Tres días peleándome con blogger, con los inhumanos horarios de la universidad, con un come come metal que deriva de las muchas asignaturas de la misma, y con un catarrazo que parece haberme tomado mucho cariño, corrijo, con una infección, pues desde ayer intento paliarlo con penicilina :s… que le vamos a hacer. La parte positiva es que hoy hay huelga de estudiantes, así que he llegado antes, y mañana la hay de profesores jeje (si lo se, suena… raro, pero es así), así que hasta el lunes ya no vuelvo a tener clase. Algo bueno tendría que haber ¿no?, que aquí el día 9 es festivo, pero como este año cae domingo :S…
Pues nada, aquí os dejo la segunda parte de esta mini historia, a la cual le he hecho unos pequeños retoques, de ahí también la tardanza.
Gracias Karla, Airam y Erin, me gustaría contestaros mejor, pero aprovechando este par de horitas que tengo, voy a intentar ponerme al día un poco con el blog, os contesto después por aquí ;).
Como el primer beso - #2. Nunca te he olvidado...
El reloj de aquel viejo café marcaba las ocho de la tarde. Sobre la mesa, varias eran las tazas ya vacías haciendo cola a la espera de que alguien se las llevara. Pero ninguna camarera era capaz de acercase hasta aquella mesa sin ser llamada antes. La magia desprendida por aquella pareja se había convertido en una oleada de suspiros durante las últimas cuatro horas. Y aquello, lejos de ser algo incómodo o digno de las mayores envidias, suscitaba las sonrisas de todos, al punto de no dejar a nadie indiferente.
Bella, ajena a las miradas suscitadas a su alrededor, intento resumir de la forma más breve que encontró, lo acontecido en su vida durante los últimos quince años. Como aquel sueño de ser una gran periodista, motivo sus últimos años de instituto, las duras pruebas para acceder a la universidad, los cinco años que paso en esta, hasta incluso reparó en alguna que otra anécdota universitaria, donde el alcohol fue el máximo protagonista.
Resumió lo mejor que pudo los dos años que estuvo de becaría en un periódico local de San Francisco, y como este, cuando ella apunto estaba de marcharse, harta ya de lidiar con aquellos que parecían no reconocer su gran valía, le dio la oportunidad de ocupar el puesto de redactora. Puesto que llevaba defendiendo durante los últimos cinco años. Puesto que le había valido para volver a verlo a él.
Por su parte, Edward escucho ensimismado cada una de las palabras de Bella. Se imagino cada uno de los instantes que ella le narraba y no pudo evitar comparar aquella niña con la mujer que ahora tenía frente a él.
Jamás dudo de su perseverancia, desde el día que la conoció supo que esta la llevarían a convertirse en lo que hoy día era, pero eso solo era una más de las virtudes que a cada minuto descubría en ella. Una chica lista, defensora a ultranza de sus máximos ideales, pero por encima de todo, segura de si misma, seguridad que consiguió fascinarlo por momentos, al punto de odiar los breves segundos en los que sus parpados se cerraban para pestañear.
-Basta de hablar de mí. ¿Qué hay de ti? Recuerdo que alguna vez comentaste que te gustaba la literatura, pero no tenía ni idea de que fuera hasta tal punto.
Edward suspiro ante aquella pregunta. ¿Cómo describir la manera en la que aquellas ideas volaron hasta su mente mientras realizaba su tesis? ¿Cómo explicar la necesidad que sintió de transformar aquellas ideas en palabras? ¿Cómo narrar la sensación que le produjo, leer su imaginación plasmada en el papel?
De la mejor manera que supo, Edward imitó la narrativa utilizada por Bella instantes atrás, con la esperanza de poder transmitirle solo una parte de lo que ella había hecho con él.
En contra de los pensamientos del cobrizo, la castaña no tardo ni dos segundos en dejarse arrastrar por la lectura que su acompañante le estaba ofreciendo.
