¡¡¡Chicas!!! Ya estamos a viernes, para muchas ya es fin de semana, y para algunas españolas, siempre y cuando tengan puente (o más bien acueducto) en los próximos días festivos, vais a tener muchossss días parar descansar. Las tontas como yo no jeje, ni tengo puente, y para ir en peor, tres exámenes casi casi seguidos, pero bueno, no me enrollo más y os dejo con el siguiente capítulo de esta historia que nos escribe Karla.
El sexto ya, ni ella misma se lo imaginaba, y menos tenernos tan intrigadas ;). Hoy de nuevo con Edward, y… bueno, mejor os dejo que lo leaís.
¡¡¡Buen fin de semana, o acueducto, para todas!!!!
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Capítulo 6
Narrado por Edward
Los traidores siempre terminan así, muertos, era una regla inviolable para los que estaban metidos en esta mierda, una vez dentro no había forma de salir al menos que te quisieras pasar de listo, como el que yacía tirado sin vida en esa oficina.
Me sentía igual, me sentía como un puto traidor por haberle dado muerte, pero, ¿que podía haber? ¿Dejar que lo matara y que su puñetera vida terminara con una muerte rápida y fin del asunto? Definitivamente no, se merecía la cárcel, pudrirse ahí. También dicen que los violadores terminan así, pero no muertos, sino violados, pagando con la misma moneda y eso era lo que quería para estos hijos de puta. Por esa razón no dude en jalar el gatillo, y por esa misma razón tenía que eliminar cualquier remordimiento, además el cebo ya había sido lanzado, estaba en deuda conmigo y lo tenía que aprovechar muy bien.
Frank y Alex se encargaron de sacar el cuerpo, esperando hasta el oscurecer para no levantar sospechas.
Owen se encargo de llevar a David a urgencias diciendo que se había resbalado saliendo de la ducha, algo que pasaba frecuentemente. Por lo tanto yo me fui con el jefe en su camioneta, gesto que no le gusto nada a David, gesto que no paso desapercibido. En menos de veinticuatro horas note que David era algo más que un guardaespaldas, era como si su mundo girara alrededor del puto jefe.
Yo conducía la camioneta, mientras tanto el jefe permanecía en silencio. Pero una llamada a su móvil lo saco de sus pensamientos.
-¡Por poco me mata ese hijo de puta! – Maldecía atreves de la línea – Tienes que controlar a tu gente Martínez.
-Me importa un carajo que ese imbécil ya no trabajara para ti -decía alzando su tono de voz- Era tu responsabilidad Martínez. Me parece extraño que no lo hubieras matado si dices que te traicionó.
-No me convences -dijo tajantemente- Ahora mismo tenemos que estar unidos, la policía de mierda ha estado bastante cerca, casi pisándonos los talones y si yo caigo, caen todos.
-No te estoy amenazando ¡maldita sea!, pero con lo que acaba de suceder tengo que tener bien cubiertas las espaldas.
-No digas nada, yo hablare con Rivas. Estamos en comunicación -dijo finalizando la conversación.
-¡Latinos de mierda! -gruñía mientras guardaba su móvil– Se sienten los amos del universo. Poco a poco los iras conociendo Masen, son unos traidores de puta, al menor descuido te dan una apuñalada por la espalda.
-Me estoy dando cuenta, jefe -dije, mientras giraba a la derecha para quedar frente a la cortina de metal, que inmediatamente fue abierta por Roger.
Al bajarnos de la camioneta, nos dirigimos hacia la oficina, allí parada junto a la puerta se encontraba Rachel con un semblante de preocupación.
-Quita esa cara, no ha pasado nada –dijo el jefe, mientras abría la puerta, sin importarle la preocupación de ésta.
-Pero por poco te matan -replicó Rachel, a la vez que entraba a la oficina conmigo a sus espaldas.
-Pues dale las gracias a Masen, si no hubiera sido por él, ahorita mismo estaría en el puto infierno –alegó entre risas. Perro de mierda, debía sentirse el ser más afortunado del mundo.
-No se cual es la gracia –reprochó ella.- Si te hubiera pasado algo, todo se hubiera ido a la mierda. Además, ¿qué haría yo sin ti? –sollozó.
¿Podía tener sentimientos alguien como ella?
-¡Dramas ahora no, Rachel! –bramó el aludido- Con lo que ha pasado hoy, es suficiente. Ahora sal de aquí, déjame solo con Masen- ordenó a ésta y dando un portazo fuerte es como salió de esa oficina.
-Mujeres, mujeres –decía moviendo la cabeza hacia los lados, a la vez que me hacia una señal para que me sentara - Una mujer herida Masen, puede ser mas peligrosa que toda una puta mafia encima.
-Lo imagino -susurre, mientras me sentaba.
-Vas aprender muchas cosas, eres joven, te veo y me recuerdas a cuando yo me inicie –dijo, haciendo que casi me retorciera en el asiento con sus asquerosas comparaciones.
-He llegado al lugar indicado -conteste de forma agradecida.
