mi cabeza hacia a todos lados, quería estar seguro que nadie nos pudiera estar viendo– Los dos estamos metidos hasta el cuello, pero hay una gran diferencia, yo tengo la puta opción de salir pero tu no tienes ni una mierda, la muerte o la cárcel es lo que hay para ti -al decir eso, su rostro se fue descomponiendo- Me doy cuenta, que todavía no lo tienes muy claro imbécil, –escupí con acritud, mientras los labios de Owen se curvaban en una asquerosa sonrisa- por lo tanto te conviene que estés de mi lado. Quiero tu cooperación, si yo digo cállate, ¡te callas! Olvídate de esos putos cabrones, ahora trabajas para mí, quiero que me lleves donde se encuentran las chicas y de allí me vas a reunir con los demás. Quiero saber todo de esos perros, ¡todo!, y tal vez, ¡solo tal vez!, pueda ayudarte. ¿Queda claro? - pregunte, esperando su respuesta, la cual tardo en contestar.
-Bien, te voy ayudar poli, no puedo estar más jodido.
-Es lo mas inteligente que has dicho en toda tu puñetera vida, ahora llévame allá.
Le di el paso para seguirlo, al fondo de la bodega se encontraban unas escaleras, al llegar a la cima salimos por una puerta que daba hacia un largo pasillo.
-Aquí es donde las tienen, de dos en dos -dijo Owen, deteniéndose en una puerta.
Seguimos avanzando. Me detuve en seco al momento que escuche unos gritos que provenían de una de las puertas. Me acerque y pude escuchar claramente como una de las chicas pedía con voz desgarradora que la sacaran de ahí al mismo tiempo que golpeaba la puerta. Sus gritos y sus golpes se podían escuchar por todo el pasillo. Cerré mis puños fuertemente, evidentemente no podía hacer absolutamente nada por ella ni por las demás, no era el momento, aunque no sabia cuanto tiempo me iba a tomar el poder ayudarlas. De antemano sabia que esto iba ser difícil, pero se estaba convirtiendo en una frustración muy grande, frustración que podía delatarme sobre todo por la gran mierda que tenia que presenciar y sin poder actuar, definitivamente ese no era el plan. El plan era obtener toda la información para acabar con estos hijos de puta y para lograrlo debía tener la sangre muy fría.
De pronto, los gritos cesaron.
-Sígueme –dijo Owen.
Me gire hacia él y en ese preciso instante sentí la necesidad de sacar toda la puta frustración acumulada. Lo tome por el cuello apretándolo fuertemente, obstruyendo su respiración y lo estampe hacia la pared.
-¡A mi no me des ordenes imbécil!, yo soy quien las da, parece que no lo has entendido -gruñí, mientras seguía oprimiendo mas fuerte, viendo como su cara se teñía de rojo.
Owen levanto las palmas de sus manos, señal que ayudo a mi cerebro a no cometer una idiotez que me podía costar muy caro. Rápidamente lo solté alejándome de él, mientras este se llevaba sus manos hasta el cuello y doblaba su cuerpo para componer su respiración.
-¿Te quedo claro?- pregunte, a la vez que me decía mentalmente ¡contrólate de una puta vez, contrólate!
-Me queda claro -contesto con dificultad, mientras se incorporaba.
-¡Bien! Ahora llévame donde están esos perros.
Sin ningún tipo de reproche, Owen me guió hasta la parte más alta del edificio. Una vez allí, mis ojos recorrieron incesantes el bar instalado allí. Varias eran las personas haciendo la limpieza del mismo para la celebración que tendría lugar en la noche. A la luz del día, se podía apreciar lo nefasto del lugar, su decoración de lo más vulgar, el olor a tabaco en el ambiente y la humedad impregnando cada esquina.
Atravesamos un arco, el cual dividía el bar para dar acceso a un pasillo donde se hallaban varias habitaciones, en una de ellas se encontraba un letrero donde decía privado. Owen se detuvo allí para dar unos golpes a la puerta. El hombre grandulón, un tal Roger, nos abrió dándonos el paso. Entramos y mis ojos recorrieron la habitación.
Todos se encontraban allí. Todos me miraban con curiosidad. La mujer, la tal Rachel se encontraba sentada en el escritorio frente a una lap top, y lo que sea que estuviera haciendo lo dejo en el momento que levanto su mirada y se fijo en mí.
-¿Y tu quien eres? -pregunto con tono autoritario pero lleno de curiosidad.
-Para ti soy Anthony, y antes que sigas preguntando, voy a trabajar aquí -todos los demás observaban la cara de esta al ver como tomaba asiento en unos de los sillones que se encontraban en la oficina, la cual parecía mas bien una sala de entretenimiento.
