Veo que el anterior capítulo ha despertado muchas impresiones, y contrario a lo que pensaba que pasaría, me ha gustado ver como os habéis posicionado un poco en la piel de Edward. Al igual que a él, os desconcierta un poco la actitud de Bella, ese si no que parece traerse con él, al punto de que a este le este llevando a cometer acciones impensables antes. Puede que las formas de Bella sean confusas y equivocadas, ¿pero no podrían ser más las de Edward? Realmente ese encuentro que hubo entre los dos hace tiempo, ¿es condicionante para que la relacion de ellos se base solo en eso?
¿Bella oculta algo?... podría ser, o quizás no, quizás la desconcertada sea ella por las formas de Edward...
Creo que ya es hora de ir callándome, porque lo que voy a conseguir es liaros más :p. Gracias por los ánimos a seguir con este fic, no os arrepentiréis por el apoyo ;).
Y ahora si...
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Capítulo 11
Lunes por la mañana, y ya de vuelta en Nueva York, concretamente en la soledad de mi amplio despacho, la cosa no fue a mejor.
Sentado sobre aquella impoluta silla revestida en cuero, mis ojos observaban casi sin pestañear la chaqueta de paño negra, perfectamente doblada y colocada sobre el apoya brazos del gran sofá de piel marrón apoyado contra la pared, justo en la línea perpendicular a mi visión.
“Isabella mando entregártela con un repartidor”, esas habían sido las palabras de mi socio, tras felicitarme nuevamente por mi impecable trabajo en San Francisco. Ni siquiera se limito a preguntar el porque mi chaqueta había acabado en manos de Isabella, ni el porque en vez de habérmela entregado ella misma, lo había hecho a través de un mediador.
Y siendo sincero, agradecía enormemente que no lo hubiera hecho, pues ya suficientes remordimientos tenía escuchando a mi propia conciencia, para tener que escuchar las réplicas de mi amigo.
—Estúpido, estúpido, ¡estúpido! –me grite de nuevo a mi mismo. Y esta vez, la punta bañada en plata de mi estilográfica no tuvo la misma suerte de las veces anteriores— ¡Genial!, ahora te has convertido en un estúpido integral.
Tras limpiar el desparrame de tinta azul, y comprobar varias veces que los bocetos, ahora emborronados, no eran de vital importancia, los remordimientos volvieron a ocupar el sitio presidencial en mi cabeza. Ni siquiera el sueño conseguía eclipsarlos, algo demasiado extraño en una persona que apenas había dormido tres horas en las últimas treinta y seis.
Vale, estaba claro que no había matado a nadie, ¡y dios me librara de cometer jamás semejante atrocidad! Ya no por el acto en si, que también, sino por los desvaríos mentales que dicho acto pudieran ocasionarme, a juzgar por el mal trago que estaba pasando las últimas horas, por algo que no podía llegar ni a compararse.
Pero es que bastaba con cerrar los ojos para que aquellos otros almendrados opacaran cualquier resquicio de cordura.
Bella y su sonrisa…
Bella y su voz amenazante…
Bella y ahora aquella chaqueta que no había sido capaz de entregarme a mi directamente…
Y cuando no eran los de ella, eran los de aquella camarera…
—Lo dicho, ¡estúpido integral hasta la médula!
Ya empezaba a creer que la mejor idea era marcharme de nuevo a casa a regocijarme un poco más en mi miseria, excusándome con cualquier tipo de virus californiano, cuando tres simples toques en la puerta, seguidos de una cantarina voz conocida, terminaron por confirmarme que había sido un total error haber ido aquella mañana a la oficina.
—¿Estas completamente solo? –preguntó la ninfa que tenía por hermana—. ¿Nada de sorpresas femeninas escondidas en el baño? –negué de nuevo—. ¿Ni bajo la mesa?
—Ya te habría dicho que te largaras de ser así –respondí ante su insistencia, mientras me apresuraba a levantarme del sillón dirección hacía su encuentro.
