Siento el retraso, y el mareo de estos días, pero cuando algo no me termina de convencer… por más que lo relea no cambia, bueno si, cambia en que lo borro todo y lo reescribo otra vez, así soy yo :S.
Bueno, como ya va siendo hora de cenar para algunas, de comer para otras, y de merendar para el resto, aquí os dejo el capítulo.
Disculparme esta semana si no os contesto a todas una a una, pero aquí ya es bastante tarde, y servidora esta en hora de dormir y aún le quedan cosillas que hacer por aquí. Pero que sepáis que os leído a todas, lo hice en su momento, lo volví a hacer una vez estuve libre de los exámenes, y ayer nuevamente. ¿Que os puedo decir?, me encanta leeros y ver como vais captando cada uno de los detalles, como vais notando la diferencia en cada uno de los capítulos.
Lo dicho, para el próximo os contesto sin falta ;-). Y ahora, a disfrutar del capítulo, o al menos, eso espero.
Capítulo 26 — El folla amigos
“Cuatro noches antes de la boda”
Jamás había besado así.
Jamás había sentido la pasión que hoy en la tarde sentí.
Jamás me había sentido tan...
Viva.
Ahora, sentada sobre mi cama, y tras una larga ducha, podía reflexionar con calma lo ocurrido hacía escasamente un par de horas. Todo podía reducirse a una simple frase. Hoy, había tenido el mejor sexo de toda mi vida. El mejor con diferencia.
Nunca en la vida me había dejado llevar de esa manera. En la vida había sentido la fricción como hoy la había sentido. Jamás había imaginado que fuera posible que mi cuerpo pudiera encenderse de la forma en la que lo hizo, hasta el punto de arrastrarme a hacer actos, que jamás creí ser capaz de hacer.
Me deje llevar, me deje llevar como nunca antes lo había hecho, como nunca antes creí que fuera capaz. Y lo mejor de todo, es que hoy, no había rastro de arrepentimiento por ninguna parte de mi ser.
En la vida me había dejado llevar con nada, al contrario, siempre intente hacer todo aquello que se esperaba de mí. Y cuando empecé a tomar las riendas de mi propia vida, cuando tome la decisión de dejar aquella carrera que tan poco me gustaba para estudiar una que si me llenara de verdad, la decepción ocasionada en Charlie me hundió.
¿Y que hice yo cuando eso sucedió? Prometerme al único hombre que había conocido en mi vida, al amor de mi juventud, a ese con el que todos esperaban que me casara. Y lo habría hecho, de no haber sido plantada de la forma más ruin que existe, ahora mismo estaría casada, quizás con algún que otro niño merodeando mis días y por supuesto, no estaría aquí, como ahora estaba, pensando justamente en lo que estaba pensando.
Que me habría casado era un hecho, pero la pregunta que ahora mismo no dejaba de dar vueltas en mi cabeza era… ¿Me habría casado porque era lo que sentía, o lo habría hecho por imposición? Por esa maldita imposición de hacer aquello que todos esperaban de mi.
Puede que jamás nunca lo sepa, o puede que si, no lo se… De lo único que soy consciente ahora mismo, es de la profunda libertad que siento. Una libertad que no sentí al marcharme de Seattle.
Me marche porque sentía que ya no tenía lugar aquí. Porque sentía la profunda decepción en cada una de las miradas de mis padres. Porque necesitaba poner tierra de por medio y olvidar, porque creía que así, tomaría las riendas de mi vida. Pero solo me engañe a mi misma, como tantas y tantas otras veces.
Decidí irme a Boston porque sabía que era la ciudad preferida por Charlie. Pensé en retomar mis estudios, pero en lugar de ello, acepte la oportunidad que Jacob me dio de trabajar junto a él, sin ni siquiera plantearme si eso era lo que quería. Lo acepte creyendo que así ilusionaría a Renee. Ya que no había conseguido contentar a uno, al menos si podría hacerlo con el otro.
Y de nuevo volví a verme envuelta en una vida vacía, al menos para mí. Me acomode con lo que tenía y no intente luchar por lo que quería. Me limite a intentar ser aquello que esperaban de mí, aquello que no pude conseguir en Seattle. Pero nada en mi vida cambio, lo único que lo hizo fue la cuidad.