-Así es Rachel -intervino Owen, mientras se sentaba junto a otro tipo.- Me imagino que ya estas enterada que lo putos policías de mierda dieron muerte a Mike y a Nick y como te has dado cuenta, nos hemos quedado en desventaja. Así que yo se lo recomendé al jefe, él ya le ha dado la bienvenida -al terminar, una puta sonrisa se le formaba en el rostro.
-Ah, me ha quedado claro, sobre todo con tu presentación de allá abajo -dijo, mirándome fijamente.
-Espero que te haya causado buena impresión -dije sin apartar la mirada sobre ella.
Mi intuición sobre esta mujer me decía que tenia mas mando que todos los que estaban allí, por consiguiente era una mujer peligrosa y a mi, me convenía parecer de su lado.
-Entonces no veo porque nosotros no podemos darte la nuestra -dijo de pronto el tipo que estaba sentado junto a Owen.
Mis ojos en seguida repararon en su figura.
-¿La vuestra? -pregunte haciéndome el tonto.
-Si, nuestra bienvenida –contesto disfrutando de la situación.
-¡Hey! no, con la que me dio el puto de David fue suficiente –dije llevando mi mano hacia mi hombro lastimado- Por poco me zafa el puto brazo- en ese instante las carcajadas por parte de ellos se hicieron escuchar, menos las de Rachel.
-¡Hey amigo!, te recomiendo que no se te salga decir eso delante de David, te aseguro que si no te lo arrancó esta vez, para la próxima amaneces sin tu puto brazo.
-Lo tendré muy en cuenta.
-Por cierto yo soy Frank, él que esta sentando junto a Owen es Alex - el mencionado hizo un gesto de saludo con su mano.- El grandulón este que tengo a mi lado es Roger -Roger hizo lo mismo- Y ese que esta pegado todo el tiempo en el videojuego, es Jude –Jude, que me daba la espalda, levanto su mano sin despegar su atención en el televisor.
De pronto, el celular de Rachel empezó a timbrar.
-Si jefe, aquí se encuentra -otra vez, su mirada se posó en mí.
-Todo normal -hizo una pausa.– Así es –continuo diciendo, seguido de otra pausa. – Bien, en este momento se la daré.
Dicho eso, la chica guardó su móvil en la funda de su cinturón y se levanto dirigiéndose hacía uno de los costados de la sala, donde se encontraba un mueble de madera que se levantaba desde el piso hasta el techo, e introdujo una pequeña llave la cual abrió una de las puertas del mismo.
-Ya que vas a trabajar aquí, vas a necesitar esto -dijo mientras se acercaba hacia mí con la intención de darme una semi automática, calibre 45 y un celular.- El móvil ya esta cargado, igual aquí tienes el cargador junto a todos nuestros números. Y ahora, sígueme.
Salimos y nos dirigimos hacia la bodega nuevamente. El pasillo donde se hallaban las habitaciones de las chicas estaba en completo silencio, algo que me hizo suspirar. No me gustaba nada la tal Rachel, y de haberse oído algún grito mientras pasábamos nosotros, estaba convencido de que emplearía cualquier método para hacerlas callar, métodos que seguramente me incluirían a mí y yo no estaba preparado para eso.
“Pues vete preparando, eso no será nada para lo que verás”. Inevitablemente, mi estómago se encogió tras ese pensamiento.
“Tienes que aguantar Edward, tienes que ser fuerte”, me repetí a mi mismo, durante todo el trayecto.
Una vez que llegamos a la bodega, Rachel se dirigió a los cuartos que estaban junto a la oficina donde se había puesto en duda mi fidelidad hacía esta gentuza. Abrió uno de ellos y se detuvo en el quicio de la puerta, mientras sostenía esta con su mano.
-Puedes pasar, este era el cuarto de Nick – dijo a la vez que hacía un gesto con la cabeza para que accediera.- El jefe nos quiere cerca, sobre todo después de lo sucedido con la policía –decía mientras entraba a la habitación.
El sonido de la puerta al cerrarse hizo que mi cuerpo se volteara a mirar, encontrándome con la imagen de aquella chica, apoyada sobre la madera. En su mirada y en su pose se podía leer la lujuria.
-Llevo mucho tiempo aquí, pero nunca he conocido a nadie como tu –notaba a la perfección, la sensualidad adquirida en el tono de su voz, mientras se aproximaba a mi lentamente.
-De donde vengo –susurre, continuando su juego – he visto pocas como tu.
-Ah, ¿si? Explícate.
-Eres una mujer muy atractiva- confesé entrando de lleno en su juego. Pude sentir su presencia tras de mí, mientras dejaba los objetos que ella misma me había dado sobre la pequeña mesa que había justo a la izquierda de la cama.- Como ya dije, pocas como tu.
-Pues has llegado al lugar correcto- susurro la aludida, mientras sus manos comenzaron a recorrer mi pecho.
