¡Hola Ladies! De vuelta a casa :p.
La que ahora mismo este leyendo esto, siempre y cuando sea lectora de ¿Quieres? o de Femme Fatale claro, puede que tenga ciertas ganas de “matarme”, metafóricamente espero :p. Pero si hay alguna que como yo, juegue a esto de intentar escribir, sabrá como es la mente. La mía se ha mantenido cerrada durante las dos últimas semanas debido a las circunstancias que ya la gran mayoría conocéis, y lunes volvió a abrirse con una nueva idea. Pero tranquilas porque esta historia no va a dar para mucho, cuatro capítulos, o tres más un epílogo, como prefiráis llamarlo. Historia que esta totalmente escrita, para vuestra tranquilidad, por lo que espero en breve retomar las siguientes.
Y nada más, solo decir respecto a esta breve historia, que fue una loca idea que vino a mi mente mientras intentaba conciliar el sueño domingo por la noche, y la cual no ha parado de dar vueltas en mi cabeza hasta que la he sacado. Que mi intención en principio no era publicarla la verdad, pues no es la primera vez que esto me pasa, pero en vista de que ya esta terminada, de que prometí hacer algo para el segundo aniversario, y de que en cierta forma, me siento un poco mal por haber estado tantos días ausente pues… aquí esta, un regalito para todas las que así lo quieran ;).
Y para concluir, decir que es un Edward/Bella, escrito en tercera persona, que aunque pocas son las palabras o las situaciones malsonantes, prefiero cubrirme en salud y clasificarla con el rango de +18, y que las actus serán jueves y lunes, por tanto en dos semanitas dará por concluida.
Y nada más, simplemente que espero que os guste y si no es mucho pedir, pues que me lo hagáis saber. Igual si es al revés ¿eh? :p.
Como el primer beso - #1. Te recuerdo…
Seguía sin dar crédito a lo que sus ojos veían. Aún sentada desde aquella área tan lejana, la asignada para periodistas, atisbaba aquel brillo verde esmeralda, grabado en su memoria desde hacía ya quince años.
No estaba asignada a cubrir aquel evento, pero no pudo evitar presionar a su colega de oficio, cuando escucho de los labios de éste el apellido Cullen. Edward Cullen. Aquel niño intrépido con él que compartió varias semanas de su vida, aquel verano en el que sus padres la mandaron de campamento. Aquel niño del que jamás supo hasta hacía unos años, justo cuando su nombre resonó con fuerza como un nuevo prodigio en el arte de la escritura.
El recuerdo de aquel primer y único beso, bajo el manto estrellado de aquella noche calurosa de verano, la hizo sonreír mientras se perdía en la contundencia de la melodía que provocaba aquella voz en sus oídos. Ese bonito recuerdo que creyó olvidado, hasta el día que vio su imagen impresa en el periódico.
Había pasado los primeros diez años después de aquella noche, concentrada en terminar sus estudios, primero en el instituto, después en la universidad, para mas tarde terminar siendo la becaria de uno de los periódicos locales de su ciudad. Allí, en aquellas oficinas, fue donde recordó a aquel niño olvidado en su memoria, donde el recuerdo del brillo de sus ojos la interceptaron dejándola de piedra, sin poder apartar un ápice su vista de aquella página encuadernada ahora con su foto, donde rememoro aquella noche estrellada de hacía diez años, y aquel sabor tan dulce que en nada se parecía al amargor de otros besos dados años después.
Cinco años hacía de aquel momento en el que los recuerdos volvieron a su mente, y desde entonces, el nombre de Edward Cullen no volvió a formar parte de su olvido.
“Por curiosidad”, se decía así misma cada vez que googleaba su nombre en la Web para saber si había cambiado su vida desde la última vez que lo había investigado.
Y que decir que aquellos momentos en los que se hacía con su nueva publicación entre sus manos.
Siempre procuraba que fuera un viernes, y al igual que durante los últimos cuatro años, se olvidaba del mundo durante ese fin de semana, mientras se centraba únicamente en la lectura de aquellas palabras. Cada una de ellas estaba impregnada con su esencia, por eso no le fue difícil tener su imagen muy presente en cada una de sus líneas.
Poco le importaba que el protagonista de la nueva obra fuera rubio, de piel morena, ojos oscuros y cuerpo atlético, Bella se lo imaginaba como aquel chico que ella recordaba, mejorado con el paso de los años, pero al fin y al cabo siendo el mismo chico con él que tanto había compartido en tan pocas semanas de su vida.