Y por segunda vez en un mismo día, sintió como su mente se evaporaba del lugar donde se encontraba, perdiéndose por todos los momentos relatados. Momentos que su mente idealizaba como si de una película fueran estos, incluso yendo más allá, sentía haberlos vivido junto a él.
Cuando Edward describió el parque que sirvió de inspiración para su tercer libro, Bella sintió como su cuerpo se sentaba en aquel banco que recordaba haber leído tiempo atrás. Incluso sintió las olas de aquella playa inglesa, golpeando suavemente contra sus hombros. Y que decir del instante en el que se imaginó caminando sobre los adoquines de las calles parisinas, que ahora Edward relataba, mientras la fina lluvia dejaba sus huellas sobre su gabardina, la misma que había utilizado la protagonista de su último libro.
-Siempre has sido un romántico empedernido –susurro la castaña cuando el relato de Edward ceso, haciendo que su mente volviera de nuevo hasta aquella mesa.
-Soy ingles, no puedo evitarlo –bromeo el cobrizo.- Recuerda que para nosotros el cortejo es fundamental.
-¡Lo recuerdo! –bramó la aludida.- Gracias a dios no soy inglesa, de ser así jamás nos hubiéramos besado.
-Lo habríamos hecho –confeso el cobrizo.
-¿Cuándo? –pregunto dubitativa, sin poder ocultar la mofa en su sonrisa.
-¡Esa misma noche! De no haber ido tú en mi busca yo habría ido a tu encuentro. Te adelantaste –mintió deliberadamente. Jamás reconocería tal grado de timidez, algo que Bella sabía por mucho que él se empeñara en negarlo.
-Por favor Edward, aún recuerdo aquella conservación llena de monosílabos.
-Estaba meditando como hacerlo. ¡Era un crió Bella!, ¡mi primer beso además! Ni te imaginas las ideas que azotaron mi cabeza mientras estabas a mi lado.
-Puedes decírmelas –pidió Bella en un susurro, pero Edward jamás revelaría el nerviosismo que su mera presencia le provocaba tiempo atrás.- ¿Ves?, serás todo lo ingles que quieras pero eres un romántico. Tus novelas te delatan, seguro que te ruborizaste mientras escribías los momentos de pasión narrados en tu último libro. Por cierto, eso es algo que me sorprendió gratamente.
-Gracias por echar por tierra todos mis trabajos anteriores. A partir de ahora solo narraré novela erótica –ironizo Edward, mientras terminaba los últimos rastros de su amargo café.
-No por favor, no desperdicies tu talento de esa forma. Sabes a lo que me refiero.
-No, no te entiendo –negó este, mientras mecía sus cabellos con inquietud.
-Tu cuarta novela por ejemplo. La tensión sexual que había entre tus protagonistas era palpable en cada una de las líneas. Seguro que habría gente enfrascada en la lectura a la espera del momento crucial, y cuando este llegó, apenas dedicaste dos párrafos al mismo. A eso me refiero.
-Por favor, dime que tú no eras una de esas personas –susurro Edward entre risas. No veía en Bella a la típica persona que prefiriera el sexo a una historia fundada y bien narrada.
-No, puedes estar tranquilo, huyo de las lecturas rosas como los ratones a los gatos, pero si he de decirte, que tú eres de los pocos escritores que me han hecho querer saber más de los protagonistas, hondar en esos momentos tan profundos. Si tus protagonistas son capaces de amarse de la forma en la que lo hacen, ¿como no lo harán durante ese abrazo tan íntimo? A eso me refiero. Despiertas una curiosidad en mí que no creía tener.
-Me acabas de recordar a mi editora –murmuro.- Dijo algo parecido cuando leyó el último borrador, por ello tuve que añadir varios capítulos extras. Ella no me creía capaz de hacer tal cosa, y debo confesarte que yo tampoco.
-¿Y que te inspiro a hacerlo? –pregunto Bella curiosa.