-No lo dudo –susurre ahora yo, girando mi cuello para encontrarme con sus labios, apunto ya de rozar los míos.
Sin pensármelo dos veces, acorte la pequeña distancia que nos separaba y acaricie aquellos montículos, justo como ella pretendía que hiciera, pues estaba seguro que tras esa incipiente atracción, también se escondía ponerme a prueba. Lo que ella ni nadie sabían, es que, ya dentro de aquí, estaba dispuesto a cualquier cosa con tal de que al final todos terminaran en la cárcel.
-Lo dicho, nadie como tú –susurró sobre mi boca. Su aliento sabía a tabaco, y en mis labios había quedado impregnado el sabor agrio de su pintalabios.- Puedes quedarte aquí mientras te mandan llamar.
Y contoneando sus caderas, se dirigió hacía la puerta, llevándose tras ella su intento de seducción.
Ni medio minuto tarde en sacar mi móvil y abrir la carpeta de los mensajes. Tenía que intentar aprovechar cada uno de los minutos que pasara aquí.
“Estoy en la habitación que era del tal Nick. Sin levantar sospechas, ven hacia acá. Borra esto en el instante que lo leas.”
A los diez minutos, Owen entro en aquella habitación en la que reinaba la impaciencia.
-¿Dónde están los demás? ¿Te vio alguien? –pregunte nada más verle.
Con tranquilidad, tomo una silla y se sentó. En un gesto de intentar tranquilizarme lo imite.
-Cálmate, cuando hay movimiento, sobre todo cuando llegan chicas nuevas, la mayoría están ocupados.
-¿Como funciona esto? –pregunte, tenia que obtener la mayor información, mas tarde no tendría oportunidad.
-No creo que no estés enterado poli -dijo en tono de burla.
-No juegues con mi paciencia. Ahorita mismo puedo acabar con esta mierda solo con una llamada. Y tú te irías derechito al puto infierno, uno peor que este.
-Sabes que no es tan fácil, de ser así ¿habrías llamado ya no?... Se necesitan pruebas que los incriminen, y después rezar, para que el soplón no tire por tierra tu misión de súper héroe.
Sin pensarlo, tome mi arma y con un movimiento rápido, la lleve hasta su frente presionando fuertemente contra ella. La paciencia nunca había sido una de mis virtudes.
-¡Dime hijo de puta! ¿Quién es el maldito soplón? – gruñí sin dejar de verlo directo a los ojos- ¡Escupe imbécil! ¿Quién es el maldito soplón?
-¡No lo se! te juro que no lo se –se precipito a decir, cerrando sus ojos. Tan valiente para unas cosas, y tan cobarde para otras.- ¡No lo se de verdad! –aquellas excusas no ayudaban en nada a mi paciencia.- Lo único que se, es que la llamada la recibe el jefe y si no esta él, él que queda al mando es David. No mencionan nombres, te estoy diciendo la verdad, ¡lo juro!
Ardía en ganas por manchar aquella pistola con su sangre, gente como él, era lo mínimo que merecía. Pero debía reconocer, que por muy poco que ese tipo me gustará, su ayuda podía servirme de mucho.
-Estoy seguro que ni siquiera Rachel lo sabe –balbuceo ya más calmado, mientras me sentaba sobre la cama.
De que servía que estuviera metido aquí, que la mierda me sobrepasara y que el cabrón que tenía ante mis ojos llevara un GPS. De que me servía cualquier prueba que encontrar, si el maldito soplón estaba fuera, trabajando codo con codo con los míos.
-Háblame de Rachel -ordene.
Ella podía ser un punto a mi favor.
-Te puedo decir que es una hija de perra. Una, a la que se le tiene que tener cuidado –me advirtió. La frialdad en sus ojos me decía que no mentía.- Cuando yo llegue, ella ya estaba aquí, dicen que el jefe la trajo, fue su amante, creo que ya no lo es o tal vez si, yo que se. Lo que si se, es que al jefe le ha funcionado muy bien. Si no, ya se hubiera desecho de ella.
-Bien, háblame de los demás.
-No hay mucho que contar, ya los has conocido. Frank, Alex, Roger y Jude se encargan de la seguridad del bar y de la seguridad del jefe. En eso también entramos tú y yo.
-¿Cuantos bares de este tipo maneja tu jefe?
-Hasta donde yo se, solo uno con chicas que se traen del extranjero, pero el jefe es dueño de cuatro bares más, pero ahí solo trabajan bailarinas y se vende droga al menudeo, si el cliente lo pide.
-¿Por qué solo maneja uno? –pregunte.
-Por el riesgo que acarrea. Teniendo solo uno, lo tiene todo bajo control.
-¿Quién se encarga de los otros bares?
-El mismo. Diariamente salimos por las ganancias de cada noche y para comprobar que todo este en su lugar.
-¿Dónde consigue la droga?