Siguió escuchándole hablar con minucia precisión a la par que otra sonrisa tensaba sus mejillas. Ahora, mientras recordase su última obra durante el año que durara la espera de la próxima, ya no solo recordaría su imagen haciendo las funciones del protagonista, también recordaría su voz, como la fan que sueña con las películas de su actor favorito, o las letras compuestas y cantadas por su cantante de ensueño.
Pues eso se consideraba Bella, una fan, una fan de Edward Cullen alias “el galgo”, pues así lo llamaban todos en el campamento por sus largas piernas y la forma desgarbada de su cuerpo. Edward Cullen, conocido ahora por ser uno de los mejores escritores de su generación. Para Bella, conocido como el primero que supo rozar sus trémulos labios.
Mientras Bella se deleitaba en sus recuerdos, el joven cobrizo posicionado en el atril, continuaba con su exposición, ajeno a los ojos curiosos que con tanto detenimiento le observaban.
Para él ya era todo un sueño poder estar de nuevo en aquella ciudad que había pisado por última vez hacía más de quince años.
Nunca imagino que sus palabras le llevaran tan lejos. Estudio literatura inglesa, pues adoraba la armonía de las palabras bien escritas, pero nunca con la mayor intención de ser un buen profesor. Fue durante los meses enfrascado en su tesis, cuando la idea de lo que más tarde se convirtió en su primer libro, golpeo insistentemente en su cabeza. Para cuando hubo pasado un mes, el primer borrador del mismo yacía entre las manos de una de las editoriales de mayor prestigio de su ciudad natal.
Tres libros más siguieron al primero, y todos con mayor éxito al anterior, de ahí que sus editores no tardaran mucho en comunicarle la gran noticia tras la publicación del quinto. S&M, una de las editoriales de mayor prestigio de la costa oeste americana, estaba interesada en comprar la obra para comercializarla por todo el gran continente.
Edward continuaba procesando la magnitud de aquella información, cuando subió a un avión destino a San Francisco, dejando atrás su tierra londinense, para horas más tarde estar ahí, en aquella ciudad en la que recordaba haber pasado uno de los mejores veranos de su vida, ante cientos de curiosos que expectantes, escuchaban su comparecencia a la espera de bombardearle con miles de preguntas sobre su nueva novela.
Una en concreto fue la pregunta que instalo más nervios en su estomago;
-¿Se ha basado en antiguas experiencias para los primeros retazos del libro?
En el momento que aquella dulce y femenina voz irrumpió en la sala, la mente de Edward entro en otra dimensión paralela a la que se encontraba, donde solo estaban él, y la dueña de aquellos ojos oscuros que aún desde tan lejos era capaz de descifrar.
La sensación de dejavú le embargo al momento. Conocía aquellos ojos, aquel color café tan usual en la zona de la que él procedía, pero a la vez tan singular, tan peculiar, tan inusual, bien por el brillo que estos destilaban, o bien por la forma almendrada de su contorno, o quizás fuera por el espesor de aquellas pestañas que lo bordeaban.
Fuera lo que fuera, Edward sabía que había visto esos ojos antes y el recuerdo de estos, fue lo que le llevó a contestar aquella pregunta;
-Podría ser, si –susurro con aquella sonrisa tan natural, aquella tan suya- Creo que el subconsciente nunca olvida el primer beso, siempre hay una graciosa o una bonita historia tras el –continuo, haciendo alusiones a aquellos primeros retazos de su historia, aquellos a los que había hecho mención la dueña de aquellos ojos tan desconocidos, pero a la vez tan familiares.
Hasta que Edward no escribió los tres primeros capítulos de su nueva obra, no fue consciente de la familiaridad de ésta con sus propias vivencias. Al igual que él, él protagonista de su historia había sentido el típico revoloteó de las mariposas en su estómago, producto del primer amor, a muy temprana edad, justo en el momento en el que sus labios se rozaron con los de aquella joven castaña, la misma castaña que ahora protagonizaba su quinto libro.
“¿Que sería de aquella chica del campamento?”, se pregunto así mismo el día que aquel recuerdo lo embargó. “¿Seguiría viviendo en California?” “¿Habría logrado aquel sueño de ser periodista?”, y así hasta un sinfín más de preguntas que con el transcurso de los días y las nuevas páginas escritas, fueron cayendo en el olvido.
Hasta hoy, hasta el momento en el que aquella voz irrumpió en la sala, hasta que aquellos ojos lo miraron intentando traspasar los suyos.
“No podía ser ella”, se respondió internamente cuando el “quizás” se formuló en su mente, casi con la misma rotundidad con la que otra joven, otra en nada parecida a la anterior, le alababa por la historia construida en su última novela.