-Bien –musitó, clavándome su fría mirada- Ahora quiero saber tu opinión de lo sucedido.
-Esta claro, alguien lo esta traicionando -dije con veracidad.- No creo que ese tipo haya actuado solo, además, lo del dinero solo era para justificar su muerte. Lo quieren quitar del medio -él me miraba con atención.
-Pero si lo que dices es cierto, ¿porque mandar a uno solo para hacer el trabajo? –inquirió frunciendo el ceño. Se notaba gran interés con mis palabras.
-Para no levantar sospechas- sentencié-. Si lo hubiera logrado, ellos quedarían limpios. A ellos no les importaba la vida de ese hijo de puta, ellos mismos lo hubieran matado después de hacer el trabajo, muerto el perro se acabo la rabia –ironicé-. Pero no se salieron con la suya.
El jefe me siguió mirando hasta centrar sus ojos en otro punto muerto de la habitación. Pasaron unos segundos hasta que asimiló lo que había escuchado.
-¡Hijos de su puta madre!- bufó, a la vez que se levantaba de su silla para caminar de un lado hacia otro– Esto no se puede quedar así, ¡maldita sea!, tengo que hablar con Rivas, ese hijo de puta de Martínez me quiere ver la cara de pendejo, pero esto no se va a quedar así -en ese momento se detuvo y me miro- Masen déjame solo, pero te quiero aquí cuando lleguen los otros, y no olvides lo que te dije en el bar.
Con un asentimiento de cabeza salí de esa oficina y me dirigí hacia la habitación que me habían asignado. No quería toparme con nadie, tenía que tener las ideas claras y considerar cual sería el siguiente paso o esperar a como se fueran dando las cosas. Me senté en la cama, dejando el arma en la mesita de al lado.
El jefe confiaba en mí, aquello era un avance que tenia que aprovechar muy bien. Hasta incluso había conseguido sembrar la duda en él. El pez pequeño había hecho que el grande mordiera el anzuelo, ahora estaba cien por cien seguro que lo estaban traicionando.
Sabía que aquella baza me valdría para infundir más en su propia confianza. Los principios y los acuerdos dentro de la puta mafia son sagrados, pero cuando alguien se sentía traicionado no había nada ni nadie que lo pudiera detener. Los enemigos, los traidores, estaban allá fuera.
El día avanzaba cuando recibí un mensaje de Rachel diciendo que me reuniera en el privado que se encontraba arriba del bar. Atravesé ese pasillo donde estaban las chicas. Era tal el silencio que hacia pensar que nadie se encontraba allí dentro. Después de la noche anterior no me imaginaba lo que ellas estaban sintiendo. En ese instante volvieron a mi mente las palabras del agente Miller y de nuevo, el coraje y la frustración que sentí por la mañana en mi apartamento.
Todos estaban reunidos en la oficina del jefe. David se encontraba sentado en el sofá que estaba a un costado del escritorio, era raro no verlo pegado como una puta sanguijuela al jefe pero, dadas las circunstancias era normal, ya que le habían dado varias puntadas en la cabeza producto del golpe que recibió.
-Ya estamos todos -el jefe fue él que habló dirigiéndose a todos–. Esta mañana he comprendido e investigado lo que realmente paso –dirigió su mirada hacía mí-. Es evidente que David iba a quedar como testigo, para que mi muerte quedara justificada y que mis aliados no se levantaran en contra de ellos.
-Esos hijos de puta quieren quitarme del medio y tener el control absoluto de la ciudad -continuo diciendo-, pero se han metido con la persona equivocada, no saben que siempre estoy a un paso adelante -estaba seguro que se refería a su informante.
-¿Qué es lo que hay que hacer? –preguntó Frank.
-Todo a su debido tiempo Frank, solo les pido que estén atentos, en su momento lo sabrán. La decisión esta tomada. Nada va a cambiar, todo seguirá como hasta ahora, ya saben lo que tienen que hacer –nos miró con atención a cada uno de nosotros–. Vayan al bar que los clientes no tardan en llegar. David, tu ve a descansar.
El aludido agachó la cabeza y asintió.
-Rachel, trae a la chica irlandesa. La quiero aquí, ahora –ordenó, parecía no cansarse de hacerlo.
La mirada del jefe se centro en la de Rachel. Ésta le soporto la mirada varios segundos hasta que la presión le pudo. Salió de allí acompañada de Roger y Jude.
Mientras tanto, todos los demás nos dirigimos hacia el bar.
La gente poco a poco iba llegando, la mayoría saludaban a Alex o a Roger o a cualquiera de ellos, era de suponer que eran clientes frecuentes.
Me encontraba a la entrada del pasillo de los baños, de frente al arco que conducía a esos privados, cuando vi a Rachel conduciendo a la chica Irlandesa. Se mostraba igual que ayer. Su mirada cabizbaja, tratando de esconder el dolor y el sufrimiento por estar metida en esta mierda. Era extraño ver como se mostraba ante esta jodida situación, su control para no estallar como las demás. No entendía como lo hacia, como parecía evadirse tras esa vulnerabilidad que aparentaba.