Tres malditos años hacía ya desde aquello y nada había cambiado desde entonces. No me había casado cierto, pero… seguí empeñada en recordar a Jasper día tras día. Incluso en las caricias solitarias que me regalaba durante la ducha. Lo comparaba en la mirada de cualquiera que se me acercara, y lo utilizaba como excusa ante cualquier pensamiento de dejarme llevar.
¿Y todo porque?... Porque se suponía que aún lo amaba, pero… ¿se puede amar durante tanto tiempo el recuerdo de una persona? ¿El de una persona con la que nunca te has sentido libre?...
Si algún psicólogo pudiera escuchar mis pensamientos ahora mismo, pensaría que soy bipolar. Pensaría que es imposible levantarse con un pensamiento y acostarse con otro. Pero a ese psicólogo, yo le diría, que jamás me había sentido como hoy, y que gracias a ello, todos mis pensamientos, todos esos que vagaban escondidos por mi mente, hoy habían empezado a fluir con libertad, con una libertad de la que jamás me creí capaz.
Nada de lo hecho antes me había echo sentirme así… Nada, nada en mis veintisiete años. Y hoy, sin proponérmelo, lo consigo. Veintisiete años de vida llena de oportunidades, de ocasiones para conseguirlo, llega un desconocido y “bum”.
Ni siquiera para eso soy como las personas normales. Aunque siendo sincera, Edward para mi ya no era un desconocido, mis ojos ya no le miraban como el gigoló que tenía que aparentar ser mi novio ante todos.
Su forma de hablarme, la seguridad que me transmitía con cada una de sus palabras, la manera en la que conseguía que me abriera con el transcurso de los días, la cada vez más comodidad con la que lo hacía.
No, definitivamente, Edward ya no era un desconocido para mí.
Ángela me dijo una vez, que amigo no es aquel que más años conoces, sino aquel, que sabe escuchar, aquel que sabe aconsejar, aquel que no te juzga, aquel que sabe decir la verdad por mucho que esta duela. Decir que Edward era mi amigo sería decir mucho, pero tenía todas las características que en su día me enumero mi amiga.
Y luego estaba el sexo… sin duda alguna el mejor sexo que había tenido en toda mi vida. Tampoco es que fuera una gran experta en la materia pero… Dios… era alucinante, cada nuevo encuentro mejor que el anterior, cada caricia más vivida a la última, cada nuevo roce más intenso al precedido. Y los orgasmos… no habían sinónimos suficientes para describirlos, sencillamente no existían. Lo único claro que si sabía, era que mi cuerpo ardía con cada recuerdo, de igual forma que lo hacía con cada nuevo encuentro.
Por tanto, siguiendo la teoría de Ángela, Edward había pasado en cuestión de días de ser un desconocido a ser un folla amigo, un folla amigo que me estaba llevando a hacerme preguntas que jamás creí capaz de hacerme. Una en concreto era la que ahora no dejaba de darme vueltas…
¿Era feliz con la vida que tenía?... ¿Esta era la vida que quería para mí? Con la que soñé. Si la respuesta era tan obvia ¿por qué jamás había hecho nada por cambiarla? ¿Qué estaba esperando para hacerlo?
Un fuerte estremecimiento en el vacío de mi estómago, me indico que éste no era el mejor momento para pensar en contestar todas aquellas preguntas. Necesitaba pensar detenidamente en ellas, buscar aquel valor del que carecía para ser capaz de responderlas. Y aunque ahora mismo, mi cabeza no era más que un mar de dudas, algo me decía que estaba cerca de saberlo, que estaba en el camino correcto para llegar hasta esas respuestas.
—Llevaba arena donde no estar permitido llevar arena —un ligero escalofrió recorrió mi espalda al sentir la voz de Edward tras ésta, mientras preparaba el revuelto de carne para la pasta que ya se estaba hirviendo.
No había tardado demasiado en bajar hasta la cocina para preparar algo de cenar, tras mi charla interna conmigo misma. Estaba muerta de hambre, y algo me decía, que Edward probablemente también. Así que una vez en ella, aproveche que Edward todavía no había terminado de ducharse para tomar la iniciativa y preparar aquella receta de Carmen, que días atrás tanto le gusto.