-La trasportan por mar, cuando llega el cargamento nosotros nos encargamos de recogerla al embarcadero- era lo mas lógico, era una puta corrupción que se extendía por todo el país.
-¿Donde guarda tu jefe el puto dinero? -pregunte.
-Empiezas a preguntarme imposibles poli. No lo se, a mi se me paga por hacer el trabajo, lo demás no me interesa.
Era inútil seguir preguntando sobre todo, saber los nombres de las demás personas que estaban involucradas, esas que tenían negocios con el puto jefe, esas que también se beneficiaban de esta mierda.
El móvil de Owen empezó a sonar. Contesto, y a todo lo que le estuvieran diciendo su contestación en todo momento fue un si.
-Ya es hora poli, la gente ha empezado a llegar, el jefe nos quiere en el bar- dijo al instante que cerró su móvil.
-Bien. Que no se te olvide que ahora trabajas para mí – dije con tono autoritario.
-No, no se me olvida.
En silencio, nos dirigimos al bar, el cual ya estaba lleno. Gente importante por lo que había escuchado anteriormente, gente a la que no le importaba nada, ni familia, ni hijos, gente que venia a gastar su puto dinero para dar rienda suelta a sus más bajos instintos. Era de suponer que llevaban una doble vida, de hipocresía y falsedad, esa vida que aparentaban en el seno de su hogar ser unas personas intachables. Hijos de puta, por ellos existía esta mierda, por ellos, miles de chicas se encontraban en esta jodida situación, porque otros hijos de puta se aprovechaban de su inocencia y desesperación, esa desesperación que las orillaba a tomar decisiones, sin detenerse un momento a pensar las consecuencias de esta brutal mentira y todo por buscar una vida mejor, en un mundo lleno de mierda.
Hijos de puta, ambas partes eran culpables.
El ambiente era amenizado por chicas que bailaban arriba de la pista, todas casi desnudas. Los gritos se escuchaban por todas partes, sobre todo de los hombres que se encontraban alrededor de la pista. Así era como funcionaba, al instante en que ellas se acercaban, ellos se sacaban un billete y se los colocaban en sus pequeñas bragas.
Seguí observando, examinando minuciosamente el lugar. En la entrada principal se encontraba Roger controlando la situación, su pose y sus manos cruzadas sobre su pecho lo delataban. En unas de las esquinas se encontraba Alex en la misma posición de Roger, perfectamente erguido, observando cada detalle de lo que estaba sucediendo, controlando que nada ni nadie se saliera de su lugar.
Owen y yo nos dirigimos al privado del jefe. Entramos cuando la puerta la abrió el puto de David. Tan solo me vio, otra puta sonrisa se le formo, la cual se la devolví, mientras me frotaba mi brazo. El puto solo movió la cabeza a ambos lados, el jefe se encontraba revisando unos papeles.
-Ya estamos aquí jefe -dijo Owen.
-Bien – contesto sin dejar de mirar los papeles- Ya saben lo que tienes que hacer. Sobre todo cuando tenemos chicas nuevas -continuo diciendo- Quiero que todo este bajo control y si algún cliente quiere pasarse de listo, ya saben lo que tienen que hacer.
Su celular empezó a sonar.
-Maldita sea Rachel, quiero a la irlandesa aquí en mi privado ¡¿qué no has entendido?!- dijo, en un tono muy molesto, mientras aventaba su móvil sobre sus papeles y se frotaba el puente de su nariz.
-Esa chica es preciosa, muy preciosa- murmuró para si mismo, haciendo que la sangre se me helera.
De pronto, la puerta se abrió entrando dos chicas tomadas de las manos. Tras ellas, el tal Frank junto con Jude, las custodiaban. Rachel fue la última en entrar, cerrando la puerta a su paso. El hijo de perra se levanto al instante en que sus ojos se posaron en las chicas. Observé claramente como una sonrisa se formaba en su puto rostro mientras recorría aquellos inocentes cuerpos con su mirada. Rodeo su escritorio para acceder hasta ellas, mientras yo me colocaba a un costado de la sala. Desde aquella distancia, percibía el miedo recorriendo los cuerpos de esas pobres chicas.
Una de ellas tuvo que notar como las miraba, pues de pronto sus ojos envueltos en lágrimas me sorprendieron. Tarde segundos en reconocer a la niña a la que horas antes había rasgado la blusa. El remordimiento y la pena que aquella mirada me estaban transmitiendo, a punto me llevaron de sacar la pistola que aguardaba tras mi pantalón, y enzarzarme a tiros con todos los allí presentes sin la menor comprensión.
Mis nudillos se tiñeron de blanco y a punto estuve de partirme en dos la mandíbula, debido a la tensión ejercida en ambas zonas, en mi intento de autocontrol.