Y, aunque Edward intento mitigar aquella duda, no puedo evitar que durante lo que restara de presentación, sus ojos no se perdieran en busca de aquellos otros que tantas sensaciones le estaban provocando.
Varias fueron las veces que se encontró con ellos mirándolo fijamente, consiguiendo que la incertidumbre y las ganas por terminar ya con la comparecencia se instalaran en un Edward que hasta entonces, solo deseaba contestar más y más preguntas pero que ahora, contaba internamente los minutos para finalizar, mientras la incógnita de quien sería aquella joven misteriosa, cobraba mayor intensidad a cada segundo que pasaba.
Bella sintió el típico calor de la timidez ardiendo en sus mejillas, cuando Edward le mantuvo la mirada, una mirada que lejos de intimidarla, le animó a hacer uso de aquella fuerza que la caracterizaba, aquella fuerza que por muy tímida que fuera, lejos de acobardarla, siempre le ayudaba a crecerse y a hacerse respetar.
“¿Le habría reconocido?”, se pregunto cuando Edward no tuvo más remedio que apartarle la mirada y centrarla en la persona que acababa de preguntar.
Cierto era que habían pasado ya algunos años pero, aunque poco quedará ya de aquella niña flacucha y pelo ensortijado de apenas quince años, seguía siendo la misma. Y si ella había sido capaz de reconocerlo a él, ¿porque no él a ella?
Tenía que hablar con él, saber si seguía recordándola, conocer que había sido de su vida en esos últimos quince años, sentir su presencia de cerca, revivir aquel aroma enmaderado que formaba parte de su esencia, aquel del que seguro no se habría desprendido con el paso de los años.
Los aplausos dieron por concluida la presentación, haciendo que las rodillas de Bella temblaran al punto de partirse en dos mientras se ponía en pie. Había llegado la hora de acercarse hasta él, así se lo había hecho saber a su cuerpo cuando aún continuaba sentada. Pero ahora que aquel momento había llegado, sus pies no eran capaces de dar un solo paso.
Ni siquiera fueron capaces de huir cuando sus ojos atisbaron como un ansioso Edward, que no se lo pensó dos veces, e ignorando a su editora, se entremezclo entre la gente ya dispuesta a hacer cola a la espera de obtener un autógrafo, se plantaba apenas medio metro frente a su inmóvil cuerpo.
-Perdone la indiscreción pero –habló el joven confuso- ¿Nos conocemos? No me malinterprete pero, juraría que he visto esos ojos antes y…
Calló. Le habría gustado añadir que desde el momento en el que los descubrió, había sido incapaz de poder centrarse en nada más que no fueran estos. Pero decir eso a una desconocida, era aún más inapropiado que acercase a hasta ella con aquella insolente excusa.
Bella sintió como sus manos temblaban. No estaba preparada para que fuera él quien se acercara hasta ella, hubiera preferido ser ella quien lo hiciera pues, mientras lo hacía, habría pensado en la excusa perfecta con la que abordarle. Pero ahora que lo tenía ante ella, no podía dejar pasar aquella oportunidad, y haciendo acopio de aquel coraje que siempre le acompañaba en los momentos más tensos contesto…
-Sabía que había cambiado, pero hasta hoy no sabía cuanto pequeño galgo.
Pronuncio segura de si misma, aunque por dentro, el terror a que no la reconociera, y la vergüenza porque pudiera llegar a pedirle que no le intimidara más con su mirada, embarullaba todo su interior.
-No puede ser… ¿Isabella?... ¡Bella! –se auto corrigió a si mismo, aún con la incertidumbre de si sería ella o no.
Aunque pocas dudas quedaban ya, no solo porque pocas fueran las personas que Edward conocía capaces de responder con aquella arrogancia, y todas, salvo Bella, estaban en Londres, sino por aquel adjetivo que había utilizado, ese apelativo que solo podrían utilizar los compañeros de aquel campamento, ese que solo ella sería capaz de pronunciar después de tantos años.
-¡La misma! -contesto ella con una gran sonrisa. La había reconocido.
Edward fue incapaz de pensar una respuesta con claridad, mientras las imágenes de aquel inolvidable verano, junto al recuerdo de aquel primer y único beso opacaban su mente.