—Eso huele genial, ¿qué es? —pregunto Edward posicionándose a mi izquierda. Antes de girarme para encararlo, su fragancia me embargo por completo.
—Pasta con salsa boloñesa, al más puro estilo de Carmen —respondí sonriendo. Edward no tardo en corresponderme con su característica sonrisa.
—¿Quieres que te ayude?
—Tranquilo, esto ya esta controlado —respondí tras su pregunta, desviando la mirada de nuevo al contenido de la sartén.
Tratándose de mí, y habiendo fuego de por medio, lo mejor era evadir cualquier tipo de desconcentración.
—Entonces serviré algo de vino.
Sentí como el magnetismo que desprendía el cuerpo de Edward, se alejaba de mí tras sus palabras, pero no por ello la ligera tensión que continuaba habitando en mi cuerpo, esa tensión que solo apreciaba cuando lo sentía cerca de mí.
No pude evitar levantar la vista de la sartén, para centrarla en el cuerpo de Edward, el cual podía ver reflejado en la bancada de aluminio que tenía frente a mí. Aún de lejos, y con ese ligero reflejo, pude apreciar como los músculos de su espalda se tensaban mientras abría el armario de los vinos. Esos músculos que hacia escasas horas había vuelto a recorrer con las yemas de mis dedos.
Mi cara se ruborizo al instante con aquel recuerdo, el cual vino acompañado de otros que al instante consiguieron volver a estremecer todo mi cuerpo.
Exhale el aire que había contenido en mis pulmones cuando sentí sus pasos acercarse nuevamente hasta mí, a la vez que su fragancia volvió a inundar mis fosas nasales. Y no pude evitar girar la cabeza para mirarlo, cuando se volvió a posicionar a mi izquierda.
“Que se vuelque la botella de vino sobre él”, pensé mientras Edward luchaba con el cierre de ésta, y no porque quisiera verlo en la misma situación en la que estuve yo el día anterior, ni porque sintiera la urgente necesidad de dejarle mi ropa como él hizo conmigo. Mi necesidad más bien se simplificaba en desear verlo nuevamente sin ropa, con el torso completamente empapado mientras yo…
Señor, ya no tengo cerebro, este ha sido sustituido por la palabra sexo.
Mis hormonas estaban totalmente desatadas, pero como no estarlo ante el semejante producto exterior bruto que tenía a escaso un metro de mí. Producto que ahora me miraba con aquella sonrisa arrolladora mientras descorchaba el tapón sin ninguna dificultad.
—Esto se me da mucho mejor que a ti —dijo irónico, mientras mi mirada de embobada seguía centrada en él.
—Ja, ja, muy gracioso —respondí. De no haberme mirado como lo hizo, yo habría abierto la botella mucho mejor que él— Gracias —susurre cuando me paso una copa.
—Esto parece un deja vu.
—¿El que? —pregunte curiosa por saber la respuesta a sus propias palabras.
—Esto —vocalizo señalando con el dedo nuestros cuerpos— Tu, yo… una cocina. Esta es la tercera noche consecutiva así.
—¿Y te desagrada? —pregunte temerosa.
¿Me desagradaba a mí?
—No, para nada —sonrió tras su afirmación— Pero es curioso, creo que nunca he pasado tanto tiempo en la cocina con una misma persona.
—¿Nunca has tenido novia? —pregunte impulsivamente. Ni siquiera le había dado tiempo a mi cabeza de formular la pregunta, pero esa maldita necesidad, cada vez mayor, de querer saber algo de él, pudo más.
Como hubiera hecho horas antes, Edward se limito a sonreír mientras llevaba el extremo de la copa hasta sus labios.
—Eso tiene una pinta deliciosa. Ya no le falta mucho ¿verdad? —habló tras vaciar la mitad del contenido de su vaso.
Era un hecho, las preguntas no iban demasiado con la personalidad de Edward, y si quería saber algo más de él, debía probar otras tácticas.
—No, esto esta casi hecho. ¿Quieres probar si esta bien de sal? —respondí en su línea de hacer como si no hubiera preguntado nada.
