Si, lo se, este epílogo viene con un retraso importante, quizás muchas ni os lo esperabais ya, de echo, ni yo misma se como he sido capaz de terminarlo, pero es lo que pasa cuando vas dejando las cosas, que las dejas pasar, pasa el tiempo, se te olvida y luego… no sabes como retomarlas.
Pero aquí esta, mas vale tarde que nunca así que no me retraso más y para aquellas que lo leías, os dejo con el ya.
Epílogo
Cuatro años después…
-Mami, ¿porque tengo que vestir como un pinguno? – pregunto el pequeño Eliot, mientras su madre ataba los cordones de sus pequeños zapatos.
-Pingüino Eliot, se dice pingüino – le corrigió Bella.
-Pin-gu-gu-gu… - intento repetir, causando las sonoras risas de Bella, ante la imagen de su pequeño frunciendo el ceño mientras intentaba decir la molesta palabra que tanto le costaba pronunciar.
-Pues porque así se visten los niños para llevar los anillos – respondió Bella con dulzura, acomodando los bajos del pantalón de paño negro.
-¿Y la pajaita?
-Pajarita – corrigió nuevamente al pequeño preguntón, sin descuidar los pequeños detalles que le quedaban para estar perfecto.
-Pues eso – suspiro el pequeño.
Bella sintió como los ojos de su pequeño Eliot, esos ojos que tanto le recordaban a su padre, la observaban con detenimiento esperando una respuesta. En ocasiones, Eliot podía ser excesivamente curioso, algo que a Bella le recordaba demasiado a su tío Emmett.
Era un hecho, Eliot era un Cullen con todas las letras.
-Pues porque con ella vas más elegante.
Una escueta sonrisa se dibujo en los labios de Bella al sentir como su hijo gemía frustrado tras la respuesta de ella. Esa había sido la misma reacción de Edward al colocarse la corbata color gris perla que con tanto fervor, Alice le había exigido vestir en un día como hoy desde meses atrás.
-¿Y estas cosas?
Bella volvió a sonreír mientras colocaba la pequeñísimas mancuernillas de oro, grabadas delicadamente con las iníciales E.C, en las mangas de su camisa blanca. Otra sonrisa surco su boca al pensar lo muchísimo que le iba a costar volver a dejar la camisa del mismo blanco impoluto que ahora lucia, tras finalizar el día.
-Pues… - calló antes de terminar de explicarle a su niño que eran esos broches dorados, sujetos ahora en las mangas de su camisa. Los acelerados pasos de unos tacones, caminando hacía su dirección, junto a la aguda voz familiar, la hicieron callar.
-¿Dónde esta el sobrino más guapo del mundo? – pregunto una eufórica Alice, mientras llenaba con su gran presencia la habitación.
Los ojos de Eliot se abrieron como platos al ver a su tía. La adoraba. Ambos se adoraban mutuamente, hecho que desde siempre había quedado patente ante todos, pero que, desde el embarazo de la pequeña duende había aumentado más si cabía, ya que los instintos de la esposa de Jasper habían aumentado en demasía ejerciendo una protección sobre el niño mayor a la de sus propios padres. El pequeño Eliot, lejos de agobiarse por los mimos excesivos de su alocada tía, correspondía con agradado a tales muestras de cariño. En parte se debía a lo excesivamente cariñoso que era el pequeño. Aunque algo de celos hacía los nuevos primitos que nacerían en escaso un mes, también había.
-No estoy guapo, parezco un pinguno – reprocho el pequeño moviéndose inquieto sobre la cama mientras Bella intentaba domar su rebelde cabello. Otra marca más de la casa Cullen.
-¿Quién te ha dicho semejante mentira? – pregunto una ofendida Alice, bajo las pequeñas risas de Bella.
La duende se había encargado concienzudamente en diseñar y vestir a todos los miembros de la casa, trabajo que había estado organizando arduamente durante las ultimas semanas bajo la falsa aprobación de todos, ya que, aunque en algunos casos podía llegar a ser bastante molesta, nadie se atrevía a llevarle la contra a una embarazada de gemelos con bastante facilidad a los cambios de humor.
-Tío Emmett – acusó el niño con inocencia. De poco sirvieron los signos que le hizo su madre, situada ahora tras la espalda de una mas que voluptuosa Alice.