Hasta incluso olvido el motivo por el que aún seguía en aquella sala, y a su confusa editora que, impaciente, lo esperaba en la mesa donde ahora mismo él tendría que estar sentando. Pero a Edward, lo último que le apetecía en ese instante era centrarse a firmar autógrafos. Pues lo único que le apetecía verdaderamente era marcharse junto a ella, junto a su Bella, y perderse en alguno de los cientos de cafés que habrían instalados por toda la ciudad. Sin tener ninguna constancia sobre la hora que fuera, o el tiempo que pasaran en el.
A Edward, lo único que le interesaba en ese instante era conocer que había sido de Bella durante todos esos años, disfrutar de su presencia, y deleitarse con cada una de las sonrisas que ahora recordaba como si fuera ayer.
Pero eso era algo imposible en ese instante, pues a cada segundo que pasaba, la cola de gente a la espera de su firma iba en aumento, y aunque ahora mismo no quisiera sonreír a todos aquellos desconocidos, se debía a ellos, pues por ellos estaba allí, y gracias a ellos ante aquella niña convertida ya en toda una mujer.
Bella pareció leer la mente de Edward y sin pensárselo dos veces, le propuso esperarle hasta que éste terminara para tomarse un café, algo a lo que él no pudo negarse.
Se sentó en la última hilera de sillas a la espera de que él terminara. Pensó en posicionarse más cerca, incluso pensó en formar parte de la larga cola, pero si aún de lejos no podía dejar de mirarlo, sabía que de cerca aún sería peor. Y en cuanto al autógrafo, aunque se moría de ganas por tener uno, algo le decía que más tarde podría dedicárselo mejor.
No tuvo consciencia del tiempo que paso, cuando observo como Edward se levantaba de su asiento y comentaba algo con aquella rubia que lo acompañaba. La sala se había vaciado mientras su mente viajaba en el tiempo y se instalaba en aquel verano caluroso quince años atrás. Aquel verano lleno de risas, momentos divertidos como el día en el que consiguió tirar a Edward al agua helada del rió, o aquellas otras situaciones exasperantes en las que ambos caracteres pubertos entraban en conflicto por no dejarse sublevar ante el otro.
Pero por encima de todos aquellos recuerdos, había uno en especial. Aquel que se produjo en esa última noche, esa última noche en la que las ganas pudieron más que cualquier tipo de timidez, y la impulsaron a rozar sus labios contra los de un Edward que, aunque de primeras sorprendido, no tardo en corresponder aquella gentil caricia.
-Hola de nuevo –susurro Edward una vez llego a la altura de su “vieja amiga”.
Bella no tardó un solo instante en ponerse en pie, y con una sonrisa socarrona pregunto;
-¿Seguro ya de quien soy?
-Perdona mi pequeño lapsus, es que… es que no esperaba encontrarte aquí –confesó finalmente un Edward abrumado todavía por la afable situación tan insospechada.
Si alguna vez alguien le hubiera dicho que no sería tan difícil ver de nuevo a esa joven tímida pero a la vez risueña, habría atravesado antes el atlántico sin la menor duda.
-Tranquilo, estas perdonado, solo has destrozado mi sueño infantil, poca cosa –bromeó Bella en tono jocoso.
-Es que –suspiro en un intento de buscar las palabras adecuadas a como se sentía en ese momento- Estas tan…
-¿Guapa? ¿Mayor? ¿Gorda? ¿Vieja?
-Para nada, para nada. Estas –dudo breves instantes, de nuevo buscando la palabra adecuada- Estas preciosa.
Sin más. Podría haber utilizado cualquier otro adjetivo, o haber llenado de estos una larga frase, pero todos llevarían a la misma realidad. Bella estaba preciosa, y su encantadora personalidad la hacía aún más deseable a la vista de cualquiera.
-Gracias. Tu si que estas un poquito viejo pero, –Bella frunció el ceño, para dar más énfasis a su particular broma- creo que sigues conservando aquella esencia de la infancia, aunque tendría que hacer algo para confirmar eso.
-¿El que? –pregunto Edward, una vez la risa dio paso a las palabras.
El gesto que siguió a aquella pregunta, no lo vio venir. Tan pronto como estaba sonriendo a la espera de una respuesta, sintió la calidez de unos labios, rozando suavemente contra los suyos, igual a aquella única vez del pasado, aquella en la que igual que ahora, Bella se había encargado de dar de la lado a las palabras y dejar que fueran los gestos los únicos que hablaran por si solos.
Igual que antaño, Edward no lo vio venir, pero a diferencia del pasado, su tiempo de reacción fue menor, pues apenas unos segundos le bastaron para rodear con su brazo la pequeña cintura de la chica y ceñirla a su cuerpo de forma poco decorosa, dadas las horas del día.