Edward asintió tras mi pregunta y sin dudarlo, impregne parte de la cuchara de madera con la salsa, y tras soplarla ligeramente para enfriarla, la acerque hasta la boca de Edward, la cual ya estaba entreabierta.
Sin dejar de mirarme un instante, Edward succiono la salsa con ayuda de sus apetecibles labios, mientras un inmenso calor comenzó a instalarse en mi sexo. La saliva se agolpo en mi garganta cuando su lengua relamió delicadamente la cuchara, para después hacer lo mismo con sus labios. Y por un instante, desee que mi lengua fuera quien rozara la comisura de estos.
—Excelente. Pruébala tú ahora.
No me dio tiempo a reaccionar con las palabras de Edward. En un rápido gesto, se hizo con la cuchara que hasta el momento seguía aferrando entre mis dedos, e imitando los pasos que había hecho yo anteriormente, la introdujo delicadamente en mi boca, a la vez que su mano libre se posicionaba bajo mi barbilla sosteniéndola.
Si la salsa estaba o no en su punto, era algo inapreciable en este momento. Lo único apreciable ahora, eran sus ojos puestos fijamente en mí, estudiando con detenimiento como yo ahora saboreaba la cuchara con deleite, con el mismo deleite con el que sus ojos verdes me miraban, mientras sentía como mi ropa interior se humedecía completamente.
Cuando Edward apartó la cuchara de mi boca, mis ojos se cerraron instantáneamente a la vez que aprese mi labio inferior entre mis dientes. Jamás imagine que probar comida fuera tan excitante. Me sentía acalorada, sofocada, necesitada nuevamente de él, y el hecho de que su mirada siguiera penetrándome, no calmaba mi impaciencia.
—Tienes un poco de salsa… aquí —susurro llevando el pulgar de su mano hasta la comisura de mis labios, deteniéndose lentamente allí.
Cuando su dedo comenzó a perfilar mi labio inferior, mis ojos volvieron a cerrarse por impulso a la vez que mi boca se entreabrió. Extasiada por las sensaciones que su ligera caricia estaba provocando en mi cuerpo, mi lengua tomo vida propia, acariciando así la yema de su dedo, el cual no tardo en introducir en mi boca, dándole así mayor acceso a mi lengua para acariciarlo.
Los suaves jadeos que emanaron de su boca, animaron a la mía a continuar con aquel exquisito roce. Abrí mis ojos para encontrarme con los suyos completamente dilatados por la misma lujuria que estaba comenzando a envolverme por completo, una lujuria que yo misma estaba provocando, con cada uno de los lengüetazos con los que paladeaba su pulgar.
Y de pronto, el sabor de su piel fue sustituido por el de su boca, la cual arremetió sin compasión contra la mía, en un beso que no tarde mucho tiempo en devolver.
Su lengua seguía arremetiendo en mi boca sin compasión cuando sentí sus manos elevar mis caderas hasta las suyas, alzando así mis pies también del suelo.
No pregunte hacía donde nos dirigíamos cuando sentí como mi cuerpo se movía en el aire guiado por el suyo. Tampoco pregunte cuando sentí mi trasero sobre una solida superficie, ni cuando sus manos comenzaron a perderse por debajo de mi camiseta holgada, buscando el roce de sus dedos en mi piel. Estaba más entretenida en saborear el sabor de su boca, en saborear el exquisito roce de sus labios en los míos, el de su lengua, perfilando todo mi labio inferior mientras mis manos tiraban de los enredados mechones de su pelo, para acercarlo aún más a mí.
Abrí mis ojos nuevamente cuando su boca se alejo varios centímetros de la mía. Sus ojos me miraban fijamente mientras se deshacía con rapidez de mi prenda superior.
Podía notar su agitada respiración mientras lo imitaba desprendiéndolo de la prenda que no me dejaba ver su magnifico torso, torso que una vez desnudo, acaricie lentamente con los dedos de una de mis manos, mientras la otra tiraba su camiseta al suelo ante su atenta mirada esmeralda.