-¿Y que te tengo dicho de tío Emmett? – pregunto la duende.
-Que esta chalado y no sabe lo que habla.
-Alice… - protesto Bella sin poder contenerse tras la respuesta del pequeño. Sabía que Alice era aún más inocente que su hijo, pero también las dotes del niño de repetir todo aquello que le hiciera gracia, como en este caso, de ahí que a Bella no le hiciera tanta gracia.
-Bella, al niño hay que decirle siempre la verdad. Y que su tío Emmett es un chalado no es ninguna mentira – respondió su amiga mientras acariciaba con ternura su abultado vientre por encima de la tela floral de su largo vestido veraniego.
-¿Dónde esta mi pequeño pingüino? – un más que atractivo Edward, vestido de traje oscuro de la cabeza a los pies, entro en la habitación del pequeño Eliot, llamando la absoluta atención de este.
-¡No llames al niño pingüino! – protesto nuevamente Alice, varias octavas por encima de su timbre habitual de voz – Tu eres otro chalado – le reclamo a Edward mientras este cogía en brazos a su pequeño, ignorando los reproches de su alocada amiga – Es el paje más guapo que ha habido y habrá en el mundo.
-¿Qué es un paje? – pregunto Eliot frunciendo el ceño, tras las dulces palabras de su tía.
-Los que acompañan a los reyes magos – respondió Edward entre risas, provocando con ellas también las su esposa Bella.
-¡Edward! – grito la duende endemoniada, pues así les recordaba a todos su imagen, cuando esta se enfadaba - No hagas caso cariño – dijo algo más calmada a la par que acariciaba con ternura los salientes mofletes de su sobrino, el cual ahora mismo se debatía entre las palabras de su padre y las de su tía Alice - Pajes se les llama a los niños que llevan los anillos como tu.
-Y a los que acompañan a los reyes magos – se mofó nuevamente Edward, endureciendo con ello los afinados rasgos del rostro de su amiga, producto del enfado.
-¡Bella!, dile algo a tu marido – pidió Alice fuera de sí.
Bella intento dedicarle una dura mirada a su marido, pues este aprovechaba las debilidades de su amiga para hacerla enfadar, algo que Edward lograba con bastante facilidad dada la importante subida de hormonas con las que Alice tenía que mediar cada día, dato que conocía de sobra Bella, por ello intentaba ser siempre la mediadora de las pequeñas disputas que podían llegar a ocasionarse por las locuras de su amiga.
La dura mirada de Bella hacía Edward se suavizo, cuando éste clavo sus verdes esmeraldas en ella con dulzura.
Era un hecho, Bella no podía hacer frente ante la mirada de las dos personas que más le importaban en el mundo, y esas personas, parecían conocer ese dato a la perfección.
-Paje, duende o pingüino, Eliot va guapísimo – dijo Bella sin poder apartar la mirada de su pequeño, el cual cada día se parecía más al hombre que seguía sosteniéndolo sobre sus brazos, mientras el aludido aferraba sus pequeños bracitos alrededor de su cuello.
-Eso es cierto – añadió Alice, algo más relajada, mirando con ternura al pequeño a la par que volvía a acariciar su desmesurado abdomen - Aunque estaría mejor si no hubiera heredado esa enredadera a la que llamáis pelo.
-¿Enre que?
-Nada cielo – intervino nuevamente Edward, ante la pregunta de su hijo - Ya sabes lo que te tengo dicho sobre tía Alice.
-Que es una loca histérica.
-¡Edward! – grito nuevamente Alice, tras la respuesta del inocente Eliot.
-Se esta haciendo tarde – volvió a mediar Bella entre la nueva disputa que se respiraba en el ambiente – Edward, ¿porque no te llevas ya al niño junto a Emma?
-Yo no quiero estar con Emma, no me deja jugar con sus juguetes – respondió Eliot, mientras su labio inferior se alargaba en forma de puchero.
-Así empezaron papa y mama, hasta que compartieron el mismo juguete.
-¡Alice! – protestaron Bella y Edward a la vez, ante la irónica frase de su alocada amiga, la cual parecía querer vengarse de sus amigos.
-Vente con la tía Eliot y dejemos a papa y mama jugar con sus juguetes.