-Linda chica, ¿verdad poli? –hasta ese momento, no me percate de la presencia del imbécil de Owen.- No hay duda de porque el jefe la pidió de nuevo.
-¿Por qué lo dices? –inquirí mirándole sobre mi hombro.
-Lo acabo de decir –rió con ganas-. No me digas que eres un maricón y por eso no te das cuenta de lo linda que es.
-Deja tus putas bromas Owen y limítate a contestar.
-Pues eso, el jefe no toma a nadie de planta y esta ya es la segunda noche.-ahí tenía razón-. ¿Has visto la cara de Rachel? eso ha sido lo mejor.
-No he visto nada -conteste solo para que se callara de una vez.
La noche fue interminable, ver a esos hombres como desfilaban por ese pasillo, y ver como salían con la cara hinchada de satisfacción, de haber dado rienda suelta a sus más bajos instintos, simplemente no podía soportarlo, la puta frustración volvía a mí como la noche anterior.
De pronto uno de esos tipos ya pasado de copas, se levantó de la mesa queriendo tomar a la fuerza a una de las bailarinas, la cuál empezó a gritar. Las órdenes eran claras, nadie podía lastimar a ninguna de las chicas. Que incongruencia tan estúpida, aunque para ellos no lo fuera. Para ellos, las chicas no eran más que mercancía, una mercancía muy valiosa.
Sin pensármelo dos veces, tomé aquel tipo por el cuello y lo jale hasta la salida del bar, Alex se encontraba en la entrada.
-Yo me encargo –le dije a Alex mientras este abría la puerta para salir.
Ya fuera, lo lleve hasta el callejón de al lado. El tipo siguió resistiéndose por lo que impacte mi puño contra uno de sus costados, haciendo que su cuerpo se doblara de dolor mientras jadeaba. En ese momento aproveché para tomarle la cartera y ver su identificación. El hijo de puta era encargado del departamento de servicio social del gobierno.
-¡Hijo de puta! -gruñí, asestando otro golpe contra su cara, haciendo que cayera contra el pavimento.- ¡Escúchame bien imbécil! –lo levante y lo estampe hacia la pared.- ¡No quiero volver a verte en este bar! Si te veo hijo de puta, tu puesto en el gobierno se iría a la mierda. Sé a que vienes a este bar, y más te vale no volver ni a este ni a ningún otro, si no quieres que además, tu mujer se entere de la escoria que duerme en su mismo lecho.
Sus ojos se abrieron de par en par al escuchar mis palabras, pero yo ya no podía detenerme. Con una mano lo sostenía, mientras la otra se cerraba en un puño, amenazándole.
-¡¿Entendido hijo de puta?!
-Si, si entendido –balbuceó, al borde de las suplicas.
Otro golpe directo al estómago, le hizo caer de rodillas contra el suelo. Esta vez no lo levante. Lo deje allí como la gran mierda que era. Me di media vuelta cuando vi a Owen cruzando la calle directo hacia a mi.
-¿Algún problema poli? –preguntó.
-¿Por qué habría de tenerlo? –inquirí duramente.
-No, nada, solo que Alex me envió para…
-Dile a ese hijo de puta que el cliente se fue sano y salvo a su casa.
Los días avanzaban, y las noches eran casi imposibles de soportar, al igual que la frustración por no conseguir nada relevante para la investigación.
Si, el jefe se dirigía hacia mí como a uno más, me tenía confianza, pero no al grado de estar solo sin David, no al que yo necesitaba. Y el muy cochino de éste no se había separado de él más que aquella noche del golpe. Lo sucedido en aquel otro bar lo alertó, al punto de no querer dejar pasar ningún detalle. Solo le faltaba probar la comida del jefe, para averiguar si esta estaba envenenada.
Y todo aquello, junto a la amenaza de sus enemigos, no hacía más que complicar las cosas.
Aquella noche, el bar se encontraba atestado y repleto de humo.
-Ya le dije que no le iba a ser fácil –Owen irrumpió en mis pensamientos-. El puto de David no lo deja ni un minuto a solas, es como si fuera su sombra.
Owen tenía razón y no pude decir nada.
-¿Ya vio poli? -inquirió.
-¿Qué?
-Mire hacia el privado del jefe –dijo, apuntado con su cabeza hacía aquella dirección.
Era la chica Irlandesa. De nuevo estaba frente a la puerta del privado.
-Esto no es normal en el jefe, en menos de una semana es la tercera vez que la manda llamar.
Me quede observando el momento en el que ella entraba, estaba claro que el puto del jefe tenia una preferencia sobre ella.
-Owen, necesito saber el nombre completo de esa chica, tengo entendido que Jude les tomo los datos a todas -no confiaba en él pero, a estas alturas, no podía confiar en nadie mas.
-¿Me esta pidiendo que le pregunte a Jude?
-¿Hablo en otro idioma imbécil? –susurré molesto. Aún no entendía como un tío así aún seguía con vida-. Y cuidado con que se te vaya la puta lengua.