Su plano vientre, se contrajo bajo la sutil caricia de las yemas de mis dedos, las cuales rozaron con deleite cada una de las abdominales que formaban su estómago. Sentía la fuerza de su mirada penetrándome, mientras mis dedos avanzaban por su caja torácica, extasiándome con la suavidad de su piel. Edward jadeo débilmente cuando mis manos llegaron a la altura de su pecho. Podía sentir los movimientos agitados de sus músculos bajo las palmas de mis manos, como estos se tensaban ligeramente al acariciar sus endurecidos pezones oscuros, los cuales contrastaban de forma exquisita sobre su nívea piel.
No pude evitar enterrar mi labio inferior entre mis dientes, mientras seguía acariciando su amplio pecho. Mi cuerpo ardía en llamas por sentir el contacto de su piel sobre la mía, por sentir el roce de sus pezones en mi piel, por sentir nuevamente el peso de su cuerpo sobre el mío. Pero aún así, estando por igual tan excitada como ansiosa, una gran parte de mi estaba disfrutando de este momento, viendo como su cuerpo de estremecía con mis caricias, sabedora de ser yo la culpable de los espasmos de sus músculos, la causante de sus leves jadeos, la responsable de su agitada respiración. Respiración que, con el roce de mis dedos, iba en aumento, y eso, lejos de frenarme me animaba a continuar acariciándolo, a continuar explorando aquellas sensaciones que sentía, aquellas que no quería responder con mis preguntas pero, que si estaba respondiendo con cada una de mis caricias.
—La cena va a quemarse —susurro cuando mis dedos llegaron hasta los músculos de su cuello.
Sonreí para mí cuando vi como sus ojos se cerraban en un intento de ahogar los gemidos que sentía formándose en su garganta. Y sin pensarlo dos veces, mis manos volvieron a aferrarse con fuerza sobre su cuello, haciendo fuerza para atraer su cuerpo más cerca de mí, lo suficiente para ser mi boca la que sellara sus jadeos.
—La cena puede esperar —musite cuando sentí su aliento mezclándose nuevamente con el mío.
Ella podía esperar, pero yo ya no podía.
Nuestras bocas volvieron a chocarse en un beso hambriento que a punto estuvo de cortarme la respiración. Sentí como sus manos, inertes durante mis caricias, se activaban con fuerza y acariciaban mi cuerpo, estremeciéndome completamente, desde mis hombros, parándose en mis senos aún cubiertos por la tela negra de mi sujetador, así hasta deslizarse por mi vientre hasta llegar al cierre de mis shorts.
Mis manos seguían aferradas a sus hombros, cuando sentí como abría el botón de mis pantalones para colar sus manos a través de ellos. Sus dedos se enredaron entre mis bragas ya totalmente empapadas, tirando así de ambas prendas.
Un fuerte jadeo rasgo mi garganta, rompiendo así el beso, al notar como mi piel se erizaba por mí ya, casi completa desnudez. Animada por su iniciativa, y completamente extasiada por la demandante necesidad de sentirlo de nuevo dentro de mí, deslice mis manos por los músculos de sus fornidos brazos hasta llegar al borde de sus vaqueros, rozando la tela de estos casi al compás que su piel.
Sus labios volvieron a chocarse con los míos mientras mis manos luchaban por liberar su sexo del cierre de sus pantalones. Edward a su vez, comenzó a ascender sus manos por mis piernas, deteniéndose ligeramente en mis rodillas, las cuales masajeo con las palmas de sus manos, para después continuar subiendo desde estas hasta la cara interna de mis muslos.
Una punzada de dolor asolo mi bajo vientre cuando sus dedos comenzaron a perfilar mis ingles. Mis dedos, los cuales apenas acababan de desabrochar el molesto cierre de sus pantalones, temblaban por mi excitación mientras intentaba liberarlo de aquella incómoda prenda.
Gemí fuertemente al sentir como uno de sus dedos arremetía con fuerza en mi más que húmedo sexo. Edward no tardo en bombardearme con otro de sus dedos ante mi respuesta del primero. Estaba completamente mojada, sentía como sus dedos se deslizaban fácilmente por mi empapada entrada, la cual comenzó a retorcerse de puro placer, al sentir como estos dibujaban formas circulares en cada una de sus arremetidas, acompañados de la exquisita fricción que su pulgar estaba ejerciendo sobre mi protuberancia, la cual notaba contraerse con cada una de sus caricias.