Eliot se engancho en el cuello de su tía sin protestar, mientras la inquisidora mirada de Edward fulminaba a una Alice que, ni corta ni perezosa, comenzó a caminar hacía la salida de la habitación, con el niño entre sus brazos, y una sonrisa picarona dibujando su rostro mientras se despedía de sus amigos con la mano.
-Esta chalada – susurro Bella, llamando así la atención de su marido parado frente a ella, pero con la mirada perdida hacía la puerta.
-Y tú estas preciosa – respondió Edward dedicándole una mirada de arriba abajo a su esposa, la cual lucia un corto vestido color azul noche, entallado hasta la cintura, seguido de una vaporosa falda de gasa.
A Edward se le hizo la boca agua, solo de imaginar el momento de amarrar a su esposa por la cintura levantando a la vez la tela de su falda.
-Gracias – respondió Bella ruborizándose - Tu también estas precioso – añadió, causando las risas de ambos.
Las tímidas sonrisas continuaban dibujadas en sus rostros, mientras sus cuerpos fueron acortando la distancia que los separaba. Edward acaricio con suavidad la mejilla de su esposa, una vez que la calidez de su cuerpo quedo encajado sobre el suyo.
Bella a su vez, sintió la delicada caricia mientras todo el bello de su cuerpo se erizaba con tan solo ese leve contacto. Cuando el pulgar de su esposo rozo su labio inferior, ésta entreabrió la boca a la espera de sentir la tersidad de los gruesos labios de Edward, jugando con los suyos.
A punto estaba éste de besarla ya, cuando unos rudos pasos, seguidos de una grave voz, lo alertaron…
-Edward tío… por fin te encuentro – un sulfurado Emmett, echo un manojo de nervios, traspaso el umbral de la puerta sin importarle lo más mínimo que hubiera tras el - Ayúdame con la corbata, me tiemblan las manos – pidió a su hermano, colocándose entre éste y el cuerpo de su cuñada.
-Iré a ver como esta Rose – dijo Bella con resignación, alejándose del cuerpo de su marido, el cual parecía no estar tan resignado como ella.
El paso de los años no había cambiado ciertos hábitos, como tampoco ciertas costumbres.
-Dile que la quiero – demando Emmett con voz nerviosa, mientras Edward intentaba que se estuviera quieto, de lo contrario, sería un novio sin corbata.
-Si se lo vas a demostrar ahora mismo – reprocho Bella entre risas, parándose en el marco de la puerta para contemplar la imagen de ambos hermanos.
-Da igual, tú díselo, por si acaso le entran dudas – repitió Emmett, ante las protestas de su hermano porque se estuviera quieto.
Bella asintió y le dedico una tierna sonrisa a su esposo, el cual miraba resignado como sus planes con aquella falda que tanto le provocaba, se iban al garete.
Una sonrisa lasciva surco los labios de Bella ante la fingida pena de su esposo, y con el latente deseo de que llegara ya la noche, camino dirección a la habitación mas visitada de la estancia. La de la novia, Rosalie.
Un sinfín de aplausos y vítores retumbaron en el jardín trasero de la casa familiar, cuando el cura declaro a Emmett y a Rosalie, marido y mujer.
La emoción podía palparse en el ambiente. Tras varios años de idas y venidas entre la pareja, por fin podían sellar su amor ante sus seres más queridos, aquellos que los apoyaron en las buenas y en las malas.
Para Emmett, conquistar el gélido corazón de Rosalie no había sido tarea fácil. Casi dos años tragándose su orgullo en continuados intentos por acercarse a ella, sumados a aquellos fallidos por intentar olvidarla, fueron motivo más que suficiente para saber, que Rosalie, era la mujer de su vida.
Ella, por su parte, había luchado contra todo sentimiento por ablandar la mascara fría en la que revistió su herido corazón. Un corazón que Emmett supo ganarse poco a poco, primero causando las risas de su hija, Emma, fruto de aquel hombre que en su día creyó su príncipe azul. Más tarde llegaron las risas de ella, y con ello, el calor de ese nuevo sentimiento, un sentimiento que, por mucho que ella intentara negarlo, era el más puro que jamás había sentido, solo equiparable a lo que sentía cuando miraba los ojos de su pequeña.