-Tu misma lo acabas de decir. Si dos personas son capaces de amarse de esa forma, ¿por qué evadir algo tan natural? Si hasta ahora no lo había hecho no era por pudor, quería marcar una diferencia entre todo lo que ya abunda en el mercado. Estaba equivocado, no es que una idea exista sin la otra, ambas conjugaciones existen, pero quizás hasta ahora no me diera cuenta de que ambas podían ser complementarias.
-Una historia no es real hasta que no se parece a la vida misma –susurro la castaña.
-Exacto. Mis historias han pecado siempre de esa falta de realismo, algo tan natural entre dos personas enamoradas. Por cabezonería no lo había hecho hasta ahora más que nada.
La incesante mente de Bella, no podía parar de alabar cada uno de los cambios de su acompañante. Era Edward, lo habría reconocido en cualquier parte del mundo, aquella sonrisa siempre lo delataría, pero era evidente que ya no era aquel niño asustadizo y desgarbado.
Sabía de su cambio físico por las pocas fotos que google le había mostrado de él, pero verlo de cerca le hacía apreciar con mayor exactitud los rasgos masculinos adaptados ahora por su rostro.
Aunque su pelo seguía siendo la maraña cobriza que ella aún recordaba, sobre sus mejillas ahora resaltaban unos pómulos que no recordaba haber visto tiempo atrás. Ni la línea que bajaba por estos hasta su barbilla, dándole así aquella forma fuerte y cuadrada en su mandíbula. Y que decir de aquellos ojos verdes que ahora parecían brillar con mayor intensidad, o de que aquella nariz angular tan perfecta que daba paso a unos labios todavía más perfectos.
Pero si aquellos rasgos tan perfectos no eran suficientes para caer rendida ante él, solo bastaba escuchar la pasión con la que Edward defendía lo que más creía, esquivando estoicamente cada una de las bromas socarronas de una Bella que por momentos se sentía más cautivada.
-Voy a hacerte una pequeña confesión. Llevo cinco años espiándote –susurro Bella, sintiéndose intimidada por primera vez.
No sabía si era el magnetismo que Edward desprendía, la forma en la que este la miraba o el irresistible aroma que su cuerpo desprendía. Fuera lo que fuera, había algo en él que le hacía dejar atrás cualquier tipo de pudor, al borde de querer confesarle las mil y una noches que había soñado con que el día de hoy llegara.
-¿No eres periodista y formas parte de la CIA? ¿Hay algún impuesto que no haya pagado? ¿Te ha contratado el FBI para que vigiles mi estancia aquí? Dime al menos si me has puesto algún micrófono, no me gustaría que se extendiera el rumor de que soy un romántico ingles.
-Un romántico ingles no, pero un tonto ingles puede –contesto risueña, ante el humor del cobrizo- No cabe duda de que tienes imaginación –ambos sonrieron de nuevo.- No, en serio, desde el día que vi tu foto en el periódico, no pude dejar de hacerme preguntas y… -suspiro, no podía creerse lo que apunto estaba de confesar, pero tampoco podía seguir ocultándolo más.- Un día, sin saber muy bien porque, incruste tu nombre en google. Varias son las veces que han acompañado a esa primera.
Mientras siseaba las últimas palabras de su confesión, sintió el rubor acoplándose fuertemente en sus mejillas, rubor que no paso desapercibido ante los ojos de un Edward que, ensimismado ante la magnitud de aquellas palabras, fue incapaz de apartarle la mirada.
-¿Por qué me miras de esa forma? –pregunto ella desconcertada.
-No se como lo haces pero siempre te adelantas a todas mis jugadas –confesó finalmente él.- Desde aquella última noche en el campamento, no hubo un día que no pensara en escribirte, pero como no sabía donde mandarlo, almacene todas mis palabras en un hueco de mi mente. Y con los años, sin saberlo, todas esas palabras fueron cobrando vida en cada uno de mis libros, algo de lo que me di cuenta mientras escribía el último. Pero como seguía sin saber nada de ti, me resigne a que nunca te vería de nuevo y sin quererlo, la parte de mí que te recordaba volvió a cerrarse.