-No es necesario que me amenace, se para quien trabajo.
-Nunca esta de más –sentencie.
Aún no había amanecido, cuando Owen, de camino a por las ganancias de la noche anterior, me hizo saber que había cumplido bien su cometido.
-Isabella O’Conaill –susurro, sin desprender sus manos del volante de la camioneta que conducía-. Ese es el nombre de la chica –añadió.
-Bien –musite sin desprender mis ojos de la carretera.
-¿Puedo saber para que quiere el nombre de esa chica?
-No, no lo puedes saber- conteste en forma tajante.
Aunque siendo sincero, ni yo mismo sabia que haría con aquel nombre.
Durante el trayecto permanecí en silencio, no me apetecía hablar ni entablar conversación con Owen, y mucho menos escuchar idioteces. Al igual que los otros días, un automóvil nos seguía de cerca. Uno diferente al anterior, siempre desviándose cuando estábamos cerca de la puerta de la bodega, puerta que inmediatamente se abría cuando estábamos frente a ella.
Por ello me extrañe cuando aquel día, ésta tardó más tiempo de lo habitual en abrirse. Y lo que encontré una vez se abrió, fue algo que nunca habría querido ver.
El cuerpo inerte de una de las chicas, yacía sin vida sobre el suelo de aquella bodega. Un simple disparo, asestado en el centro de su pecho, había acabado con sus ilusiones, si es que aún podía llegar a tenerlas.
Todos los hombres, incluido el jefe, rodeaban aquel cuerpo marchito. Todos se miraban entre ellos, seguramente, pensando que harían ahora con aquel estorbo.
No pude evitar que la respiración se me agitara. ¡Por dios! ¡Solo era una niña! Bajo los rastros de aquel maquillaje corrido, y aquellas ropas desgarradas, se encontraba una niña. Dios mío… solo era una niña.
Las ganas por terminar con todo aquello de una vez, volvieron hacer mella en mí. Mis manos ardían, sentía por mis venas correr el impulso de tomar la maldita arma y descargarla contra esos hijos de puta. Y cuando apunto estaba de hacerlo Owen hablo, preguntando que había sucedido.
No se si lo hizo a propósito pero eso hizo que me controlara y pusiera mi atención en Roger, quien por su aspecto, evidenciaba signos de tener la respuesta.
-Yo lo hice -contesto el hijo de puta, orgulloso por lo que había hecho.- La muy perra se quiso pasar de lista y por poco se me escapa -continuo diciendo.
-Ya, ya Roger –el jefe lo detuvo–, lo hecho, hecho está. Alex, Frank ya saben lo que tienen que hacer –ordenó, sin inmutarse lo más mínimo-. ¿Recogieron el dinero? -pregunto, centrando su mirada ahora en Owen y en mí.
-Si -respondió Owen. Yo ni quería, ni podía hablar-. Lo dejamos en la camioneta.
-David recógelo y llévalo a la oficina –solo por el sucio dinero mostró atisbo de emoción.- Tendrán que volver a salir y recoger las ganancias de los otros bares, ya que Frank y Alex van a estar entretenidos.
Asqueado de todo, me di la vuelta rumbo a la camioneta. Necesitaba salir ya de allí.
Todo estaba fuera de control, todo se me había salido de las manos, definitivamente el plan no estaba funcionando. ¡Mierda!, el plan se había ido a la mierda. Tenia que hacer algo ya, algo rápido, piensa ¡maldita sea! Piensa, piensa, porque esto no podía seguir así. Mi autocontrol, mi paciencia, mis nervios se estaban agotando y en cualquier momento iba estallar.
Era muy consciente de que ya no aguantaba mucho más.
Exasperado por la situación, intente centrarme en la carretera. Ahí estaba otra vez aquel coche siguiéndonos. Ellos… ellos sabían lo que pasaba y no hacían nada.
-Owen, para el maldito carro, estaciónate allí –le indique. Sabía perfectamente con quien tenía que descargar mi rabia.
-¿Dónde?
-Allí ¡maldita sea! – grite, indicando de nuevo el lugar.
No espere a que Owen se estacionara completamente, salí de la camioneta, avanzando rápidamente hacia donde se encontraba el automóvil que nos venia siguiendo. Antes de que llegara a mi destino el agente Miller salió del auto y camino hacia mi dirección.
Ni siquiera le di tiempo a detenerse. Sin poder controlarlo, mi puño se impacto contra su mejilla.
-¡¿Qué está haciendo Cullen?! –gritó, doblando su cuerpo por la mitad debido a la fuerza del impacto-. ¡¿Está loco?! –vociferó, meciéndose con fuerza su mejilla lastimada. -¿Quién se ha creído que es? –demandó, incorporándose de nuevo, y alejándose varios pasos de mi posición.
Más le valía no acercarse, aquel golpe no hizo más que desatar mi rabia.
-¡Maldita sea agente! ¡Alguien podría vernos, soy su autoridad!
-Me importa una mierda quien sea usted, y quien pueda vernos –bufe exasperado. La cara de esa pobre niña era en lo único que podía pensar.