Cuatro años, cuatro años de risas, de bromas, de amor… y porque no, de alguna que otra pelea acompañada de una pasional reconciliación eran sellados hoy, ante todos, junto a la promesa más honesta que jamás habían jurado a nadie. La de estar juntos, en lo bueno y en lo malo, apoyándose y amándose, por encima de cualquiera, incluidas las hormonas de su amiga Alice.
-Esto si que es una boda, y no lo que vosotros hicisteis – susurro Alice al odio de una más que emocionada Bella, que veía como el sueño de su gran amigo, hoy era cumplido.
Bella no pudo evitar rodar los ojos a la par que negaba con la cabeza, tras la ironía de las palabras de su amiga. Sabía perfectamente que Alice sería la primera en enfadarse con ella cuando volviera de las Vegas luciendo su alianza matrimonial. Lo que ella no sabía era que, cuatro años después, su amiga aún se lo estaría echando en cara. De saberlo, hubiera preferido seguir con aquella charada. Seguro.
Edward entrelazo sus dedos junto a los de su esposa mientras los invitados continuaban aplaudiendo. No podía evitar sentirse feliz ante la felicidad de su hermano, como tampoco recordar aquel día en el que él fue tan feliz. Aquel maravilloso día hacía ya cuatro años en el que por fin, tras mucho negarse a si mismo aquello que con tanta fuerza su mente le dictaba, vio cumplido su sueño, el sueño de jurarle amor eterno a aquella tímida alumna que había cruzado su fría aula hacia seis años. Aula que dejo de ser tan fría tras el contacto de la primera mirada de ambos.
Rosalie no pudo evitar echarse a los brazos de sus grandes amigas para abrazarlas, cuando estas se acercaron hasta ella. Necesitaba compartir con ellas esa felicidad que ahora mismo le embargaba.
Bella la observaba sonreír pletórica a todos los que se acercaban a felicitarla. Estaba preciosa luciendo aquel sencillo vestido de corte sirena y escote corazón sobre una brillante seda marfil que se ajustaba a todas y cada una de sus perfectas curvas. Su larga melena, caía por su espalda en una densa cascada de ondas doradas, encima de las cuales, se sujetaba un pequeño pasador plateado que dejaba caer un largo velo de tul blanco. Pero sin duda alguna, el mejor complemento que lucia Rosalie, era el brillo de sus ojos, un brillo que describía a la perfección, como se sentía en este momento.
Bella no pudo evitar sonreír mientras seguía sosteniendo su mano. Quien iba a decirle a ella hace cuatro años, que acabarían siendo tan unidas, no después de todos los desplantes que la rubia le había ocasionado. Pero he ahí la ironía de la vida, a veces, quien menos lo crees, se acaba convirtiendo en alguien esencial para tu día a día.
La sonrisa de Bella se amplio al desviar sus ojos de su amiga hacia el hombre que la tenía tan feliz. Emmett. Ese niño grande, un niño encerrado en un cuerpo de hombre, un niño que había demostrado con creces ser más maduro de lo que nadie se hubiera imaginado. Emmett se merecía toda esa dicha escrita en su rostro. A pulso se había ganado el cariño de todos, pues él, había demostrado con creces estar a las buenas, pero por encima de ello, estar a las malas. Sin ningún tipo de reproche, solo apoyando, como un buen amigo haría.
El momento estelar de las felicitaciones, llego de la mano de Jacob y Andrew. Todos rieron ampliamente ante las bromas del dúo que se enorgullecían de seguir solteros. “Los eternos solteros dorados”, así se habían bautizado ellos mismos, aunque Edward los picaba diciéndoles que hacían una pareja perfecta, y que de atreverse a dar el paso de pasar por el altar, el tenía plenos derechos a ser el padrino de ambos.
Y entonces llego el momento del baile final.
Todo había salido a la perfección; la ceremonia, el banquete, los brindis… todo. Alice lo había conseguido, su duro trabajo durante las ultimas semanas habían sido el producto de una boda perfecta, la cual, lejos de parecer una charada envuelta en excesos, logró emocionar hasta los más exceptivos.
Bella se aferro a los hombros de Edward a la par que éste coloco sus manos alrededor de su cintura, para que sus cuerpos se dejaran llevar al son de la suave pieza que ahora sonaba en la improvisada pista de baile. Por encima del hombro de su marido, Bella observo a los recién casados mirándose con adoración, mientras sus cuerpos se movían suaves y agiles, desprendiendo un magnetismo incomparable al de ninguna otra pareja.