-Llevaros a ésta a la habitación cinco- dijo el jefe, en un tono de lo mas repugnante - A esta otra la dejáis aquí – agrego.
El llanto de la chica irlandesa aumentó cuando miraba como era arrastrada la otra chica hacia la salida. Frank se aproximo a ella y en un intento de callarla la abofeteo sin ninguna compasión. Ya no podía apuñar mas mis puños, sentía como mis uñas se encajaban fuertemente en mi piel.
La chica siguió llorando, suplicando con su mirada que no le hicieran daño, mientras yo me sentía el mayor de los cobardes. Si, era un puto cobarde, eso es lo que era, un puto cobarde por no hacer nada. ¿Pero que podía hacer yo solo contra todos aquellos?... ¿Qué?...
-¡Parad!- ordenó el hijo de perra.- Si la tocáis, los clientes se quejaran, y eso serán menos ganancias. Además, a esta niña no se le va amaestrar a golpes ¿Verdad preciosa?
Ella no contesto, su miedo se podía sentir por toda la sala.
-Marchaos, de esta me encargo yo- ordenó.
Sin mirar, salí de allí sin querer saber nada más, sintiendo como la impotencia, el asco y la pena, se iban apoderando de mi cuerpo.
Me dirigí hacia el bar buscando el baño de hombres, pero de pronto sentí como era detenido por Owen. Voltee para decirle que me dejara solo y entre al servicio donde descargue toda mi rabia contra la primera puerta que me encontré. Con cada golpe, la frustración aumentaba.
-¡Maldita sea! ¡Mierda! ¡Maldita sea!- gruñía, mientras la pared era testigo de mis golpes.- ¡Eres un puto cobarde!- grite sin cesar en mis golpes, solo la vibración de mi teléfono me hicieron parar.
Un mensaje de Owen.
“Poli, Frank va para allá.”
Elimine rápidamente el mensaje, saliendo del baño y llevando las manos hacia el agua de uno de los lavamanos. Tranquilamente, tome el jabón y empecé a lavarme, cuando escuche que la puerta se abría. No mire quien entraba, seguía concentrado lavando mis manos.
-¿Te encuentras bien? - pregunto Frank, parándose detrás de mí, mientras yo alzaba la mirada y lo miraba por el espejo.
-Si –conteste firmemente- ¿Por qué no habría de estarlo?
-No lo se, hace un momento en la sala me pareció ver que estabas enojado.
-¡Puta! Pensé que no lo habías notado – dije teatralmente, a la vez que tomaba papel para secarme y miraba como Frank hacia un gesto sin entender nada de lo que estaba diciendo.- Solo pensaba en ese coño. ¡Mierda!, podría haber sido mío. Esa chica esta para pasarla muy bien.
Con mis palabras, la dureza de su expresión cambio rápidamente, comprendiendo el sentido de ellas.
-Te entiendo perfectamente. A mi también me ha pasado, pero cuando el jefe se interesa en alguien, ese alguien es exclusivo para el. Así que te aconsejo que mires hacía otro lado.
-También lo tendré en cuenta. Y ahora mejor salgo, no quiero que venga David y tenga que darle explicaciones a el también. Antes no lo ha hecho, pero puede que ahora si me arranque el brazo –fingí el temor.
-Si, si, mejor ve.
Al salir de allí, Owen se aproximo hacia mí.
-¿Todo bien? -pregunto.
-Estas haciendo bien tu trabajo, -conteste– eso es buena señal, has entendido que si me hundo en esta mierda, tú también te hundes conmigo -dije, observando todo a mí alrededor. El bar seguía en su máximo apogeo.
El ambiente termino a altas horas de la madrugada, donde no hubo ninguna intervención por parte nuestra ya que ningún ebrio se quiso pasar de listo. Rachel pasó casi toda la noche controlando la situación de las chicas. De lejos observaba como esos tipos entraban hacia aquel pasillo para pagar por los servicios de ellas. No podía imaginar lo que ellas estaban sintiendo en estos momentos. Asco, repulsión, dolor, miedo sobre todo, el peor de los miedos y por todo eso, tenía que actuar rápido, tenía que conseguir la información lo más pronto posible.
Asqueado de todo esto, me dirigí hacia el cuarto que me habían asignado y decidí tomar una ducha. Había sido un día muy largo, demasiado para todo lo que había conllevado el mismo. Al salir de la ducha me percate que no había traído nada de ropa. Abrí el pequeño closet que se encontraba al otro lado de la cama y supuse que los vaqueros y las playeras que se encontraban colgadas eran del tal Nick, con solo verlos me di cuenta que era la misma talla que usaba. Sin pensarlo me los puse.