—¿Que quieres que diga? Sigo traumada por lo que mis ojos vieron hace unas semanas. Solo me curo en salud –reí ante el estremecimiento fingido al que forzó a su cuerpo.
De mi cuenta corría que no volviera a pillarme enredado con Heidi. Y al paso que iba, puede que no lo hiciera con ninguna otra mujer.
—¿A que debo el honor de tu visita? –pregunte tras dos besos cordiales. Rara vez me sorprendía con su visita antes de las doce del medio día, salvo que viniera de ver antes a Jasper, claro.
—¿No es suficiente motivo el no haberte visto en toda una semana? –inquirió alzando sus cejas, como si su visita fuera lo más evidente—. Cuéntame que tal por San Francisco –pidió—. ¿Debo incluir esa ciudad, en mi larga lista de sitios a visitar? –y una sonrisa de curiosidad se expandió por su pequeño rostro, al tiempo que tomaba asiento.
Imite su gesto, y me posicione semi sentado al borde de aquella gran mesa tomada como escritorio, quedando justo frente a ella.
—He estado trabajando, ya lo sabes –me encogí de hombros.
—¡Oh, venga! –gimió frustrada—. Yo no soy Jasper, no tienes que convencerme de nada. Cuéntame detalles de todo lo que hayas hecho por allí –ahondo de nuevo. Realmente se la veía interesada.
—Es que no se que quieres que te cuente. Habían muchas mujeres guapas si eso es lo que te interesa…
—Sabes perfectamente que eso no me interesa –susurro cortante, entrecerrando sus ovalados parpados. Simplemente me limite a enarcar una ceja a modo de pregunta. Si no era eso lo que le interesaba, ¿entonces que?—. Espera… ¿cual era su nombre? –dudo—. Isabella, Isabella Swan…
¿Qué? ¡Venga ya!
—Esa es la chica que te tiene así de raro ¿no? Jasper me dijo que ella también estaba en San Francisco –añadió a mis espaldas, mientras me encaminaba hacía el gran ventanal.
Aquel nombre conllevaba muchos tipos distintos de recuerdos, suficientes para volver a instalar de nuevo la intranquilidad en el ambiente.
—¿Eh dicho algo que…?
Para cuando volví a encarar a mi hermana, la duda pintaba por completo sus expresivos ojos verdes, aquellos casi iguales a los míos, salvo por unas pequeñas motitas ambarinas a su alrededor, que en conjunto con su afilada nariz y los danzarines movimientos de su diminuto cuerpo, más bien la hacían parecerse más a aquellas hadas que vivían en los bosques de los cuentos.
Y eso sin mencionar las desparejadas puntas de su oscuro cabello, las cuales parecían rotarse más en momentos como estos.
Y no se si fue aquella imagen la que ejerció presión, si fue el reflejo captado por el rabillo de mi ojo de aquella chaqueta perfectamente doblada, o simplemente mi propia necesidad por soltar lo que parecía estar corroyéndome, pero tan pronto estaba apoyado contra el cristal de aquel imponente ventanal, lo estuve de nuevo a menos de medio metro de los ojos inquisidores de mi hermana, la cual, casi sin llegar a pestañear, escucho mi relato de lo sucedido días atrás.
—Vaya… —susurro al término de este. Si no fuera por la natural palidez de su rostro, habría creído que mi narración se había apoderado de toda la sangre concentrada en el.
—Estoy jodido, ya lo se –susurré ahora yo con exasperación, la cual ha este paso acabaría obligándome a invertir en algún tratamiento capilar.
—No, quiero decir si… bueno. A ver –suspiro antes de continuar, o más bien empezar—. Se te fue un poco la cabeza por esa creencia tuya de ser un gran macho…
—Alice… –espiré apretando con dos de mis dedos el puente de mi nariz—. No te lo he contado para que me sermones –añadí antes de que de nuevo tomara la palabra.
Era evidente que la comprensión estaba de más en este caso, pero tampoco necesitaba el fustigamiento constante. Bastante tenía conmigo mismo.