—Saca el preservativo que hay en mi bolsillo trasero —jadeo Edward en mi boca con voz ronca, mientras mis manos luchaban por bajar sus pantalones.
Mi cerebro tardó varios segundos en darle la orden a mis manos, éste estaba completamente extasiado con la magia que los dedos de Edward ejercían sobre mi cuerpo, pero finalmente, la ansiedad por sentirlo dentro de mí, el vacio que sus dedos no conseguían llenar en mi interior, ese que gritaba fuertemente reclamando ser llenado, pudo más que mi mente.
—Pónmelo tu —demando Edward en un ronco susurro, cuando sintió como mis dedos se introducían temblorosos por la tela de sus jeans, haciéndome así finalmente con el papel metalizado— Quiero sentir tus manos rodeándome… Pónmelo —pidió nuevamente.
Sentí mi sexo contraerse ante sus demandas, las cuales, lejos de intimidarme, consiguieron excitarme hasta el punto de que mi necesidad por él, fuera equiparable a la necesidad de respirar, una necesidad que jamás antes había sentido, una necesidad que a cada minuto que pasaba junto a él, era mayor.
Cuando su endurecido miembro se irguió ante mí, una nueva oleada de calor abraso todo mi interior. Cautivada ante la mera presencia de su músculo, los dedos de una de mis manos comenzaron a recorrerlo lentamente, consiguiendo con ello que pequeñas gotas perladas se derramaran por su glande, gotas que no dude en limpiar, cuando mi dedo índice acaricio lentamente la zona, sintiendo como esta palpitaba bajo mi ligera caricia.
Eclipsada por la respuesta de su cuerpo, coloque el látex en el extremo de su miembro, deslizándolo así por toda su longitud. Levante la vista en busca de la mirada de Edward, cuando éste jadeo. Si sus dedos seguían o no bombardeando mi interior, yo ya no era consciente de ello, el verde penetrante de sus ojos, unos ojos dilatados por la misma lujuria que recorría mi cuerpo, estaban ejerciendo ahora toda mi atención.
No fui consciente de que mi mano seguía recorriendo su falo, hasta que volví a centrar mi vista en el. Jamás antes había dedicado tantos minutos de mi tiempo observando uno, y hoy, por alguna extraña razón, por aquella extraña sensación que llevaba horas recorriéndome, sentía la necesidad de hacerlo.
Mi lengua perfilo mis labios en un roce espontaneo. Si antes había bautizado a Edward como producto exterior bruto, su miembro bien podía ganarse el calificativo de producto interior bruto. Belleza, pura y simple belleza era el sinónimo que llenaba ahora mismo mi mente ante aquella visión, aquella visión que estaba elevando mi nivel de excitación a limites imposibles, a límites inexistentes.
De pronto sentí la necesidad de saborearlo, la necesidad de sentirlo, la de rozarlo con mi lengua hasta disfrutar del calor que éste emanaba. Era de locos pensar de esta manera, y más cuando jamás había pensado en algo parecido. Pero esa necesidad, esa de querer saber más de él, de querer conocer sus gustos, sus puntos débiles, todo lo que lo hiciera estremecer, estaba poseyéndome hasta el punto de hacerme olvidar cualquier imposición, cualquier tapujo demandante en mi forma de pensar.
Pero esa necesidad me hacía estar divida. Por un lado estaban mis ganas de saber, de conocer… de sentir, pero no podía pasar por alto la intimidad de esa caricia, la vestimenta personal en la que ésta estaba revestida, algo que se presentaba en mi mente en forma de barrera, una barrera que me hacia dudar entre lo que quería y podía.
—Bella… —la voz de Edward sonó suave y demandante a la vez.— No tienes que hacer nada que no quieras.
Mis ojos volvieron a chocarse con los suyos ante sus palabras. Estaba segura que él podía ver la duda reflejada en estos, la duda que no me permitía actuar aunque mi interior así lo quisiera.
Perdida ante el brillo de sus ojos, no fui consciente de cómo su boca volvió a encontrarse con la mía, ni de cómo sus manos envolvieron mis caderas volviendo a levantar mi cuerpo en el aire.