Me recosté en la cama, la cabeza me estallaba, era un dolor insoportable, la mirada de aquella pobre chica, junto a los llantos escuchados durante la mañana, durante la tarde, en aquel reservado antes de marcharme, las chicas semidesnudas bailando sobre la pista, el olor a sexo y lujuria que desprendía cada una de sus esquinas, todo… todo se repetía incesante en mi cabeza, como si de una película se tratara.
Cerré los ojos varias veces intentando escapar de aquellas imágenes. Ni la fuerza que ejercía con la almohada podía borrar el rastro de ellas. Y abriendo los ojos tampoco conseguía nada. La mirada suplicante de aquella pobre chica estaba clavada en mi memoria. El sonido de su blusa al rasgarse entre mis dedos, estaba impreso en mis oídos.
Aquellos gritos, aquella desolación, aquella maldita frustración por estar tan cerca y a la vez tan lejos, por no poder hacer nada… absolutamente nada.
Entre lágrimas e imágenes que sabía, jamás olvidaría, finalmente me quede dormido con los primeros rayos del amanecer…
-Hey despierta- escuche a lo lejos una voz– ¡Despierta! – volví a escuchar, mientras sentía como me movían el brazo.
Al sentir el movimiento, me desperté alterado sin saber donde me encontraba, pero al ver a Owen parado frente a mi, todo resquicio de no estar en el mismísimo infierno desapareció.
-¿Qué sucede?- pregunte levantándome.
-El jefe quiere vernos en su oficina, en este instante.
-¿Qué hora es?- volvía a preguntar, dirigiéndome hacia al baño.
-Son las doce del medio día.
-¡Mierda! –bufe exasperado. Había desperdiciado demasiado tiempo durmiendo, y eso, era un lujo que no podía ni debía permitirme.
Salí del baño, tome el arma y el móvil y nos dirigimos hacia la dichosa oficina. Allí dentro ya se encontraban todos.
- Por fin el Bello durmiente ya esta aquí –dijo el puto de mierda solo al verme. Rachel, que se encontraba enfrente, me regalaba una sonrisa desde la distancia –Lo voy a pasar por alto solo porque ayer fue una noche muy productiva en todos los sentidos. ¿Entendido Masen? Así es como te apellidas ¿no?
- Así es señor, queda entendido –respondí sin prestar la menor atención a todos sus estúpidos comentarios.
-Bueno, basta de desperdiciar mas el tiempo. Aquí tienen su paga. David repártela –ordenó.- Frank, Alex quiero que vayan a recoger las ganancias de los dos bares que tengo al este de la ciudad. Tu y Owen van a pasar por los otros dos que están en el centro – dijo mientras, nos señalaba con su dedo índice. Y a la vez David nos entregaba el dinero.- Ahora salgan, y vayan hacia allá.
Nos subimos a la camioneta, Owen era quien manejaba.
-Quédate con el puto dinero – dije al momento en que salíamos de la bodega.
-Pero son mil dólares.
-Me importa una mierda cuanto sea -era evidente porque el imbécil de Owen trabajaba para ellos- Escúchame, antes de ir a recoger las ganancias vamos a ir a mi apartamento, tengo que recoger algo de ropa y cosas que necesito.
-Pero si el jefe se entera nos puede ir mal.
-También me importa una mierda ese imbécil. Gira a la derecha- bufé.
Todo el trayecto me percate que un automóvil plateado nos venia siguiendo.
-Estaciónate allí –dije indicando el lugar– no hagas nada estúpido, no tardo.
Entre en el edificio donde se encontraba mi apartamento, me dirigí directamente con Thomas el portero del edifico, un hombre ya mayor, al que le tenia confianza y aprecio. Al verme llegar saco de su llavero las llaves de mi apartamento. A él se las había encargado antes de partir a la misión.
Abrí y rápidamente tome una pequeña mochila e introduje todo lo necesario. De pronto el timbre empezó a sonar. Mire atreves de la puerta, el agente Miller era el que se encontraba afuera.
-Ha sido muy arriesgado de su parte venir hacia acá –dijo en el momento que piso mi apartamento.
-Lo se pero era necesario -conteste.
-¿Ha logrado conseguir algo de información?- pregunto, dirigiéndose hacía el salón.
-Nada relevante.
-Se tiene que dar prisa, se supone que usted es el mejor.
-Yo no se si sea el mejor, pero si yo estuviera afuera ya me hubiera puesto a investigar. ¿Siguen sin saber quien es el maldito soplón?
-Usted no sabe como funcionan las cosas -respondió en un tono irónico.
-¿Y como funcionan?, dígame, porque en la mierda donde estoy metido funcionan de otra manera muy distinta. Para su información, allá, en esa mierda, se encuentran unas chicas que están sufriendo la peor de las aberraciones -decía mientras me pasaba la mano por mis cabellos en señal de frustración.
Frustración que se acumulaba nuevamente, cuando un hijo de puta engreído venia a darme clases de cómo funcionaban las cosas.