—Lo se, lo se, pero si no lo hago no soy yo –sonrió jactándose. Entrecerré los ojos en un gesto de resignación—. Vale, en serio. La has cagado, pero lo bueno es que lo reconoces, y tan poco es tan grave, a todos nos ha pasado alguna vez que nos dejamos arrastrar por la pasión.
—¿Has intentado forzar a alguien alguna vez para luego, ante su rechazo, descargar tu furia con un desconocido? –inquirí.
—No. Pero si he engatusado, o más bien coqueteado con algún que otro hombre como medio para conseguir algo que se me resistía –aseveró sería—, eso es algo que todas hemos hecho alguna vez. Y en cuanto a lo de liberar mi contención… —canturreo sin borrar la rigidez de su rostro— No, no al menos de esa forma –susurro abstraída—. Pero –añadió rápidamente—, si te sirve de consuelo, tú no obligaste a aquella chica a encerrarse contigo en los lavabos.
—No pero… se me fue de las manos y… podría… podría…
—Pero finalmente te controlaste y no hubo daños. Que si, que tu comportamiento dicta mucho de ser el prototipo de príncipe azul, si. Que eres unos de los seres más ruines de la tierra, también, pero lo eras antes de este dichoso viaje. Más bien creo que ahora parece atisbarse algo de esperanza.
—¿Qué dices? –inquirí, no por sus insultos, sino más bien por aquello último que había dicho.
—Bueno, es evidente que esa tal Isabella te trae más que loco, y esa sensación parece avanzar cada vez más.
—¿Sensación? –de nuevo sentí mis cejas arquearse ante sus palabras—. Querrás decir obsesión –rectifique.
—Sensación u obsesión, sentimientos son en cualquiera de los casos. Esa chica te esta haciendo sentir cosas. ¡Alabada sea! –vociferó.
—¿Qué has desayunado? –pregunte entre risas. Los largos y delgados brazos de mi hermana, seguían imitando la perfecta forma de las olas.
—Dos tostadas, una macedonia, zumo de naranja y cereales, pero eso no es lo importante. Lo importante es que no respetaste los deseos de esa chica. Vale, se acostó contigo hace meses ¿y? –alzó sus hombros ante aquella pregunta— ¿Por ello debe hacerlo cada vez que a ti te apetezca?, porque si es así… —alargó el sonido agudo de la última vocal—, entonces tu deberías de hacer lo mismo con cuanta mujer te has enredado. Por lo que me cuentas parece que esa chica es tu reflejo con curvas, y esa, paceré ser la esencia que tanto te llama.
—¿Me estas psicoanalizando?, porque entonces me parece que te equivocaste de profesión –pregunte frunciendo el entrecejo.
—Hazla saber de tu arrepentimiento antes de volvértela a encontrar, pero bajo ninguna circunstancia, y escúchame bien –reitero apuntándome con su afinado dedo índice—, fuerces nada. A las chicas nos gusta un poco hacernos de rogar, pero, si esa chica esta ofendida, algo que yo estaría en su lugar, durante un tiempo no me gustaría que te cruzaras por mi camino.
—No se ni como hacer eso –susurre, más para mí que para ella. Alice, lógicamente me escucho.
—¿Ves como eres memo? –de nuevo entrecerró sus parpados, asemejando su aspecto más al de un duende—. ¿Qué tal si empiezas por una disculpa? Una disculpa sincera a poder ser.
—Eso es fácil, te aseguro que estoy arrepentido –suspire resignado, antes de que el silencio invadiera la estancia por completo durante varios segundos, mientras mis ojos se centraban en la cálida caricia de la mano de mi hermana sobre mi rodilla.
A punto estaba de volver a maldecirme a mi mismo por tener que ser siempre ella la que me reconfortara a mí, cuando caí en la cuenta de algo…
—Dos tostadas, una macedonia, zumo de naranja y cereales. ¿Y tu desde cuando comes tanto? –inquirí sorprendido, pero no tanto a como me dejo su respuesta;
—Desde que se que tengo que comer por dos –contesto cantarina, llevando su mano hasta el vientre.