-No podemos hablar aquí, suba al maldito carro -ordeno, girándose hacía su automóvil.
De un portazo es como cerré la puerta trasera del mismo.
-¿Pero que carajo le pasa agente? –inquirió una vez dentro.
Los dos estábamos en la parte trasera del automóvil y otro agente que no conocía permaneció en silencio, frente al volante.
-¿Qué que me pasa? –dije exasperado– El plan se ha ido a la mierda agente, llevo casi una semana ahí dentro y no he podido conseguir la maldita información. ¡Acabo de ver a una de esas chicas muertas! ¡Ellos se la han cargado! –no hubo ninguna impresión en su rostro. No se sorprendió lo más mínimo.
-Sabía donde se metía, se lo avisemos y usted estuvo de acuerdo en el plan. Ni siquiera dudo en jalar el gatillo matando a ese mafioso.
-¡Maldita sea! ¿Es lo único que dirá?
Quería respuestas, quería una puta solución, ya no podía más con mi carga de conciencia.
-Cálmese agente, se lo explicamos y usted lo entendió. Ahora si no puede con la investigación o si no quiere seguir, deje el caso, no esta obligado a continuar. Pero de una cosa si estamos de acuerdo usted y yo, nosotros no queremos que esos hijos de puta se salgan con la suya, ¿verdad?
Al decir eso, me miró con atención. El hijo de puta engreído sabía que estaba atado de pies y manos. Sabía muy bien que no iba a dejar el caso. Ya no dependía de mí, porque sinceramente me importaba una mierda quien se llevara la gloria de todo esto. Era por ellas. El muy cabrón me tenía calado, sabía a la perfección que yo ya no podía vivir pensando el futuro que les aguardaba a esas pobres chicas.
El cabrón lo sabía, y por ello me tenía en sus manos.
-Necesito saber todo acerca de una de las chicas –susurre algo más calmado.- Ciudad, el nombre de sus padres, a que se dedicaba antes de llegar a esta mierda. Su nombre es Isabella O´ Conaill.
También necesito una pequeña cantidad de somnífero, algo que no deje restos en la sangre, y lo necesito en una hora.
-Tiene que informarme para que requiere lo que esta pidiendo.
-No pienso decirle nada –a partir de ahora haría las cosas a mi manera.
-Usted no puede hacer eso –dijo claramente molesto.
-Claro que puedo. Usted acaba de decir que los dos estamos de acuerdo en atrapar a esos hijos de puta, y yo ahora mismo soy la única baza que tienen para conseguirlo –ellos me podrían tener
entre sus manos, pero yo también a ellos-. Va a conseguirme lo que le estoy pidiendo, y lo va a hacer en menos de una hora –replique, sabiendo que no había discusión posible, mientras abría la puerta del auto.
-Por cierto –añadí, ya desde fuera del vehículo-, el europeo, con la ayuda del soplón, están por dar un golpe contra Martínez y Rivas. Añada esto en su informe.
Y sin darle oportunidad a contestar, cerré la puerta sin mirar atrás.
Como había sido pactado, en menos de una hora ya tenía en mi poder la droga y todo un informe de vida sobre Isabella O’Conaill.
Ahora solo quedaba lo más difícil, hablar con el jefe.
-Necesito hablar con el jefe a solas –David sostenía la puerta del privado del bar con unas de sus manos, imposibilitándome así la entrada.
-El jefe esta haciendo unas llamadas importantes en este momento, así que regresa … –la voz del jefe lo interrumpió.
-Deja pasar a Masen, ya termine con mis llamadas –replicó este desde dentro.
Aquello fue una orden para David, que no tardó un segundo en darme el paso para que pasara.
-Gracias jefe, necesito hablar a solas con usted –pedí, al ver como su guarda espaldas estaba tras de mí.
-David, déjanos solos –ordenó.
-Si me necesita, estaré allí fuera –dijo, recalcando las últimas palabras.
-Toma asiento Masen –me indicó el jefe con su mano, una vez se hubo cerrado la puerta.- ¿De que quieres hablar? –y cuando iba a hablar, me detuvo.- No me digas, por tu cara se muy bien lo que quieres –parpadeé varias veces, no sabia a lo que se refería.
-¿Lo sabe? -pregunte intrigado.
-Si –dijo levantándose de la silla, dirigiéndose al pequeño bar que se encontraba a un lado de la sala-, llevo mucho tiempo en este negocio Masen, y tu eres joven con necesidades. Has estado metido aquí una semana, ya se me hacia raro que tardaras tanto. Puedes pedir a una de las chicas –sonrió, mientras abría una botella de whisky para servirlo en dos vasos.
Tenía que reconocer, que el cabrón era inteligente. Aunque se equivocara con mi tipo de necesidades.
-Toma –me tendió uno de los vasos, mientras se acercaba hasta donde yo estaba sentado, y esperó a que yo bebiese para hacerlo él.