-Hasta que me has visto esta mañana, en un encuentro que, por cierto, debo confesar, ha sido provocado por mi misma –añadió Bella.
-¿Sobornaste a la editorial para que comprara mi libro?
-Añade la torpeza a tu lista de defectos Edward –bromeo algo exasperada. “Hombres”, pensó.- No, ni aún trabajando toda una vida podría hacer eso. Mike, un colega del periódico debía cubrir tu presentación, no ocuparía la primera página del periódico pero si una de las diez primeras.
-Que alivio –suspiro él.
-El caso, llámalo soborno, presión o encanto femenino, soy yo en vez de Mike quien esta ante ti.
-No conozco a tu compañero, y por ello no pretendo menospreciarlo pero… me alegro –sonrió sincero.- ¿Ves? De nuevo te adelantas sin saberlo –susurro.
Y por segunda vez en aquel día, fue él quien se adelanto, y sin titubear, acaricio suavemente la mano que con despreocupación, Bella mantenía sobre la mesa.
Aquella caricia le supo a gloria. Años habían sido los que Edward había deseado volver a acariciar aquella delicada piel, por mucho que se empeñara en negarlo, su retorcida mente había pensado siempre en aquella chica que él creyó olvidada.
¿Pero como olvidar tan fácilmente aquel primer amor?
Ahora, sentado en aquella mesa apartada, de aquel café lleno de suspiros, recordaba a la perfección lo que sintió la primera vez que vio aquellos ojos que hacían que su pecho bombeara con mayor intensidad.
Recordó también la primera sonrisa que aquella niña debilucha y vergonzosa le había dedicado, cuando se ofreció a ayudarla con su pesada mochila. La primera vez que hablaron sentados sobre aquel banco del parque improvisado del campamento, parque parecido al que él había narrado años más tarde. La tensión que se palpaba en el ambiente cada vez que sus caracteres entraban en contradicción, al igual que los protagonistas de otra de sus obras. Ese primer beso, hilo conductor del inicio de la quinta.
No… de nada le valía a Edward seguir negando aquella realidad. Por mucho que él lo hubiera creído, su mente jamás había olvidado aquella niña de pelo ensortijado y sonrisa sonrojada. Y ahora, jamás olvidaría aquella mujer de larga melena castaña y ojos oscuros que tenía ante él.
Tan ensimismado estaba Edward, perdido en cada uno de los encantos emanados por Bella, que apenas se dio cuenta de la melodía característica de su teléfono móvil.
No tuvo intención de descolgar. De no haber sido por la insistencia de aquella llamada, sumada a la de Bella, Edward no habría visto que se trataba de Maggie, su editora, y tampoco habría respondido, creyendo en la posible preocupación que ésta pudiera tener.
-¿Mi presencia no habrá causado algún problema? –pregunto Bella.
El cambio en el semblante del cobrizo no le había pasado desapercibido, y eso, sumado a las pocas palabras que éste había pronunciado durante los escasos segundos que duro la comunicación, le hicieron temer que el momento de la separación estaba cerca.
Y en esos momentos, prefería cualquier cosa salvo separarse de él.
-No, tranquila –mintió Edward.
No podía decirle que a consecuencia de aquel encuentro tan inesperado, su editora tuvo que disculparle de un almuerzo importante con los promotores que lo habían traído hasta aquí, aludiendo cansancio por el cambio de horario.
Y tampoco podía confesarle, que aquel almuerzo había sido pospuesto por una cena tranquila que tendría lugar en apenas una hora. No podía decírselo porque apenas esas últimas horas le habían bastado para confirmar que, bajo las vestiduras de toda una mujer fuerte y segura de si misma, se encontraba la misma adolescente de apenas quince años, capaz de sentirse mal por ello.