Aquella inesperada y sorpresiva noticia, consiguió ganarse el centro de toda mi atención lo que resto de día. De nuevo, Alice volvía a adelantarme en la jugada de la vida, ahora haciéndome tío. Aquello no hizo más que atraer otra de las dudas que llevaban días buceando por mi mente. Quizás, en el fondo, mi pequeña hermana tuviera razón y ya iba siendo hora de sentar cabeza. Quizás… Bella fuera la causante de todas esas nuevas dudas.
Bella… Recordar su nombre no hizo más que recordarme cada uno de mis remordimientos.
Tras pasar otra noche más casi en vela, con la esencia muy presente de aquellos ojos castaños, filtrándose a través de los resquicios de mi agotada mente, martes llegué a la oficina decidido a hablar con ella, debía de hacerlo si quería por fin estar algo tranquilo. Pero, como era de esperar, ella no contestó ninguna de mis llamadas, y aunque miles de formas distintas sobre como hacerle llegar mis más sinceras explicaciones, se fraguaron en mi mente durante el resto de la semana, todas quedaron reducidas a cenizas cuando eludió con simples excusas, el citarse conmigo por asuntos meramente laborales.
Incluso probé enviándole flores. Cuatro ramos, uno por cada día de lo que restaba de semana. Pero estos, a diferencia de las llamadas, si fueron devueltos.
Para el viernes, mi frustración era tan visible como mis ojeras, hecho que, lejos de hacerme olvidar y pasar página, aumentaba por momentos más mi ansiedad. Lo que me llevo a recurrir a la opción más rastrera de todas, algo que jamás creí que tuviera que hacer por una mujer, algo que mi hermana me había dejado claro que no hiciera. Y para ello necesitaba la ayuda de Emmett.
—¿Sabes?, tú hermana esta completamente loca. Apenas se acaba de casar y ya van a ser padres. Son demasiado jóvenes todavía –comentó mi amigo Emmett, una vez salimos por las puertas de su bar.
Las diez de la noche de un sábado y era la primera vez en mucho tiempo que mi amigo dejaba el mando de su negocio a sus fieles empleados, anteponiendo el placer a este, un placer que parecía obtener bastante bien gracias a cierta rubia de curvas peligrosas.
Si, si alguien había sacado partido de aquel dichoso viaje, ese sin duda había sido él. Por lo visto aquella noche en la que mi intención era saciarme al máximo de Bella, él lo hizo de su amiga Rosalie. Y parece que aquel encuentro les gusto, ya que desde que habían vuelto a poner un pie en la gran isla, sus encuentros habían ido en aumento, algo que sin duda me alegraba por mi amigo, aunque aún fuera demasiado pronto para determinar nada.
El caso es que, días atrás, cuando mi amigo me confesó el alto nivel de su interés por esta, la idea sobre una posible encerrona hacía su amiga, Bella, no dejaron de confabularse en mi mente. Y dado a que la castaña siguió ignorando cualquiera de mis inútiles intentos de disculpa, finalmente sucumbí ante dicha idea.
—¿Y me lo dice alguien como tú? –ironicé ante sus palabras, volviendo de nuevo a la realidad. “Son demasiado jóvenes”, había dicho. ¿Y él?... ¿Qué era más adulto?... Porque ya les sacaba una considerable ventaja.
—Por eso mismo hermano, se de lo que hablo –respondió con un bufido.
—Alice no es Jane, y no lo digo solo porque ella sea mi hermana, es evidente que no es una caza fortunas, su propio negocio la abala en eso. Además, llevan media vida juntos, se quieren, se sienten preparados, yo lo veo genial –conteste de forma totalmente despreocupada.
Ellos sabían perfectamente lo que hacían y yo estaba más que dispuesto a ser el tío más consentidor del mundo con mi futuro sobrino, o sobrina.
—¿Y que sea menor que tu ya no es una pega? Porque recuerdo que fue una de tus quejas cuando decidieron casarse –si, la edad y la idea real de que fuera mi amigo quien mancillara la pureza de mi hermana.