-Quiero a la chica Irlandesa - dije con voz segura y pausada. Él me miró a través del cristal que yacía sobre sus labios. Su mirada no era de enojo, podría decir que más bien era de sorpresa por mi petición.
-La chica Irlandesa ¿eh? –inquirió burlón, mientras se dirigía otra vez a la barra para servirse otro trago.- No puedo culparte, el que escojas precisamente a ella. Y tampoco puedo negártela, estoy en deuda contigo y prometí que te daría lo que pidieras -decía a la vez que vertía el whisky.- Una noche Masen, solo una noche – repitió clavando su mirada en mi. Yo permanecí callado– Y no esta de más recordarte las reglas. La tienes que proteger, me entiendes ¿verdad? –alzó sus amplias y pobladas cejas.- Ellas son una mercancía muy valiosa a la cuál, se le tiene que cuidar.
-Entiendo.
-Bien –suspiró-. Ahora sal de aquí y espera en unos de los privados.
Me levante dejando el vaso sobre el escritorio para dirigirme hacia la puerta, pero antes de salir de allí, me dio una ultima recomendación.
-Masen, soy un hombre de palabra, no lo olvides.
-Lo se –dije en un asentimiento.
Como era de esperar, David se encontraba fuera del privado del jefe, como si se tratara de un soldado. Tuve que contenerme para no borrarle la sonrisa estúpida de su rostro, al decirle que necesitaba uno de los privados.
Una vez dentro de el, encendí la luz y mis ojos recorrieron la habitación. Desde que estaba metido aquí, no había entrado a uno de ellos.
Sentí una fuerte presión contrayendo mi estómago, solo de imaginarme lo que estas chicas habían tenido que soportar durante estos días. Si ya la simple sensación de estar aquí esperando, ponía mi carne de gallina, no podía ni imaginarme que sería para ellas cuando reclamaran su presencia aquí.
No pude dejar de dar vueltas durante los minutos que tardó en llegar. ¿Cómo haría para confesarle todo? Y peor aún, ¿con que cara me miraría cuando le pidiera ayuda? Mis nervios iban en aumento solo de imaginar su reacción, su respuesta ante mi petición.
Pero si de algo estaba seguro, era que aquella chica era la indicada para ello.
De pronto la puerta se abrió y sus ojos se posaron en los míos, esos mismos ojos llenos de miedo, al igual que la primera vez. Unos ojos imposibles de olvidar, pues aquella mirada me acompañaría siempre.
Ahí estaba otra vez esa contención, esa fuerza tan desconocida, esa que parecía utilizar para no derrumbarse allí mismo, para no estallar como las demás, para no suplicar que no le hiciera daño. Todo lo contrario, pedía que hiciera con ella lo que quisiera, pero que lo hiciera rápido, mientras sus temblorosas manos intentaban despojarle de sus ropas.
No entendía esa actitud o tal vez si ¿sería que se estaba dando por vencida? ¿Sería que ya no le importaba nada su vida, ni lo que hicieran con ella?
Frené su intento por desnudarse. Le prometí que no le haría daño e incluso tuve que ordenarle que volviera a cubrir su cuerpo, cuando pareció no creerme. En sus ojos se veía reflejada la duda ante mi confesión. Le dije la verdad, mi verdadera profesión, el porque estaba allí metido, mi frustración por no poder hacer más. Pero ella pareció no creerme. Me amenazó con gritar, y cuando conseguí calmarla de nuevo, me hecho en cara lo sucedido el primer día.
No podía culparla, yo en su lugar, tampoco me habría creído a mi mismo.
Cuando por fin pareció hacerlo, toda aquella fuerza desapareció, y dejando paso a su vulnerabilidad, me suplico que la sacara de allí. Sus sollozos partieron mi pecho en dos. No podía hacerlo. Mi mayor deseo no era otro que acabar con esto de una maldita vez, pero solo podía maldecirme. No podía hacer nada, nada, estaba completamente atado de pies y manos. Yo solo no podía, necesitaba su ayuda.
Tuve que mencionarle a sus padres, recordarle su vida pasada. Hacerle ver que para poder salir de allí como ella me lo había pedido, tenia que encontrar toda la información necesaria para que no tuvieran ninguna opción a escapar de la cárcel. Pero ante mi puto argumento, ella no pudo hacer más que reclamar.
Intenté hacerla entender, intente explicarle de la mejor manera que supe que su testimonió no valía de nada, no cuando tenían comprada a la policía, no cuando las cosas se habían complicado de aquella manera. Sabía que ella estaba asimilando palabra por palabra. Su rostro me lo decía, era como ver después de estar ciego por un tiempo, la verdad la tenía ante sus ojos. Una verdad que era dura de asimilar, una verdad que ni yo mismo comprendía pero era la puta realidad, realidad que me había llevado a estar parado frente a ella para pedirle su ayuda, necesitaba su ayuda.
-¿De verdad usted cree saber lo que siento?