No podía decirle tal cosa cuando Edward, lo único que deseaba en ese instante, era que el tiempo se parase, que las agujas del reloj cesaran en sus movimientos, perpetrando así aquellos momentos. Y, aunque sabía que su editora pondría el grito en el cielo, con gusto mantendría el tipo, mientras timbrasen sus oídos. En apenas unas horas volvería a sentarse en un avión destino a Londres, y quizás pasaran otros quince años hasta volver a ver a Bella. Se negaba a alejarse tan rápido de ella.
Y así continuaron, ensimismados el uno con el otro, perdiéndose en la profundidad de sus miradas, en el sonido de sus risas y en aquellas caricias que lejos estaban de ser aquellas primeras tan tímidas. Tal era el magnetismo que el uno ejercicio sobre el otro, que no fueron conscientes de la rapidez con la que pasaban las horas del reloj, hasta que las luces de aquel viejo café empezaron a apagarse lentamente.
-Creo que nos están echando –susurro Edward, encorvando su espalda contra la mesa todo lo que pudo, para acortar la distancia que le separaba de ella.
-¿Tu crees? Pensaba que este ligero apagón no tenía mayor intención que la de ahorrar en gasto de luz –respondió Bella, arqueando sus cejas.
-Tú deberías ser la británica, tienes un humor muy parecido –le respondió él, mientras pegaba de nuevo la espalda contra la silla.
-No te equivoques pequeño ingles, mi humor no es más que cinismo americano –suspiró. Había llegado el momento de decir adiós.- Creo que ya es hora de irnos. Además, por mucho que me pese, dentro de cuatro horas se cierra la edición del periódico de mañana, y sino quiero que me despidan, debó mandar un artículo sobre tu nuevo libro antes del cierre.
-Lo entiendo –asintió él.- ¿Espero que nada de lo hablado esta noche salga a relucir?
-¿Por quien me tomas? Soy una profesional.
-Y una espía –añadió Edward, intentando liberar la pequeña tensión que se había formado entre los dos por la inevitable despedida.
Dejaron aquel viejo café, sin reparar en las tiernas sonrisas que aún a esas horas, despertaron en las camareras que aún quedaban en aquel lugar. De la mano, caminaron por la calle principal de San Francisco, a la espera del primer taxi vació. Una vez dentro de el, pelearon brevemente por ver quien acompañaba a quien, algo que terminó estallando en fuertes carcajadas, cuando aquella escena les recordó a otras tan lejanas. Y sin mayor discusión, el taxi terminó parándose frente a la entrada del hotel donde Edward se hospedaba.
Edward se negó a bajarse del taxi, provocando de nuevo la discusión en ellos, y haciendo caso omiso a la petición de la chica, el vehículo se puso de nuevo en marcha camino hasta su casa.
Bella intento hacerse la ofendida durante parte de la trayectoria, odiaba que la vieran como la pobre damisela en apuros, incapaz de andar sola a altas horas por la ciudad. Pero, que no quisiera admitirlo, no significaba que no se sintiera halagada por ello, pues sabía que detrás de todo aquello, Edward sentía la misma necesidad de apurar el máximo tiempo que pudieran estar juntos.
-¿Cuándo te vas? –pregunto de pronto Bella.
Hacía más de tres minutos que el taxi estaba parado frente a su casa, y ninguno de los dos se había atrevido a hablar todavía, ni siquiera para decirle al taxista que hiciera otro recogido.
-Mañana, a las cuatro de la tarde sale mi avión –confeso.
-¿Te apetece que comamos juntos? –pregunto Bella sin pensar.
-Me encantaría pero, si me voy de aquí sin ver a los editores… no creo que vuelvan a comprar un solo libro mío.
-Lo entiendo. ¿Qué tal si me das tu email?
-Claro, por supuesto, ¿tienes un bolígrafo a mano? Que estupidez la mía, eres periodista, si alguien como tu y yo no lleva uno encima es para matarlo –respondió Edward, de forma atropellada, mientras se rebuscaba los bolsillos de su americana.