A la izquierda de estos, Esme apoyaba la cabeza en el pecho de Carlisle, mientras éste tomaba las riendas del movimiento de sus cuerpos. Eran felices, las sonrisas gravadas en sus rostros los delataban. Sus hijos por fin lo eran, lo tenían todo para estar pletóricos de dicha.
Fuera de la pista, Bella vislumbro a Jacob y Andrew coqueteando con dos llamativas jóvenes que sonreían alagadas ante los comentarios de ellos. Bella no pudo evitar reír ante esa imagen, a la vez que rezaba mentalmente porque sus fieles amigos no soltaran ningún disparate tan propio de ellos, de lo contrario, Alice encontraría el modo de casarlos, con tal de que le dejaran ocuparse de los preparativos de otra boda.
Bella no pudo evitar apartar la mirada de sus amigos, cuando ante ellos corrió su pequeño, el cual más que un paje parecía ya uno de los enanitos de Santa Claus, seguido de una altísima y guapísima Emma, la cual cada día daba más muestras de los buenos genes que tenía.
No pudo eludir el recuerdo de las palabras de su amiga cuando vio como Emma alcanzó al pequeño Eliot, para hacerse con los juguetes que éste le había quitado a ella. Un ligero estremecimiento le recorrió de la cabeza a los pies, solo de pensar en ello, o más bien en la reacción de Edward y Emmett, si con los años, Eliot y Emma acabaran juntos. No era tan descabellado. Aunque Emmett quisiera a Emma como a su propia hija, por sus venas no corría la misma sangre, y de pasar algo entre ellos, jamás podría utilizar eso como impedimento.
Bella sonrió ante sus estúpidos pensamientos. Apenas eran unos niños y ya los estaba emparejando cuando, ella mejor que nadie, sabía de las vueltas de la vida.
Desvió la vista de los pequeños de la casa para centrarla en la causante de sus ideas alocadas. No puedo evitar el sentimiento de aflicción que recorrió su cuerpo cuando la encontró en mitad de la pista, sonriendo ante las caricias que Jasper le regalaba sobre su voluptuosa tripa. Estaba feliz por su amiga, muy feliz de hecho pero era inevitable que no se viera reflejada en ella misma, hacía cinco años atrás, cada vez que la miraba. Como tampoco podía evitar la nostalgia que los mimos y atenciones, que todos le regalaban, le hacían sentir.
Ella que por inmadurez, por falta de sensatez o bien por miedo se había privado así misma de tener todas esas atenciones que ahora la entristecían.
-Hey – susurro Edward cuando noto la nostalgia pintada en la cara de su esposa - ¿Estas bien? – pregunto con preocupación, clavando sus ojos en los de Bella.
-Si – lucho contra el nudo formado en su garganta – Es solo que los recuerdos me han puesto un poco triste – añadió volviendo a centrar sus ojos en la imagen de sus amigos.
Edward supo en seguida de que hablaba y fue inevitable que el recuerdo de aquella época no volviera martilleando a su cabeza. Una cabeza que en aquella época no era más que un mar de dudas, dudas de las cuales se sentía profundamente culpable. Si no hubiera sido tan impulsivo, o quizás tan bipolar, podría haber evitado muchas cosas, sobre todo el sentimiento de nostalgia que embargaba a su esposa.
Un vistazo rápido a su pequeño, el cual continuaba peleándose con su prima, le valió para disipar cualquier culpa de su mente. Todos estos años, todo lo ocurrido durante ellos, todo lo vivido le habían hecho madurar, pero por encima de todo, le habían hecho darse cuenta de que las cosas siempre suceden por algo, y quizás, si nunca se hubiera comportado de aquella forma tan irreal, jamás hubiera podido disfrutar de la familia que había formado ahora. Una familia que no pensaba perder por nada del mundo.
Bella capto en seguida los pensamientos de su marido, su mirada perdida lo delato, por ello, hizo algo que sabía que lo haría olvidar. Cogió una de sus manos, y en un gesto suave y conciso, la desplazo desde su cintura hasta el centro de su vientre, mientras sus ojos casi acuosos se centraban en el profundo verde de los de él.