-¡Cálmese agente! En toda guerra hay daños colaterales y para poder terminar con ella, es así como funcionan las cosas. No cuesta nada atraparlos, pero cuantos casos se han visto en donde contratan un buen abogado y a los pocos meses, esos hijos de puta vuelven a salir y siempre contando con sus cuentas bancarias -suspiró.- Tiene que ser así agente, y no dude que estamos investigando para dar con el maldito soplón.
-Pues lo mismo digo agente, se tienen que dar prisa –dije mientras me giraba hacia la salida- Se queda en su casa -finalice tomando mi mochila y cerrando una puerta que no sabría cuando volvería abrir.
Salí de mi apartamento aún más frustrado de lo que entre. Las palabras de Miller, esa comparación con la guerra, me dejaba suficientemente claro que poco le importaba a ellos las chicas que estaban sufriendo a costa de atrapar a los hijos de puta. Ellas no importaban, no eran más que un peón más en sus investigaciones.
Intente tranquilizarme antes de llegar hasta la recepción. Mi ansiedad no podía llamar la atención si no todo se iría al diablo.
-Aquí están de nuevo las llaves Thomas.
-Buena suerte Edward – dijo Thomas, al momento en que las tomo.
No era necesario contarle a Thomas de mi trabajo, él sabía perfectamente que mi ausencia no se debía a nada bueno.
-Gracias Thomas, creo que la voy a necesitar.
Salí del edificio y de un portazo cerré la camioneta.
-¿Qué le dieron allá arriba poli?
-Limítate a conducir, solo a eso, Owen.
Hora y media hacía ya desde que nos habíamos ido de la bodega con la intención de cobrar el dinero de aquel bar, teníamos que darnos prisa si no queríamos levantar sospechas.
-¡Mierda! –bufo Owen, mientras aminoraba la velocidad del auto.
-¿Qué sucede?
-Lo que me temía, la camioneta del jefe esta allí –me indico, señalándome el coche estacionado ante la puerta de un bar, el cual supone, era nuestro próximo destino.- Ha de estar encabronado por la tardanza.
-No seas un puto llorón y estaciónate de una maldita vez -proteste. Si no queríamos levantar sospechas, lo mejor era actuar con naturalidad.
Nos bajamos de la camioneta y entramos al bar, uno por cierto, muy similar al de la noche anterior. Nada más entrar, me percate de que allí dentro no se encontraba nadie. Seguimos avanzando hasta escuchar gritos que provenían de un pasillo que se encontraba al fondo del bar. Me gire hacia Owen, que venia detrás de mí, y con una señal le indique que no hiciera el menor ruido. Saque mi arma y camine hasta una puerta que estaba entreabierta. Asome mi cabeza con mi arma por delante y vi que David se encontraba en el suelo, inconsciente, a un lado del escritorio. Alce mi vista y mire a un hombre que me daba la espalda, encañonando con su arma al jefe.
Me gire hacia atrás, pegando mi espalda hacia la pared. Owen me miro y con un gesto nervioso, lo alenté para que siguiera sin moverse.
-La mercancía ya fue entregada, ¡quiero mi puto dinero o ahora mismo te meto un tiro entre ceja y ceja!
-A mi no me llego nada.
-No mientas ¡imbécil!, eso fue la semana pasada.
-Pues te han mentido. Déjame aclararlo con Martínez.
-No es necesario, el jefe ya ha dado la orden. Sabes lo que pasa si no entregas el dinero.
Todo fue muy rápido. Al entrar a la oficina le hice una señal al puto jefe para que se hiciera a un lado. El tipo que lo encañonaba con el arma se giro hacia a mi y sin dudarlo, detone mi arma.
El cuerpo sin vida de aquel tipo golpeo contra el suelo, manchándolo con su sangre. Cuatro fueron los disparos que agujereaban su pecho mientras el jefe, al cual acababa de salvar la vida, me miraba estupefacto.
-De no haber sido por ti, ahora sería mi sangre la que mancharía el suelo –susurro, mientras su mano se ceñía con fuerza sobre mi hombro.- Estoy en deuda contigo, pídeme lo que quieras.
-Nada jefe, para eso me contrato –respondí serio. Acababa de manchar mis manos de sangre por salvar a un miserable que no se merecía otra cosa que no fuera acabar así.
-No cuestiones y dime que quieres, dinero, drogas, alguna de las chicas –mi cuerpo se estremeció ante sus últimas palabras.- Esta bien, piénsalo. Pero recuerda que sigo en deuda contigo.
En completo silencio, observe como borraban las huellas de lo sucedido hacía penas unos minutos. Me sentía como la peor de las escorias cada vez que la mirada agradecida de mi jefe se topaba con la mía. Le había salvado el cuello de una muerte segura, si tan solo hubiera llegado dos minutos mas tarde…
No… si hubiera llegado dos minutos más tarde el operativo se habría ido al garete y con el, cualquier posibilidad porque todos pagaran por lo que estaban haciendo. Ahora más que nunca debía de ser cauto, ya había conseguido lo más importante, el jefe confiaba en mí, y aun más importante, estaba en deuda conmigo.