Que si, que es posible que antes de la boda ya lo hubiera hecho, que ese era el pensamiento más machista de la tierra, si, pero Alice era mi única hermana, mi hermana pequeña además, no podía evitar ese sentimiento de protección hacía ella.
—Que importa la edad cuando hay amor –respondí sin más.
Que yo nunca lo hubiera encontrado, no significaba que otros no pudieran hacerlo.
—Vale muy bien. ¿Tu quien eres y que has hecho con mi amigo? –reclamó Emmett, colocándose ante mí, cortando así el paso. No pude evitar romper a reír ante su pose de brazos cruzados, mientras la punta de su pie golpeaba el suelo de la acera— No me rio tío, te noto jodidísimo desde el pasado fin de semana.
—¿Y no crees que tengo motivos? –inquirí apartando la mirada, centrándola en… en ningún punto en concreto.
—Eres tonto si, pero ese motivo no es suficiente. ¡Venga Edward! –golpeó mi hombro con su puño una vez se deshizo de aquella posición—. Deja de auto flagelarte a ti mismo. Lo hecho, hecho esta, y tampoco es algo por lo que se te tenga que condenar.
Hasta ese punto estaba totalmente de acuerdo con él. El problema era, que mis remordimientos eran mayores a todos mis intentos por eludirlos. Había pasado de la plena obsesión por el cuerpo de Bella, a la obsesión por intentar borrar lo que sucedió aquella noche en la playa, al punto de hacerme olvidar cualquier matiz sexual.
Y por ello mismo, necesitaba darle una explicación por mi comportamiento, por muy irracional que aquello pareciera, ya que Bella no era… nadie realmente en mi vida, lo necesitaba. Una vez lo hiciera, probablemente, mi obsesión por colarla entre mis sabanas volvería, pero estaba decidido a no hacer nada.
Nada igual a lo hecho hasta ahora.
—¿Crees que vendrá? –pregunte desconcertado. El reloj de mi muñeca ya marcaba la hora de la cita, y estábamos parados justo frente a la puerta del restaurante donde Rosalie y Emmett se habían citado.
Solo faltaba que ella apareciera, y que lo hiciera junto a la castaña de reflejos caoba.
—Rose prometió ingeniárselas –respondió mi amigo.
Y no tenía dudas de que así sería, ya que según me había confesado mi amigo, la rubia había escuchado pronunciar mi nombre de los labios de Bella, más veces de lo que deseaba haberlo hecho durante toda la semana.
—Entonces cuando me vea se marchara –afirmé. Ni una simple llamada devuelta, o una tarjeta con cualquier tipo de insulto de regreso con las flores reenviadas, la abalaban.
—Chaval, eso es un riesgo que tienes que correr.
Apenas iba a responder a mi colega cuando, la silueta esbelta de dos mujeres de larga melena, se vislumbraban cruzando la carretera. Y no habían terminado de poner un pie en la acera, cuando supe que eran ellas.
Puede que hubieran más de cinco metros de distancia entre nosotros, pero aún a esa lejanía, atisbe la boca entreabierta de Bella, junto a la sorpresa pintada en sus ojos, la cual no tardo mucho tiempo en ser sustituida por el desagrado.
Ahora era cuando venia la mejor parte del plan. ¿Qué hacía ahora?
Había conseguido convencer a Emmett de mi idea, este a su vez lo había hecho con su nueva conquista, consiguiendo así, atraerla a ella, a Bella y, ahora que la tenía avanzando con pasos cortos y confusos hacía mí, no tenía ni la menor idea de que hacer o que decir.
—Hola –susurro la impaciencia mezclada con los nervios que me gobernaban, nada más estuvieron a medio metro nuestro.
Mis ojos se clavaron en los fríos color café que apenas pestañeaban, mientras mi nariz inhalaba toda su esencia.
¡No Edward, no!
—¿Qué tal Edward? –pregunto la rubia tras su saludo afectivo hacía mi amigo.
—Bien –susurre monocorde.
—Me alegro. Yo puede que mañana sea mujer muerta así que… —murmuró entre dientes con bastante ironía, mientras sus azules ojos iban desde los míos, hasta los de su amiga, la cual no dudo en devolverle la mirada, antes de volverla a fijar hacía mi con dureza.