La duda en los ojos de Edward dio paso rápidamente a la emoción. Bella estaba embarazada de nuevo, las sospechas de ésta habían sido confirmadas en la mañana. Y aunque, se moría de ganas por salir corriendo a contar la noticia de que pronto Eliot tendría un nuevo hermanito, o hermanita, sabía que hoy no era su día, por eso guardo su emoción a la espera de que concluyera la ceremonia. Pero sus recuerdos de tiempos pasados, sumadas a las ganas por ver la reacción de Edward, habían podido más.
Edward la beso eufórico, demostrándole toda la felicidad que lo embargaba en ese momento. Al igual que a Bella, las ganas de gritar a los cuatro vientos la noticia recorrían cada uno de los poros de su piel. Pero debían ser prudentes, debían esperar al menos hasta el día siguiente, lo que no significaba que ellos no fueran a celebrar por todo lo alto la noticia, una vez se marcharan a su habitación.
Lo habían conseguido, juntos habían conseguido alcanzar sus mayores sueños, sorteando todos los obstáculos para llegar a ese fin común. Ese fin con nombre de felicidad, porque la vida no tiene solo un camino, y cada elección que tomes en ella… cuenta.
Y ahora si, podemos colgarle el broche final a esta historia que quedara en el recuerdo de todas las que participamos en ella. Gracias a todas las que lo hicisteis, en mayor o menor medida, eso no importa, lo importante es que estuvisteis ahí, así que a todas, y cada una de vosotras… ¡¡GRACIAS!!
4 Sonrisas:
Sabes que??? me llegoooo..... no hiciste un epilogo centrandose en la pareja principal ..... hiciste recordar toda la historia sobre todooo esa historia de Emmet y Rosalie ...y para mi el personaje de Emmet se llevo la historia... me encanto la boda.... me encanto las reflexiones que haces sobre todo los problemas irreales de esta historia .... mucho mas lo ultimoo saber que Bella esta de nuevo embarazada.... y como de golpe le llegan todos esos recuerdos .... saber que ahora los dos van hacer las cosas bien!!! Esa frase muy cierta "porque la vida no tiene un solo camino y cada elección cuenta"
gracias mi Almu me quede sorprendida al ver el post!!!!
sopresa ..... veremos que mas sorpresas no tienes!!!
o m g ! que sorpresaaaaa sii sii porfin cerramos con broche de oro! fantastico me encantooooo ay que recuerdos me trae este fic a mi también jajaa ... me dios muxa ternura y risa eliot y todos asi diciendose de cosas .. me encantooo... y la bodaa uff porfin sii tuvimos una boda como se manda jajaaj ay si reclamando como alice jaja no es cierto.. pero asi es este fic nada es como debe ser y fue super interesante ver como nos ibamos acoplando y siguiendo sta historia k seguro nos trajo dolores de cabeza jaja en mi particular caso :D... Y EL FINAL HERMOSOOO HERMOSO HERMOSOO.. porfin podran compartir juntos una nueva etapa la cual nunca tuvieron.. k felicidad ...
Gracias almu por la sorpresotaaa!
Wooww que final!!!
Revuerdo que cuando vi en el blog lo que se proponian hacer pense que era la locura mas grande que habia visto en cuanto a fics se trataba, por que como escribir una historia que sea congruente e interesante entre tanta gente, porque vamos a ser sinceras cada quien tiene su estilo y a lo mejor lo que una empezaba no le servia a quien continuaba, pero dejenme aplaudir a todas las que participaron de este alocado emprendimiento porque sin lugar a dudas lograron su objetivo.
Sensacional epilogo de una historia llena de buenos momentos, confuciones, sentimientos encontrados, fuego, pasion, olvidos y destellos.
Simplemente unica, simplentente genial.
Erin
Muchas gracias Erin!!! Se agradece muchísimo ver que hubo más gente que nos estuvo siguiendo y sobre todo que valora el esfuerzo, pues para la mayoría de las escritoras, era su primera vez. Y como tu bien dices no fue fácil, pero si, logramos nuestro objetivo, aunque yo me atrase mucho más :*). ¡¡¡Gracias cielo!!!.
Karla y Airam, ya lo sabéis, vosotras formáis parte de esto y sin vosotras, no hubiera sido posible ;-)
Y tú, ¿nos regalas una sonrisa?