La lengua de Edward fue la siguiente en reaccionar, pues sin pensárselo dos veces, paso de una posición neutral a terminar acariciando los suaves labios de la chica que no dudo un solo instante en darle permiso hacia su cavidad bucal.
Fue justo en ese instante cuando todos los recuerdos del pasado golpearon a ambos cuerpos. La esencia a fresa de ella se mezclaba con la menta de él, rememorando aquel momento que simplemente fue perfecto gracias a los restos de aquel café que cada uno había bebido en la mañana.
No es que aquel beso supiera a fresa, menta o café, ese beso sabía a pasado, pero a su vez se mezclaba con el más sutil de los presentes, con la sabiduría, con el aprendizaje y la práctica de los años, con el deseo despertado en ambos cuerpos. Un deseo que ahora abierto, iba a ser difícil poder frenar.
Bella fue quien empezó y también quien acabo aquel beso. No por falta de ganas, simplemente, la necesidad de respirar era mayor, pero eso no fue obstáculo a que su cuerpo permaneciera sin alejarse ni un solo milímetro del de su “viejo amigo”, él cual ahora, no podía ni quería dejar de mirarla.
-Y ahora… ¿Te apetece tomar algo, o prefieres continuar aquí recordando viejos tiempos? –pregunto la castaña en un susurro, pasando su vista de los ojos a los labios ligeramente humedecidos del cobrizo.
-¿Se pueden elegir las dos opciones? –insinuó el aludido, con un claro doble sentido que Bella no tardó en pillar.
-Sigues siendo él mismo –susurro de nuevo contra aquellos labios, a la par que aferraba los suyos entre sus dientes, pues estos ansiaban por volver a tener vida propia.
-Y tú sigues siendo la misma –respondió Edward con un sonrisa, antes de ser él quien, por primera vez, se lanzara contra aquellos labios, que estaban empezando a convertirse en una perdición.
A veces, los segundos besos suelen ser mejores al primero. Pero hay otras, que también lo son los terceros.
El lunes más ;).
2 Sonrisas:
almuu almuu almuuu me has dejado flipando jajaja...
pero antes que nada bienvenida de nuevo jeje y ponle muxo animo.. eres una guerrera amiga! muak
ahora sii
que hermosa historia se pinta.. estoy en verdad emocionada.. me encantoo.. la forma de narración en tercera persona.. leer la forma en que lo xpresas nada forzado todo tan natural... los personajes muestran muxa actitud.. a ed lo siento como todo un scritor romantico apasionado.. y bella seguro que igual.. decidida y tan agradable...... no se si me confunda jaja asi lo percibo pero eske estan para comerse...
jajaja como no ha pasado que sigues viendo de tal personita cuando deja un buen recuerdo es inevitable aveces k llegue el pasado y te activen ..
sobre la historia.. k geniall como pudo percibir k esa mirada la conocia jaja y k el personaje principal de su libro seguia siendo ella jajaja.. k vueltas da la vida eso se llama destinooooo auuchhh....
adorooo este par y aki en sta historia mas .. fantasticoo.... k buen besoo bella eso se llama ovarios jaja me encanto k lo hiciera no dudaria yo talvez k hicera algo asi jajaaj upss
simplemente no kiero acerme ilusiones sobre la historia pork kiero k m sorprendas jaja simplemente me dejare llevar por tu relato.. k estaaa hermosooo divinooo tiernoo emocionante excitant auuuch uno mas a la lista de almu he!
Almu niña, dos cosas la primera felicitarte por esta nueva historia y la segunda hacerte saber que ya te llegaran cientos de mails con amenazas hacia tu persona,(ya que como bien sabes yo soy una fiel seguidora de Quieres? y Femme Fatale) ten cuidado
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No hablando en serio, me gusto muchisimo el inicio de este mini fic, me encantó la forma en que esta escrito y el dinamismo de los personajes, los caracteres bien definidos y el toque justo de romance que siempre queremos, me recordó de alguna forma a una pelicula que se llamó Antes del amanecer y años más tarde se hizo la secuela que fue Antes del atardecer, bueno esta primera parte me trajó a la mente precisamente a la secuela si la viste vas a saber porque y si no miralá, hoy estoy mala y no te la voy a contar
Como siepre te digo eres genial con las palabras y cada cosa nueva que escribes es infinitamente diferente a lo anterior y eso hace geniales tus historias.
Siendo hoy lunes espero que mañana cuando pueda volver este la continuación omo lo prometiste, sino me obligaras a aunmentar la cantidad de amenazas ahora tambien por este fic.
Besos
Y tú, ¿nos regalas una sonrisa?