—Eso no va a pasar –dijo Emmett, de forma totalmente despreocupada—. ¿Que tal si entramos antes de que nos anulen la reserva? –pregunto. Y no lo hizo solo por el hecho de que en una ciudad como Nueva York, un retraso superior a los diez minutos bastaba para despedirte de cualquier reserva, ni por el hecho de que se estuviera muriendo de hambre, cosa que no dudaba a juzgar por el sonido de sus tripas mientras avanzábamos hasta aquí.
Sin duda alguna, sus palabras habían sido formuladas con un propósito que no era otro que el de romper la fuerte tensión que se palpaba en el ambiente, y eso que estábamos al aire libre.
—Entrad vosotros chicos yo no…
—Pero Bella…
—No –respondió cortante, antes de que su amiga añadiera algo más—. Si estoy aquí es por Edward, así que esperare a que me diga lo que quiera decirme y después me marchare –sus ojos pasaban de la frialdad a la calidez, dependiendo de quien fuera el centro de su mirada.
Aquella respuesta me dejo helado, ¿pero que esperaba de alguien que estaba claro, sujetaba claramente las riendas de su vida? Algo que yo creía hacer, algo que tenía en duda durante los últimos días.
El aire fresco, típico de la llegada del otoño a la ciudad, golpeaba contra mi cuerpo momificado mientras veía como mi amigo se perdía tras las puertas acristaladas del restaurante, dejándonos solos a mí y a Bella. Justo lo que había estado deseando toda la semana y ahora… ahora ni sabia como empezar a hablar.
Y el hecho de tenerla frente a mi, clavada cual estatua, sin emitir ningún movimiento salvo el visible vahó semi traslucido de su respiración, en nada ayudaba.
¡Venga Edward! Di algo antes de que se largue.
—Bueno –rasque mi garganta en un intento por llamar a mi voz, escondida tras las cuerdas vocales— ¿Qué tal ha ido la semana?
¿Qué tal ha ido la semana?... ¡¿Qué tal ha ido la semana?!...
—Edward… –suspiro Bella. La seriedad en su rostro no se edulcoró—. Mira, agradezco tu inútil intento de cita a cuatro bandas, pero te aseguro que lo último que me apetece ahora es…
—Esto no es ninguna cita –alce las manos en defensa a su acusación—, al menos no lo he hecho con ese propósito. Quería –tosí en otro intento porque mi voz no se quebrara—, quería disculparme por mi comportamiento. Admito que lo sucedido en aquel hotel cuando nos conocimos me ha condicionado cada vez que nos hemos visto, sobre todo la última vez –confesé finalmente. Nada de burdas excusas.
—Pues no debería haberlo hecho, aunque eso me deja más claro el tipo de persona que eres.
—¿Perdón? –inquirí ante su respuesta, escupida con rabia.
—Si, tu impresionante nivel de capricho –sonó altiva—. Es evidente que tú siempre fuiste el popular en el instituto, el chico malo, ese que despertaba suspiros en las bocas de todas a tu paso. Él que buscaba siempre una nueva conquista, un nuevo reto que sumar en su larga lista. Yo nunca fui de las que suspiraban, ni de las que provocaban suspiros. La única atención que despertaba, era la de tíos como tu, tíos que se marcan un reto, el de engatusar a la pobre fea ilusa para meterla entre sus sabanas y luego darle la patada. Ya he vivido eso Edward. Jamás volveré a pasar por aquello. Ahora soy yo quien marca mis propias reglas.
—¿Y nunca te dijeron en aquella época que no es bueno juzgar a las personas? –pregunte perplejo por aquella respuesta, salida de su boca sin apenas respirar y pestañear.
Ahora mismo yo era el que se sentía un patito feo. Justo como me sentía con cada uno de sus rechazos.
—¿Vas a darme tú una lección de moralidad?