Aquellas palabras volvieron a partirme en dos el alma. No… para nada sabía lo que sentía, ni siquiera podía llegar a imaginármelo, y escucharlo de sus propios labios, no hizo más que aumentar mi odio hacia aquellos hijos de puta, pero sobre todo hacía mi mismo, por no haber sido capaz de evitarle todo ese sufrimiento, y por saber, que hiciera lo que hiciera, aquella pobre chica jamás olvidaría todo este infierno.
En un intento porque me creyera, o quizás por desahogarme, le confesé como me sentía, las veces que estuve tentado a sacar mi arma y terminar de una buena vez con toda aquella mierda, la impotencia que sentía por saber que de nada valdría aquello. Sabía que no serviría de nada, mis sentimientos en nada podían compararse a los suyos pero… sentí como algo se iba liberando con cada una de mis palabras.
Y fui sincero, muy sincero al prometerle que ella no correría la misma suerte que aquella pobre chica muerta, pues ya no iba a permitir ni una sola muerte más, la sangre de esas chicas no volvería a manchar el suelo que si debían ocupar ellos.
Por la expresión de su rostro, supe que estaba siendo víctima de un debate interno.
-¿Estas dispuesta a ayudarme? -pregunte al fin.
Sin embargo, ella contesto con otra pregunta.
-¿Por qué yo?
Evidentemente, porque sabía que podía confiar en ella. Además estaba aquella predilección que el jefe parecía tener con ella.
Me maldije por dejar que mis pensamientos fluyeran por mi garganta. Ella inmediatamente escondió su mirada. Me sentí el tío más miserable del mundo por mi falta de sensibilidad.
-¿Qué es lo que tengo que hacer? –pregunto tras varios segundos de silencio.
Le di todas las indicaciones y le entregue la tarjeta con todas las claves, esa misma tarjeta que desde el primer día traía conmigo pero que hasta el día de hoy no pude utilizar. Cuando la pequeña cantidad de droga yació sobre la palma de su mano, aprecie como apuño ésta fuertemente, aferrándose a ella, sabiendo a la perfección, que aquello era nuestra vía de escape de todo esto.
Quise prometerle que la sacaría de allí, quería decirle que todo iba a salir bien, que ella lo podía hacer, pero ni yo mismo sabia si lo íbamos a lograr. Solo era cuestión de esperar, esperar que el jefe de mierda la mandara llamar. Aunque si pude darle mi palabra de que no permitiría que nada le pasase.
Aquella noche, el jefe nos comunicó la decisión de cerrar el bar por unos días. Todo mundo estaba algo nervioso, por un lado el asesinato de la chica había hecho que la seguridad fuera más estricta y por el otro lado, el jefe sentía a sus enemigos pisándole los talones.
El resto de bares permanecieron abiertos y como era costumbre, Owen y yo salíamos muy temprano a recoger sus ganancias. Fue a la salida de uno de ellos, cuando algo llamó mi atención.
Ahí, colgado sobre uno de los estantes de aquel puesto de periódicos, estaban aquellas palabras en primera plana.
DURO GOLPE AL NARCOTRÁFICO
Seguí leyendo.
AYER POR LA NOCHE, EL DEPARTAMENTO DE POLICIA DE LA CIUDAD DE NUEVA YORK, JUNTO CON EL FBI Y LA DEA, LOGRÓ LA CAPTURA DE DOS DE LAS PRINCIPALES CABECILLAS DE UNA DE LAS REDES NARCOTRAFICANTES MAS PODEROSA DE LA CIUDAD, JUNTO CON OTRAS VEINTICINCO PERSONAS.
Deje el periódico rápidamente, diciéndole a Owen que se dirigiera rápidamente hacia la bodega. El muy hijo de puta se había librado gracias a la ayuda del soplón.
-¡Maldita sea Owen! no puedes ir mas rápido –demande exasperado.
-Es lo que puedo avanzar poli, el tráfico no ayuda.
-Pues toma cualquier atajo para llegar lo mas pronto posible.
-¿Cuál es la urgencia por llegar poli?
-El maldito de tu jefe lo logro, el muy hijo de puta, hizo que capturaran a Martínez y a Rivas. Ahora es él quien queda al mando de toda esta puta mafia. Es mas poderoso de lo tu te imaginas.
Owen se quedo en silencio. Hubiera dado lo que fuera por leer sus pensamientos en ese momento. Su jefe podía hacer lo que quisiera, tenía comprado a medio mundo, y si hasta ahora nosotros no habíamos podido detenerlo, ¿quién nos garantizaba que podríamos hacerlo ahora?
Veinte minutos más tarde estábamos dentro de la bodega. Fui directo a la oficina para ver si se encontraba el jefe, pero lo que encontré fue a una Rachel muy pasada de copas. Tenía pinta de no haber dormido en toda la noche.
-Mira a quien tenemos aquí -dijo arrastrando la voz-, al niño de cara bonita.
-Rachel ¿dónde esta el jefe? –pregunte ignorando sus insinuaciones.
-¿El jefe? ¿Te refieres a Marc? –Marc, así que así se llamaba.
-Si, a él.
-Esta en el privado del bar -dijo levantándose, y caminando hacia mí.