-Tranquilo, toma, este es el mío, apunta en el sobrante el tuyo, y arranca el trozo de papel. Así ninguno de los dos tendrá ventaja, cualquiera podría ser el primero.
-Salvo que me mandes un email nada más subir a tu casa.
-Cosa que es posible –susurro ella, memorizando la pulcra letra de Edward.
-¿Ves? vuelves a jugar con ventaja. Yo no tengo aquí el portátil y sigo sin saber utilizar este dichoso trasto –hasta la mano le temblaba mientras sacaba su blackberry.
-Ingles –espetó Bella con mofa.- Toma la mitad de la carrera del taxi.
-No, me niego –respondió Edward, introduciendo sus manos en los bolsillos de su chaqueta.
-Edward, deja de ser tan ingles por favor, me siento mal, va a costarte una fortuna y…
-Mándame un email nada más subas a tu casa y me sentiré compensado –pidió el cobrizo, intentando acallar a la castaña.
Ella no puedo rebatir eso, así que hizo lo único que sabía, adelantarse en la jugada de sellar sus labios contra los del joven, que desde hacía horas rezaba por volver a sentir de nuevo aquel sabor afrutado que solo alguien tan dulce como ella podría desprender.
-Me han encantado verte de nuevo –susurro ella, contra la boca de él.
-Y a mi también –respondió, sin dejar de mirar la humedad de aquellos labios.
-No voy a volver a besarte porque si lo hago, nunca saldré de este maldito taxi –dijo Bella, memorizando cada uno de los rasgos de Edward.
-Sería capaz de pedirte que lo hicieras –sintió el temblor en su garganta al pronunciar esas palabras.
-Pero no vas a hacerlo –negó Bella, cerrando sus parpados.- Tu editora te espera y mi periódico también –susurro, siendo su aliento la ultima caricia que el cobrizo sintiera de ella.
Edward observo desde la ventanilla de aquel vehículo, como Bella se perdía tras la puerta alicatada de aquel edificio. Mientras, el taxista esperaba prudente a que el joven le diera la orden a continuar. Mejor para él, “cuanto más tardara, más ganancias”, pensó.
Edward suspiro mirando nuevamente hacía aquel portón ya cerrado, la idea de bajar del taxi y caminar hasta el se repetía incesante en su cabeza. Su mano estaba preparada sobre la manija de la puerta, a la espera de recibir aquella orden.
A varios metros de aquella puerta, tras otra revestida de cristales opacos, Bella observaba como el taxi aun continuaba parado. Su mano, empuñaba temblorosa el cierre de esta a la espera de la más mínima duda.
Pero ni la orden ni la duda hicieron acto de presencia. Por muy grandes que fueran las ganas de estar juntos, mayores serian a la luz del nuevo día. Y eso era imposible, ambos lo sabían.
Igual que hicieran hacía ya quince años, debían guardar aquel recuerdo y sonreír cada vez que este volviera a hacer acto de presencia, pues ambos se debían a la vida que tenían, una en la que, aunque doliera, no se pertenecían.
Aquel taxi retomo su marcha, a la vez que los pasos de Bella retumbaron por toda su escalera, mientras corría hasta la soledad de su hogar, la misma que envolvió a Edward, una vez entro en la habitación de aquel hotel.
La inspiración de Edward ha sido siempre Bella, la mía para esta historia ha sido esta última escena. Como una ráfaga se apareció en mi mente el momento taxi y de ahí, nació todo lo que estáis leyendo. Espero que os este gustando al menos la mitad que a mi me gusto escribirlo ;).
6 Sonrisas:
Antes de leerlo , mi cabeza estaba formulando una pregunta para ti y era esta ¿si te habias inspirado en tu primer beso para escribir esta historia? pero al llegar al final me has sacado de la duda .... fue la escena del taxi la que te ha llevado a realizarla!!!