—No, es evidente que yo te juzgue por lo sucedido al conocernos, pero tú lo haces en un intento por justificar tus malos años estudiantiles. Me marcaba retos sí, pero ninguno de ellos fue colarme entre las faldas de nadie, al menos no de alguien que no me gustara realmente. Lo creas o no, jamás he hecho falsas promesas.
Me justifique, aún sin tener porque hacerlo lo hice, pues yo no era culpable de esas acusaciones, por mucho que mi comportamiento le llevara a pensarlo.
Bella me aparto la mirada por primera vez.
—Siento lo que he dicho –susurro cabizbaja—. Se que no es excusa pero… hoy no esta siendo uno de mis mejores días. Y debo confesar, que lo último que necesitaba hoy era verte –para cuando susurro aquellas últimas palabras, su mirada oscura volvía a estar fija en mí.
—Gracias por tu sinceridad –suspire aliviado, al percibir como la tensión ya había liberado sus hombros—. Mira, solo quería disculparme por lo sucedido, en cierto modo tu eres algo así como nuestra jefa, o supervisora, tenemos que vernos a menudo mientras duren las obras, y no me gustaría que ambos estuviéramos incómodos –esa era una de las razones—. Pero ante todo quiero disculparme porque yo no soy así. Me cegué, me deje llevar por lo que necesitaba de una forma egoísta, pensando solo en mí, y es más que evidente que no tengo ningún derecho sobre ti. Por mucho que me atraigas –susurre resignado.
Y en ese mismo instante, mientras miraba aquellos dulces ojos que parecían devolverme la mirada de una forma menos fría a como lo habían hecho minutos atrás, me di cuenta de que si quería tener derecho sobre ella. Mía, quería que fuera mía como ya lo había sido una vez. Pero a diferencia de aquel pasional pero frío recuerdo, quería que volviera a serlo de verdad, en todos los sentidos.
—Te atraigo –repitió aquella afirmación.
Aún en la oscuridad de la noche, pude apreciar el leve sonrojo de sus mejillas.
—Bastante –reitere—. Y en contra de lo que debería confesarte, desde el primer día me esta costado bastante sacarte de mi cabeza… quizá por ello cometí ese error… No se –ahora fui yo quien aparto la mirada.
Demasiadas confesiones para una sola noche. Demasiadas sensaciones desconocidas…
—Confesar siempre facilita las cosas –aquella sonrisa natural le dio un vuelco a todo mi sistema.
—Ya –volví a mirarla—. Bueno, depende del tipo de orgullo de la persona –si la persona es lo bastante humilde sí, si es alguien como yo…—. Tengo que irme, aceptadas mis disculpas ya no hago nada aquí.
Lo cierto es que no podía seguir mirando aquellos ojos, sin que las intenciones por abalanzarme sobre su dueña, acallasen cualquier tipo de pensamiento coherente.
—No he dicho que las aceptara –y a diferencia de la ironía que había escuchado traspasar sus labios antes, la de ahora poseía el matiz justo, ese que la convertía en toda una perfección para mí.
—Confió en que lo harás –sonreí acompañando el tono de sus últimas palabras—. Ya nos veremos –dije finalmente antes de volver a mirarla, cerciorándome así, de aquella fuerza invisible e irresistible, que no permitía que la sacara de mi cabeza.
Tras una última sonrisa por mi parte, me gire sobre mis talones para caminar dirección contraria a la que hacía unos instantes se posicionaba mi cuerpo. Tenía que irme, tenía que hacerlo si no quería acabar de nuevo sucumbido…
—¡Hey Edward! –gritó su voz a mis espaldas, haciendo que volviera a girarme—. Si quieres que te perdone, podrías empezar por pedirme una cita.
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Desde ya, me declaro fan de Alice :p
5 Sonrisas:
Sip yo también me declaro fan de ella!!! me encanto la conversación que tuvieron!!! la forma en como se llevan los dos , es un cariñoo enorme de hermanos! cuando le dice que entonces él debería acostarse de nuevamente con todas las chicas con las que ha estado..... más facil no se la pudo haber puesto jejej
Y pues ante esa perpectiva tiene mucho sentido sobre todo cuando Bella le dice que ella toma las riendas... ella decide!!!!!