—Quiero sentirte sobre mí —susurro Edward en mi boca, mientras su cuerpo se sentaba sobre una de las sillas que aguardaban en la cocina.
Mis ingles se ciñeron a su pelvis, una vez quede posicionada sobre él. Mis caderas se movieron en busca del roce de su miembro contra mi humedad, humedad que estaba más que dispuesta y preparada, y Edward lo sabía, por eso no dudo un instante en guiar su erección hacía mi entrada, la cual le recibió hambrienta, haciendo que mi cuello se arqueara hacía atrás y mis ojos se cerraran con fuerza mientras un fuerte gemido rasgaba mi garganta.
Permanecí quieta unos instantes, los precisos para que mis paredes se amoldaran al torno del grosor de su miembro, tras estos, mis caderas comenzaron a moverse a un ritmo lento y constante sobre él. Arriba y abajo, deslizándose lentamente, sintiendo la exquisita fricción, el sofocante calor contenido en cada una de mis arremetidas contra él.
Las manos de Edward, puestas hasta el momento en mis caderas, ascendieron por mi espalda hasta el cierre de mi sujetador. Lo sentí maldecir entre jadeos cuando éste pareció resistirle. Yo cerré los ojos a la espera de que consiguiera su propósito, dejándome arrastrar por cada una de las oleadas que bombardeaban mi interior.
Una excitante corriente recorrió mi espalda, cuando sentí el suave aliento de Edward contra mis sensibles y endurecidos pezones. Sus dientes no tuvieron compasión de mordisquear uno de ellos, mientras los dedos de una de sus manos estiraban el otro, elevando así el sonido de mis jadeos, aumentando con el ello el movimiento de mis caderas sobre él.
Sentía la pelvis de Edward ejerciendo presión, cada vez que mis ingles volvían a chocar contra esta, presión que estaba consiguiendo que la espiral de sensaciones arremolinada ya en mi estómago, comenzara a girar cual noria descarrilada.
—¡Edward! —jadee de forma abrupta, cuando las manos de Edward descendieron hasta mis caderas, aferrándose fuertemente en ellas, aumentando con ello el ritmo constante al que estaba sometiéndolas.
La tensión comenzó a formase en mi interior. Sentía el orgasmo cada vez más cerca, recorriendo
cada una de mis venas haciéndome imposible el poder contenerlo.
Cada nueva arremetida, era una punzada de placer directa a mi útero. Con cada penetración, mis paredes se contraían cerrándose con fuerza en torno a su miembro. Y mis gemidos, hacía mucho que habían dado paso a gritos de placer entrecortados, los cuales apenas me permitían jadear en busca de aire.
Una. Dos. Tres. Mi cuerpo exploto arrasando con todo el calor contenido en mi interior. Haciendo que mi cuerpo cayera inerte sobre el suyo, sintiendo como mi centro de derramaba sobre su miembro, el cual rozo fuertemente varias veces mis paredes. Poco después, su pene palpito en mi interior.
Apoyada aún sobre su hombro, abrí los ojos encontrándome así con la imagen más hermosa que jamás había visto. Edward me miro sonriente. El sudor bañaba su frente haciendo que su rostro brillara bajo los focos de luz de la sala.
—¿Te gusta la comida muy hecha? —susurre aumentando con ello su perfecta sonrisa.
Edward asintió a la par que una de sus manos subió hasta mi rostro, acariciando así una de mis mejillas con su pulgar. Yo me limite a cerrar los ojos, mientras su fragancia, mezclada con el olor de su perfume, me envolvían.
Que significaba ahora mismo Edward para mí, todavía era un misterio, al igual que las nuevas preguntas que se agolpaban en mi mente. Pero si algo tenía claro ahora mismo, era que no iba a ponerle ningún nombre a lo que sentía. Los días que me quedaran iba a limitarme a seguir los mismos pasos de hoy, sin importarme si Edward se estaba convirtiendo en mi amigo, en mi folla amigo, o si seguía siendo aquel gigoló al que contrate.