Aquella carta debía aprovecharla bien, debía aprovecharla muy bien.
6 Sonrisas:
oouuuch,,, k k intenso.. edward cada vez sta en el hoyo jejeje... sin duda sera muy dificil salir de esa mafia... desde k des un pie ahi ya tienes asegurada la muerte.. muy intenso mi karlis.. lka verdad k stoy con la expectativa de saber como vaya,,, yo no recuerdo ver la peli pero me pongo a pesar y digo talvez el jefe de la poli es l maldito soplon y puede ser mas dificil desencadenar la verdad... woow.. me revuelve jaja... edward sta cañon, ojala ese haz bajo la manga la juegue bien....
y sobre bellis ... simplemente me desarma hasta cosa me da leer saber k le pase k puede ser lo peor ouch ay yaa nosee me pone de nervios jaja
sin duda buena trama.. muy bien karlis se k no s nada facil.. y que bien igual k nuestra almu esta apoyandote...
me guta muxoo aunk me sea dificil leer jejej por el tema jajaj muak
Yo creo que Edward no sabe muy bien donde se ha metido, y es a partir de ahora cuando verdaderamente se va a dar cuenta de que esta con la soga al cuello. No puede fiarse de nadie y aunque tenga cogido por los huevos a Owen, de éste es del último que tiene que fiarse, no me da buena espina ese tío, y conociendo tu cabecita loca, miedo me da. Esperemos que use bien ese as que tiene guardado, porque un paso en falso, le puede costar caro.
Es tremendo tener que estar ahí medito y no poder hacer absolutamente nada, y más tremendo saber que a los que le han mandado ahí dentro, poco les importa el bienestar de esas pobres chicas con las que Edward tiene que fingir indiferencia. Se me pone la piel de gallina solo de imaginármelo.
Genial Karla, por mi parte eso ya lo sabes ;).
Karlita de mi corazon hace tiempo que lo lei, pero no habia publicado el comen, aqui va:
Wow Karlita!!! estuvo fuerte este capitulo, aunque me gusto que Edward le salvara la vida al tipo ese y no es porq me caiga bien ni nada obvio pero como él mismo dijo todo se hubiese ido al traste asi que es mejor que ahora le tengan confianza, y que le ira a pedir Edward...??? Uhmmm ya quiero el proximo cap me encanta esta trama fuerte pero nada menos fuera de la realidad, sigue asi!!
O________O super genial ;)
Karlita la verdad sabes como llenarme de intriga, este capi estuvo increiblemente tenso.
Me imagino la situación de Edward, alli en medio de un negocio tan sucio nada más que como un mero observador de injusticias, finjiendo ser quien no es y sin poder mover un dedo por ayudar a nadie.
Edward tiene que enfriar un poco la cabeza, esta siendo demaciado impulsivo y volátil, tiene que pensar objetivamente y no dejarse llevar por las emociones que le pueden costar muy caro, alli nadie es amigo de nadie y debe cuidarse hasta de su sombra.
El tal Miller me genera un poco de desconfianza, en primer lugar porque lo esta siguiendo y como se aparece asi en el departamento de Edward cuando se supone que esta trabajando con los del otro equipo y en segundo porque tanto interes en si ya averiguo algo, lo más lógico seria que fuera el propio Edward el buscara la comunicación con el FBI cuando lo creyera prudente, no?
Por una jugada del destino Edward tuvo la vida del jefe en su poder por un instante y eso le valió un favor a cambio, no me cabe la menor duda que lo va a usar con sabiduria, o tal vez no lo use en absoluto...
No sé mucho que pensar y que leer, suerte que ya estan los próximos capi y me disculpo por estar tan atrasada.
Besos Karli
Por tanto tiempo el es indispensable las comunicaciones imagino solo desestresante basio al puntuar derechos inadmisibles hay que ser muy recalcado de este capitilo lo asesora lo gratitud conque fuiste adsuelto demostrarles un espacio de autocontrol a cada una de sus dudas por querer riafirmar con severidad y recomendarse limpio era lo necesario intrugante cuan despiadados yasen sus instintos lo podria valerse era sin duda obstaculizarse a remulderivilizarce ni opsionar a otro sistema parcialmente equivo un y le causaria serios problemas.
Toda iniciativa se debe tratar con cautela por sentirse bajo riesgo de ayudar sin tomar en cuenta personas que ni merecieran ser cuestionados de enfrentar su lado muy natural o como imaguna sostenerse en ese tiempo de investigacion.
Y tú, ¿nos regalas una sonrisa?