-Tengo que verle -dije a la vez que intentaba salir de la oficina, pero Rachel me detuvo.
-Creo que no será posible, esta con esa, con la chica Irlandesa –habló con asco.-No se que les dio esa perra -dijo mientras pasaba una mano por mi cara- Tengo entendido que tu también la pediste ¿ah?
-Rachel, he dicho que tengo que verlo, es algo importante- dije retirando su mano, y dándome medía vuelta para marcharme.
-¿Qué tiene ella? ¿Por qué la prefieren? –gritaba a lo lejos. Ni siquiera me giré a mirarla
-¿Que es lo que pasa? hasta acá se escuchan los gritos de Rachel -pregunto Owen casi en susurro, después de haber estacionado bien la camioneta.
-Entretenla, no dejes que vaya al privado, es una orden Owen –demandé sin llegar a detenerme, no podía perder ni un solo minuto.
Le había prometido estar alerta, estar al pendiente de ella y sin embargo no lo había cumplido, estaba volviéndole a fallar. Si le pasaba algo yo…
¡Maldita sea! Rápidamente corrí hasta llegar al bar, atravesándolo en apenas unos segundos. Mi pulso se aceleró cuando vi a David llevando su mano hasta el pomo de la puerta.
-David, no puedes entrar –dije, ya casi sin voz.
-¿Y porque no? -pregunto, girándose hasta quedar frente a mí.
-Porque el jefe ha dicho que no le molesten, tú sabes, esta con la chica irlandesa.
-Eso no me lo ha dicho a mí.
-Pero me lo ha dicho a mí- contrarrestare.
-Son las diez de la mañana… Eso no es común en él. Además, hay algo muy importante que tengo que decirle y no contesta su celular, lo cual es aún más extraño.
Pero para cuando intente debatirle ya era tarde, David giro la manivela.
No dude en hacerlo, mientras aquella puerta se abría, mi arma ya estaba empuñando su espalda. Fuera lo que fuera lo que se encontrara tras ella, la sangre de Isabella no sería la que mancharía el suelo.
7 Sonrisas:
OH POR DIOS!!!!!! como nos dejas asi mi Karlita???? :-S:-S:-S:-S:-S:-S:-S que pasara con Bella, David, Edward, el jefe....??????????
Te quiero felicitar en serio!! escribes muy muy bien, haces que me meta de lleno en el papel, ademas de que estas escribiendo algo realmente fuerte como el tema del trafico de mujeres, que horrible, pobrecita Bella todo lo que ha tenido que pasar y pobre Edwrad que tiene que estar atado de manos, ser un cómplice mas (sin querer) en un mundo tan cruel :-[
A esperar el próximo cap me has dejado con ansias (se te están pegando las mañas de Almu :-}) espero que la cosa salga bien y aunque me imagino que no obtendran tan rapido la información que necesitan ps al menos que no pase nada con Edward y la pobre isabella!
oh karlis k final ehhhhhhh ehhhhh ahahaah como nos dejas vez... intensooo.. cada vez mejor.. con ayuda de almu uds son ya unas expertas ehh. jajaja k barbaras...
me gusta la historiaa dificil pero muy buena... la verdad echa lioooo es k de verdad es un caos esto hasta k no se destape bien jejej
nos dejas en suspenso...espero a nuestra belli no la este pasando peor de lo k ya la pasa ouchhh
El agente Cullen, me encanta XD
O____O!! q como porqueeeeeee T_____T
bueno q mas me qda a esperar!!! T^T Gracias me encantop *O*
gracias, gracias, gracias *O* esperando con ansias el prox cap a mi también me encanta el agente Cullen *__*
Ya casi termino el capi, Miju Chan , se lo envio a Almu y ella le da el retoque final!!!!
Me voy a hacer eco del resto, COMO OSAS DEJARNOS ASI, no puedo creer la tensión que nos estas haciendo vivir!
Los dos puntos de vista de esta historia, son tan diferentes e igualmente desgarradores, por un lado Bella, que sufre una de las peores pesadillas de cualquier mujer, la violación repetitiva, la privación de la libertad y ese miedo constante a no ver la luz del próximo día. Y por el otro Edward, testigo voluntario del constante abuso de poder imposibilitado de hacer nada por detenerlo de forma inmediata, sin lugar a dudas que todo lo vivido va a dejar una marca indeleble en la mente y en la vida de cada uno.
Si en los capítulos narrados por Bella sufro por lo que ella se ve obligada a atravesar, en los que cuenta Edward sufro por lo que obligado a presenciar y por la impotencia que siente, lo veo tan en el borde constantemente, tan a punto de estallar y querer terminar con todo aunque su propia vida se vaya en el intento.
Me tienes con el alma en vilo por lo que puede estar pasando en ese cuarto, por lo que pueda encontrar cuando la puerta se abra... Y estoy jodidisimamente intrigada por saber quien carajos es el soplón, pero bueno ya que me puse al día contigo solo me resta esperar.
Besos cariño, nos leemos pronto.
Y tú, ¿nos regalas una sonrisa?