6 Sonrisas:
Almuuuu geniaaaaa!!!!!Que buen capitulo te mandaste!!!!!Bella se decidio a darse todos los gustos y parece que Edward va a consentirla!!!Estos dos estan metiendose en aguas pantanosas desde hace rato,pero ya la llevan al cuello y sin
darse cuenta!!!Me gusto muchisimo que ella haya comenzado a replantearse su vida y las decisiones que ha tomado,creo que llego su momento!!!!Gracias Almu por tu dedicacion hacia estas desesperadas lectoras!!!Saludos a todas desde Argentina.Marchu
OMG --------------------- MUERTA AGAIN .... no puede ser.. pufff. pufff y recontra pufff... simplemente fueee deliciosoo... queeee cosa mi queriaa almuu bien que tardaste valio la pena jajaj estoy aun sorprendida jajaaj wow....
empezemos... me gusto muxo igual que bella se haya replanteado su vida de como era antes y como es ahora.. todo lo que ha pasado y ha logrado hacer.. sentirse libre... ya va quedando atras jasper y todo lo que fue.... me encanta que ahora este disfrutando el momento y que no se preocupe de profundizar que era edward para ella.. se que llegara el momento.. pero por lo pronto vivir la vida star con el ser libre.....
estoy enamorada de este fic y de esta pareja siempre es espectacular leer...
adoro el finalllllll lo amooo el acariciandole la cara dios miooooooo que ternura y la sonrisa jajaj muerta total
graciassssssssssssssssssssssssssssssssssssssss!
antes que nada darte las gracias....que son esas horas de publicar el cap??? son las 2 de la madrugada mujer!!! y con eso dices todo!!!! gracias de nuevo!!!
siguen , siguen ... no paran!!! es mas fuerte que ellos!! no importa que la casa se queme jejej digo por la comida en la estufa!!! lo que si importa es que hasta el dia de hoy Bella se siente libreeee y esta aprendiendo a vivir siendo ella misma , sin las ataduras de nadie.... y sin cuestionarse tanto por el hombre que tiene a su ladoooo ...sin importarle si es su amigo o su follaamigo otra nueva palabra jeje para el diccionario.... el caso es que Edward es todo un misterioooooooo ... y lo haces mas interesante Barbaraaaa me gustaaaaaaa....
y como dice Maria , esas caricias del final no se habían dado hasta hoy!!!! me encantaaa
ahora si puse antecion con lo del globito jejjej super prevenidos!!!!
quiero mas!!!!!! besitos Almu!!!!!!
Almuuuuu que barbaridad!!! Como a todas creo que lo que mas me gusto fue la caricia del final, son como esos detalles que se van permitiendo tener, cosas imperceptibles pero que cuentan muchooo! Estoy mas que emocionada por saber que pasara y no se me olvida que hay un asunto ahí con Alice y Jasper!! ya nos enteraremos!!
Muchas gracias por tomarte el tiempo de seguir escribiendo para nosotras.
Cielossss, no creo que esto sea un material apropiado para leer a las 10 de la mañana!!!!.
Almu, cariño me dejaste con la boca abierta, este capi le sube la temperatura a cualquiera, pero mas alla de eso, por fin Bella esta dejando atras las ataduras que mantenia con el pasado y se esta haciendo planteos que de verdad valen la pena y que la pueden llevar a entrar a la persona valerosa que lleva dentro. Edward esta jugando un papel desisivo en toda esta revolucion personal de Bella, aunque ella aun no desifre bien porque, y me parece que el propio Edward esta comenzando a sentir los lazos que lo estan atando lentamente a Bella, a pesar de que no suelte prenda de su vida y no la deje entrar en su pasado la esta haciendo participe de su presente. Ya hace tiempo que dejo de tratarla como se supone que trataria a las clientas y esta de alguana manera mostrando el cambio, ya que sus encuentros son cada vez mas intimos y menos carnales, pero no por eso menos intensos claro esta.
Ya sabes que me muero por el proximo, hasta entonces.
Besos
AY como extrañaba leer!!!!!!!! Almu esta Genial como siempre, cada día te superas a ti misma!!
Me encanta que Bella se sienta tan libre y por fin este haciendo algo que verdaderamente desea sin pensar, solo dejandose llevar, y de que manera eh..? estan insaciables de ambos jaja Ed si dejarse abrir con palabras, es mas de actos este chico!!! queremos mas!! Gracias!
Y tú, ¿nos regalas una sonrisa?