Lo detuvoooo!!!! ... ese frase de ... te atraigo... fue afirmacion y no pregunta .... ¿Era eso lo que ella esperaba, todo este tiempo??? esa afirmación.... ???????????
Que genial, me encanto este cap estuvo perfect la verdad, me encanta ver lo diferente que son estos personajes respecto a los demas fic, me gusta el hecho de ver a Alice como mamá, oh será genial ;-D
Emmett estan buen amigo y que bueno que ya tenga una relación con Rosalie.
Ahora Bella sabia que había un "pasado oscuro" detrás de esa mujer, esa forma de ser tan ruda, esta bien ese tipo de venganzas siempre me han gustado jajaja
Ya era hora de q Edward buscara otra forma de acercarse a Bella, y estoy con karla era eso lo q ella esperaba? que la tratara de otra forma, que buscara acercarse a ella de otra manera, para poder prestarle otro tipo de atención, bueno a esperar el otro cap con ansias!!
Ok lo prometido es deuda y siendo lunes aqui estoy con mi impresión de este capítulo, bueno... parece que Edward esta descubriendo su conciencia, esa que tenia tan escondida.
Me gusta Alice, ella piensa exactamente como yo, ;-D, la conversación que tuvo con Edward sirvio para ponele las cosas en perspectiva y darle un vistazo más objetivo a toda la situación, claro que siendo Alice ve un poco más alla y le deja en claro que esa no tan sútil obsesión qie tiene Eddi se esta convirtiendo en algo más, Bella esta provocando un cambio inmenso y más de uno lo esta notando, hasta el propio Edward se esta cuestionando aspectos de su vida que antes le eran ridículos.
El jueguito de frío/caliente de Bella me hizo preguntarme que era lo que ocultaba, si es que oculta algo, o si solamente era la versión femenina de Edward, bueno ahora se que es una mujer despechada por eventos de su pasado que la hacen ser como es con hombres como Edward, peeeerooooo... también me huele a gato encerrado y por un momento tuve la sensación de que por lo menos Bella conoce a Edward desde antes de su primer encuentro, y recordé que coincidieron en el café de Carmen, donde oh casualmente a ambos les fusta ir pero que oh casualmente nunca se vieron, y la sensación se hizo mas fuerte, además ahora que sabe que le atrae a Edward ¿le pide una cita?, puede que sí y él le guste y con la reputación que tiene solo se esté protegiendo, o que tal vez siga con su postura de donde se come no se c..., ó.. no sé tal vez son solo delirios mios, pero esos pequeños detalles y el prólogo me hacen dudar mucho. Por ahi dicen que cuando el río suena, piedras trae, ya veremos con que nos sorprende esa mente maléfica que posees.
Besitos
jjaja erin... tus preguntas ciertamente me las cuestiono también, jeje
sin duda la relación de hermanos me gusta es linda alice siempre poniendo en su lugar a las personas... si saben que digo.. lo hace pensar...
y con ed y bella.. ay bellita que plan juegas jeje.. sin duda jamás pense que ed se disculpara igual ya se iba a cansar... que bien que lo hizo resulto que no??.. yo creo k huviera actuado igual que el... ofrecidas disculpas si ella quiere o no es su cuestion ahi el caballero ya hizo de su parte.. jajaja
me saca de onda bella... aunque la verdad quien no se hace del rogar jaja muy bien que se proteja no quiere salir lastimada.. como decias erin.. quizas ya le conoce su fama a ed y por eso... y seguro le gustaba de antes ay nose que pensar... solo seee que nose nada jaja ntc... me gusta la historia...mucho.. me pasa que siempre que leo a ed kiero saber de bella y cuando es de bella quiero saber de ed jajaj k rollo
Ninguna os fiáis de Bella, que bárbaro jejeje. Yo no se si deciros que hacéis bien en dudar, o mal :p. De momento solo os digo que el siguiente capítulo ya será para la semana que viene, que con esto de los exámenes... :S.
Y tú, ¿nos regalas una sonrisa?