Lo iba leyendo y son de esas lecturas que pone a trabajar tu imaginación , es como si hubiera estado ahi ...observandolos en esa cafetería jeje
Me ha encantado el capitulo, Se han contado parte de su vida ... auqnue no mencionaron nada de su vida personal... y ninguno de los dos pregunto aunque ella admitio que lo habia buscado por google ... pero no menciona nada de su vida privada solo la profesional , pero eso importa??? hasta el momento para ellos no.... lo bueno que se pidieron el mail ... así por lo menos ya podran contactarse....
Es muy linda la historia Almu!!!!!
y el momento del taxi!!!! creo que a todas nos ha pasado en algún momento de nuestras vidas...
el no querer bajarse del taxi, cuando vienes acompañada y querer que los minutos del trayecto se vuelvan horas ...y que la magia de ese momento no termine pero de antemano sabemos que es inevitable... uyyy que recuerdos!!!!!
el primer cap me hiciste recordar y este también , me encantaaaaa gracias!!! te quedo lindo!!!
omg mi almuuu....como decis que la mitad ?? es el triple mas k tu jajaj tenlo x seguro...;-)
fascinante me encanta la historia,,, me agrada que no tengan esa parte de nerviosismo brutus..jajaj.... ay dios la delantera la toma nuestra bella.. espero k edward logre una jaja...
me da penitaa ouch saber que tal vez no se vuelvan a aver ella ahi casi resignada .. pero espero si se pertenezcannnn la historia se prestaa si desde chicos sienten cosas entre ellos aun cuando crecieron volvieron a renacer..
es tan romantica la historia... no se k ma decir me pone sensible lo amo jajajaa!
anciosa por leer mas de ellos ... ojala el terminara sus pendientes pronto y verla antes de irse ooo talvez se kede?? ooo jaja bueno yaa
simplemente no hare conjeturas sorprendemee como siempre
bsos mi nena y pasala bien es las fiestas!
ES HERMOSA Y ESTA TAN BIEN ESCRITA QUE PODRIA ESTAR TODO EL DIA COLGADA AQUIE LEYENDO TODO LO QUE TU PRODIGIOSA MENTE DESEE TRANSMITIR, ES INCREIBLE LA FUERZA QUE TIENE EL PRIMER AMOR Y LA DE ESTOS DOS ES MUY PODEROSA, LA ATRACCION ESTA AHI EN CADA PALABRA, EN CADA RECUERDO, EN CADA LIBRO QUE EDWARD ESCRIBIO. QUE BIEN Y QUE MAL SE DEBE SENTIR BELLA AHORA QUE SABE QUE ELLA FUE QUIEN INSPIRO CADA UNO DE ESOS LIBROS QUE TANTO DISFRUTO. ME LA IMAGINO LEYENDOLOS NUEVAMENTE Y SIENTIENDO MILES DE COSAS, PORQUE DEBE ES HERMOSO QUE VER TANTO AMOR EN PALABRAS Y SABER QUE QUIEN LAS ESCRIBIO PENSABA EN TI AL HACERLO, PERO DEBE SER INCREIBLEMENTE IGUAL O MAS DOLOROSO SABER QUE ES UNA ILUSION Y UN DESEO DE SER QUE ESTA LEJOS DE LA REALIDAD DE CADA QUIEN.
NO SE PORQUE PRESIENTO QUE ME VAS A HACER LLORAR CON ESTA HISTORIA.
MUERO POR CONOCER MAS.
BESOS
¡¡¡Gracias chicas!!!, esta semana sin falta, en cuanto actualice ya los fics, cuelgo lo que sigue de la historia.
Un besazo a las tres!!
holaaa aki dicen 17 d oct alguien dijo que la prox semana actualizaba jajaaja no es presión es k necesito leerte almu jajajaja
un beso.. espero con ancias actualizaciones de los fics k aqui tenemos... femmele, como el primer beso, con quieres y con el fic de nuestra karlita jaajaj... un beso
odios k mal femme fatale.. bueno eso jajaja
Y tú, ¿nos regalas una sonrisa?